Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales  | 
    
 Volumen 11, nº 1 (2013)  | 
    
| Filosofía analítica y semiótica: dos enfoques sobre la composicionalidad de la expresión metafórica | 
    
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         por Alexandra Astrid Ruiz Surget  | 
    
Universidad Panamericana, México  | 
    
| Resumen | 
Se revisan dos  trabajos representativos de la Filosofía analítica (Davidson) y de la Semiótica  (Brandt y Brandt). En ambos se destaca el tratamiento de la  metáfora como una expresión lingüística cuyo significado no se explica  únicamente a través de una teoría semántica. En esto último, a pesar de la  distancia histórica y epistemológica que los separa, los autores concuerdan.  Aunque el tema de la metáfora es abordado por Davidson desde la perspectiva de  la filosofía analítica y por Brandt y Brandt desde la perspectiva de la  semiótica y las ciencias cognitivas, ambas posturas parecen llegar a la misma  conclusión sobre la no composicionalidad semántica de la metáfora. Se revisan  además algunas concepciones clásicas de la metáfora, como la retórica. Se discuten  características especiales de la metáfora como su aparente “desviación” del  sentido original de la expresión y la interpretación.  | 
    
| Palabras clave | 
| Metáfora, lingüística cognitiva, entorno discursivo, composicionalidad, semántica | 
| Analytic philosophy and semiotics: two approaches for the metaphor compositionality feature | 
| Abstract | 
This piece reviews two representative works of analytic philosophy (Davidson) and semiotics (Brandt and Brandt). Both approaches highlight the metaphor as a linguistic expression with a meaning that is not only explained by a semantic theory. Despite the historical and epistemological distance between them, the authors agree. Although the subject of the metaphor is approached by Davidson from the perspective of analytic philosophy and by Brandt and Brandt from the perspective of semiotics and cognitive science, both positions seem to reach the same conclusion about the semantic non-compositionality of the metaphor. Additionally I review some classical conceptions of metaphor and rhetoric. This paper discusses special features of metaphor like its apparent "deviation" from the original meaning of the expression and its interpretation.  | 
    
Key words  | 
    
| Metaphor, cognitive linguistics, discourse, compositionality, semantics | 
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| Recibido: 20 de diciembre de 2012 | 
    
| Aceptado: 3 de marzo de 2013 | 
| Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum Cienc. Soc. 2013; 11(1). Disponible en internet: http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v11_n1_02.htm | 
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El  presente artículo surgió de la lectura simultánea del conocido artículo de  Donald Davidson, "What metaphors mean"(1)  y de "Making sense of a blend: a cognitive-semiotic  approach to metaphor", de Line Brandt y Per Aage  Brandt(2). Un  elemento en particular une estas lecturas: el tratamiento de la metáfora como  una expresión lingüística cuyo significado no se explica únicamente a través de  una teoría semántica. En esto último, a pesar de la distancia histórica y  epistemológica que los separa, los autores concuerdan. Aunque el tema de la  metáfora es abordado por Davidson desde la perspectiva de la filosofía  analítica y por Brandt y Brandt desde la perspectiva de la semiótica y las  ciencias cognitivas, ambas posturas parecen llegar a la misma conclusión sobre  la no composicionalidad semántica de la metáfora. ¿Hablan del mismo tipo de  composicionalidad?  A lo largo de la historia de su estudio,  diferentes tratamientos de la metáfora han ido acumulándole una  serie de etiquetas que tienen que ver con la idea general de la anomalía. A los  ojos de la Literatura, ha funcionado como un adorno del lenguaje cuyo juego  genera en el lector una experiencia estética distinta del “lenguaje literal” (Aristóteles,  Dumarsais, Fontannier); y cuando la novedad del juego termina y la metáfora  queda exitosamente integrada al habla cotidiana, se le califica como “metáfora  muerta”, un candidato más a convertirse en locución, expresión idiomática o  integrante del artículo lexicográfico que tenga que ver con una de sus partes o  temas: queda pues, “normalizada”. Otra cuestión muy estudiada sobre la metáfora  es su posible sustitución dentro del discurso. Si la metáfora es una desviación  del lenguaje, debería ser posible expresar la misma idea utilizando un lenguaje  “literal”, es decir, hacer una paráfrasis de la metáfora. Desde el punto de vista de la Lingüística,  la metáfora se explicaba como la comparación tácita de dos objetos. Tácita  porque no es un símil, no contiene el comparativo como y por eso la supuesta comparación queda más a cuenta del  lector o del oyente. ¿En qué se parece el hombre a un lobo? Las teorías  comparatistas llaman Fuente al  elemento que se compara y Meta a  aquél con el cual se le compara. Hay que identificar las características tanto  de la fuente como de la meta y, en una especie de cruce de características, localizar  cuáles tienen en común Klinkenberg (3).   Después vinieron las teorías que no se  contentaban con comparar fuentes y metas sino que, para explicar la desviación  lingüística de la metáfora proponían que los rasgos semánticos de ambos  interactuaban de modo que generaban nuevos significados en la expresión gracias  a las ideas asociadas a estos rasgos. Max Black(4) entre otros enfatizó que  esta interacción ocurre no como un acertijo en una expresión suelta sino que  “[…] la metáfora se realiza en el discurso, está inserta en un ‘texto’ dado y  no necesita ser tratada como una adivinanza. Así que el escritor o el hablante  está empleando medios convencionales para producir un efecto no-estándar al  utilizar solamente recursos sintácticos y semánticos estándar en su comunidad  lingüística”.  Para Searle  la “defectuosidad” de la  metáfora radica no sólo en la incompatibilidad semántica de sus partes sino en  la falsedad que conlleva al enunciarse(5). La metáfora dentro del acto  comunicativo es también anómala.   Desde la perspectiva cognitiva, primero Lakoff  y Johnson y después otros (Fauconnier 1997, Kövecses 2005 y Wilson &  Gibbs 2007) se han encargado de “limpiar” esta “reputación anómala” de la  metáfora, colocándola entre las capacidades cognitivas más importantes,  productivas y cotidianas del cerebro humano: “Nosotros hemos llegado a la  conclusión de que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no  solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema  conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos es,  fundamentalmente de naturaleza metafórica”(6).   Para las ciencias cognitivas, la metáfora,  junto con otras habilidades como la percepción, la memoria o el lenguaje,  constituye una herramienta más mediante la cual el individuo se desenvuelve  satisfactoriamente dentro de su entorno. No habría pues, nada más alejado de lo  anormal que el pensamiento metafórico. Dicho pensamiento se aplica a conductas  no lingüísticas, pero, quedándome en ese plano, el lingüístico, si la metáfora  es tan normal ¿por qué desafía en tantos niveles al lenguaje? Por ejemplo, su  vericondicionalidad o su frecuente imposibilidad de sustitutibilidad en el  discurso por otras formas “literales”. ¿Por qué, en efecto, produce falsedades,  obviedades o incompatibilidades dentro de sí misma? ¿Cuál es el mecanismo que  se activa en el oyente para entender, casi siempre sin error, que se encuentra  ante un dispositivo metafórico del lenguaje, inserto en el resto del discurso?  Dudo inclusive de la validez de esta última pregunta. Pero Donald Davidson y  Brandt y Brandt buscan desentrañar éstas y otras cuestiones. Al terminar de  leer sus artículos, veo diferencias naturales entre sus formas de abordar su  objeto de estudio, pero hay una coincidencia que ya mencioné y que captó mi  atención: la metáfora no se explica sólo mediante una teoría semántica, la suma  de sus partes no permite obtener su significado, con lo cual parece que no  cumple uno de los principios fundamentales de una teoría semántica.  ¿Cuál es la carga semántica de la expresión  metafórica?  Per Aage Brant y Line Brandt, por su parte  plantean que “La expresión metafórica no tiene un significado intrínseco sino  hasta que se utiliza” (2: 219), es decir, su significado se actualiza en el  uso. Consecuente con el cognitivismo, esta perspectiva no sostiene la  composicionalidad semántica; tampoco se preocupa por distinguir los límites  exactos entre significado y uso, es decir Semántica y Pragmática. Si el  significado de una expresión se actualiza en el uso ¿qué aportes hacen uno y  otro? El significado termina siendo la suma de ambos.  Desviación Según Levin, la  desviación se puede dar en el nivel semántico, “By semantic deviance we mean  that type which results from an “improper” collocation of lexical items; viz., Green ideas sleep furiously, where the  deviance is an immediate function of the combined meanings, and where questions  of reference, presupposition, intention, and coincident features of the  nonlinguistic setting are either secondary or do not arise” (1977: 4)(7). Me  parece que a esta desviación se refiere Davidson cuando habla de la metáfora.  Entonces ¿cómo rescata Davidson que el  significado de las palabras de la metáfora es el significado de ésta y al mismo  tiempo sucede una desviación semántica? Otro elemento entra en la explicación:  el uso. El  autor explica que basa su caracterización de la metáfora en la distinción entre  el significado de las palabras y el uso de las palabras: Semántica y  Pragmática. “La metáfora pertenece exclusivamente al dominio del uso” (1978: 436).  En el uso también parece haber una anomalía, por ejemplo, la violación del  principio de Calidad, pues la metáfora puede generar falsedad. Pero para el  autor, el contexto de uso permite “extender” los significados originales de los  componentes de la expresión para introducir otros significados. “[…] in metaphor certain words take on new, or what are often called  “extended” meanings” (1978: 437). Los referentes para una  palabra, en un contexto dado, pueden ampliarse, como en el ejemplo que  proporciona el autor: “the Spirit of God moved upon the face of waters”. “Face”  se refiere no sólo a los rostros sino, en el contexto de la enunciación, a las  aguas.   Pero aún con lo anterior, la explicación  le resulta insuficiente. Más allá de la extensión semántica que el contexto  puede generar, parece que Davidson piensa en la metáfora más en términos de un  acto de habla que en una expresión con un contenido proposicional. No pretendo  desarrollar mucho esta idea, pues me parece que alejaría mi discusión del tema  principal, pero me parece interesante retomar este planteamiento de la metáfora  como acto de habla, parecido a prometer, sugerir o amenazar.  En esto, Max  Black en su réplica contra Davidson establece: “To be sure, Davidson’s many  remarks about the effects of a  metaphor might suggest that he is more interested in what Austin would have  called the perlocutionary effects of metaphorical discourse than in any  postulated illocutionary force of metaphorical utterance” (1979: 138). Estos  efectos perlocutivos serían algo así como hacer que el otro ponga atención en  una relación de similitud entre dos cosas. Marga  Reimer(8), en la defensa de Davidson, también coincide con Black: “As Davidson  claims, the speaker’s intention is to do something  – typically, to get the hearer to notice certain  similarities between two (or more) things; it is not, or at least needn’t be,  to communicate a “proposition” of any sort” (2001: 148). ¿Y  por qué no es comunicar una proposición? Porque ésta resulta, como ya vimos,  trivial o falsa.  Introducir lo anterior me pareció  relevante para decir que entonces para Davidson, la división entre semántica y  pragmática es pertinente y le resulta necesaria para sostener una explicación  semántica que salve la composicionalidad de la expresión y a la vez dé cuenta  de sus anomalías semánticas. La Pragmática le añade a la expresión rasgos  semánticos adicionales que le permiten al signo abarcar más denotata. Es decir que el uso permite  una extensión semántica de los rasgos nucleares de una palabra. Pero esto no es  suficiente: la metáfora puede además ser vista como un acto de habla, es decir  el acto de hacer que otro ponga atención en una cierta relación existente entre  dos cosas.     Brandt y Brandt no resuelven así la  “desviación” pues para ellos no hay tal. La metáfora no es necesariamente un  acto de habla pero sí forma parte del contenido de la comunicación entre los  interlocutores, puede ser parte de un acto de habla.. Son los elementos que  rodean este intercambio y lo que significan lo que, aunado a la semántica de la  expresión, componen el significado de la metáfora.  Interpretación  Aquí nuevamente hay algunas diferencias:  para Davidson la interpretación que le da el autor de la metáfora a su metáfora  no necesariamente coincide con la del oyente. Me parece que esto es lógico en  vista de que para Davidson las palabras que están codificadas en la expresión  son su significado; quizá no le parezca tan importante la interpretación que el  hablante quiere generar (el sentido que quiere dar a su expresión), lo  importante es qué hace el oyente para: 1) determinar que lo que acaba de ser  dicho es una metáfora y 2) interpretar dicha expresión. Una respuesta parcial  es, nuevamente, la del acto de habla: el oyente debe poder entender que lo que  tiene ante sí no es una proposición sino una acción, una intención comunicativa  por parte del hablante.  Por otro lado, para Per Aage y Line Brandt  el hablante y el oyente comparten un mismo espacio mental, es decir, un espacio  semiótico en donde uno ejecuta un acto de habla y el otro lo descifra, en sus  propias palabras “Este contenido semántico, que es inherentemente  intersubjetivo, generado a partir de la intención del hablante de hacer que su  interlocutor reconozca su enunciado como un intento de involucrarse en un  evento semiótico de atención compartida, junto con las implicaturas  pragmáticas, constituyen el significado de la metáfora” (2005: 219). Para los  autores no es importante si el análisis se hace desde la perspectiva del  hablante o del oyente, pues el contenido mental de la expresión es compartido  (2005: 219).  Es decir que para Davidson las  interpretaciones de los interlocutores están desvinculadas, mientras que para  los Brandt son representaciones mentales hasta cierto punto compartidas dentro  de un espacio comunicativo. Dichas representaciones compartidas son producto de  una vivencia cultural que los interlocutores tienen en común y pueden llevarlos  a atribuir significados parecidos a sus intercambios.     Lo anterior me parece muy importante pues  da pie al uso de distintos términos para hablar, quizás, de lo mismo. Como para  Davidson las interpretaciones no necesariamente son las mismas entre los interlocutores,  debe referirse al contexto de la enunciación como el elemento que dispara la  extensión semántica de los constituyentes de la metáfora, el contexto sí es  compartido. Como para los Brandt, el elemento que se une al significado de los  constituyentes es un esquema mental común de los interlocutores, deben llamarle  semiosis.   Conclusiones   En ambos casos el significado de las  partes de la expresión es insuficiente; la explicación del significado de la  expresión semántica requiere la inclusión de otro elemento para satisfacerse.  Uno es un elemento claramente pragmático  (Davidson) y el otro es semiótico (Brandt & Brandt).   Pero pienso que las naturalezas diferentes  de estos elementos generan un matiz diferente en cuanto a la noción que ambos  tienen de composicionalidad. La explicación satisfactoria del significado  metafórico para ambos casos estriba en la adición de un elemento contextual  (esquema mental compartido o contexto de enunciación) al significado meramente  semántico. Sin embargo, pienso que Davidson rescata el principio de  composicionalidad puramente semántico a pesar de incluir un elemento pragmático  en la explicación ya que nos dice que es el uso de las palabras el que añade al significado de las mismas rasgos semánticos que  permiten ampliar el denotata del  signo lingüístico, es decir, generando una extensión semántica. Pero justamente  se trata de una extensión semántica.  Si, como lo leyeron Black y Reimer, Davidson también supone que la metáfora  pueda ser un acto de habla cuyo contenido es lo que dicen las palabras pero con  un efecto perlocutivo que las supera, la conclusión para Davidson sería que la  metáfora continúa significando lo que significan, de manera extendida por el contexto de su enunciación, sus  constituyentes. La composicionalidad semántica se salva y finalmente para  Davidson la explicación de la metáfora sí se satisface con una teoría semántica.  Lo que se hace con ella, es decir, la  intención comunicativa del hablante y el efecto perlocutivo en el oyente,  forman parte ya de la Pragmática.  Pienso que para Brandt y Brandt la composicionalidad se mantiene también, aunque en una versión más laxa: el significado de la expresión lingüística es la suma de los significados de las partes más la suma de los elementos del espacio semiótico, es decir, el espacio comunicativo donde sucede el intercambio y los esquemas mentales de los interlocutores. La composicionalidad se salva si aceptamos que los elementos que componen el significado son semánticos y semióticos. Esta postura me parecería aceptable desde el punto de vista saussureano puesto que para Saussure, la lingüística es una rama de la semiología. Sin embargo, no se trata de la misma composicionalidad que busca sostener Davidson.  | 
    
| Referencias | 
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3. Klinkenberg, J. “Métaphore et cognition”. En : Charbonnel, Nanine ; Kleiber, Georges (eds.). La métaphore entre philosophie et rhétorique. Paris: Presses Universitaires de France, 1999. Volver al texto  | 
    
4. Black, M. More about metaphor. En: Ortony, Andrew (ed.). Metaphor and thought. Cambridge: Cambridge University Press, 1993, p. 19-41. Volver al texto  | 
    
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8. Reimer, M. “Davidson on metaphor”. En: French, Peter A.; Wettstein, Howard K. (eds.). Figurative language. Boston: Blackwell, 2001, p. 142-155 (Midwest studies in philosophy; 25). Volver al texto  | 
    
| Obras citadas | 
Aristóteles Arte poética, arte  retórica. México: Porrúa. 1999.  | 
    
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