Los estudios en comunicación social han pasado por diferentes  tradiciones epistemológicas. Los estudios pioneros estuvieron permeados por la  lógica de la psicología conductista y el estructural funcionalismo. 
         
Harold Lasswell estudió la influencia de la  propaganda bélica en las tropas norteamericanas, su primera publicación  “Técnicas de propaganda en la Guerra Mundial” data de 1927. También es el  creador del llamado “paradigma de Lasswell”: ¿Quién, dice qué, por qué canal y  con qué efecto? Para las investigaciones en medios de comunicación masiva. 
 
En esta corriente de pensamiento podemos encontrar a  los principales investigadores de la denominada Mass Communication Research,  con nombres como Paul Lazarsfeld y, también, con los aportes de Robert Merton  (muy cercano en sus influencias a Lazarsfeld). 
 
Este es uno de los “grandes” paradigmas de  investigación en comunicación. Generalmente se toman como pioneros o primeros  intentos en los estudios de medios masivos de comunicación. Ahora bien, que sea  uno de los primeros, no significa que sea el único o el más relevante. En el  devenir de la investigación en comunicación, no se deben dejar de lado los  aportes de crítica cultural y del modo de producción capitalista de la Escuela  de Frankfurt. Filósofos de la Talla de Theodore Adorno y Max Horkheimer se  atrevieron a dilucidar las relaciones entre comunicación, cultura y capital: de  allí su célebre concepto de industria cultural. 
 
Un aspecto a veces relegado de los estudios de  comunicación es la influencia de los sistemas de comunicación o sistemas de  información. La conocida Teoría matemática de la comunicación fue presentada  por Claude Shannon (disciplulo de Norbert Wienner) en 1949 en los laboratorios  de la Bell System, filial de la American Telegraph and Telephone (AT&T) 
La cultura y la comunicación empezaron a tejer relaciones  sólidas, dejando entrever unos espacios temáticos, una apertura de campo que  pasó por alto la sola relación entre medios e individuos (medios masivos de  comunicación) y la crítica de la cultura. Allí se establecieron nuevas formas  de ver la comunicación a través de manifestaciones culturales propias y con  sentido de clase. La comunicación y los procesos culturales aportan una  perspectiva de un gran corolario para la comprensión de la producción cultural  y los momentos de codificación y decodificación de la cultura. La Escuela de  Birmingham fue pionera en estos trabajos. Sus aportes van desde el análisis  literario con Raymond Williams hasta la producción de la comunicación con  Stuart Hall, inaugurando los denominados estudios culturales. 
 
Estos grandes paradigmas influenciaron a la gran  mayoría de investigadores en comunicación. Se sabe que existen más y que es  injusto no mencionarlos, pero a los fines de estas reflexiones, interesa  particularmente mencionar las relaciones entre los estudios culturales, el  espacio epistemológico de la comunicación (como disciplina o campo de estudios)  y las lógicas de investigación interdisciplinarias y transdisciplinarias. 
          
        Comunicación y  cultura 
        Como decíamos en la introducción a este trabajo, los  estudios culturales han configurado una lógica de producción y un escenario  epistemológico sostenido en la idea de transdisciplina e interdisciplina  basados en la multidimensionalidad de la cultura. 
           
  En otros términos, podemos afirmar que el estudio de  la cultura emerge como un espacio transdisciplinario por las características  múltiples de su objeto: al abordar la cultura y todos sus matices, este espacio  “multi” permite la reflexión o experiencia de investigación transdisciplinaria  o interdisciplinaria. Es decir, es el objeto lo que distingue a éstas  investigaciones: la cultura. 
        “La indagación sobre las posibilidades de convivencia  multicultural tiene cierta analogía con la construcción de proyectos  interdisciplinarios. Si estamos en una época post y multi, si hace tiempo que  es imposible instalarse en el marxismo, el estructuralismo u otra teoría como  única, el trabajo conceptual necesita aprovechar diferentes aportes teóricos  debatiendo sus intersecciones”[1]. 
        Los estudios culturales proclaman un apertura hacia  lo “multi” –como el carácter principal del objeto que estudian: la cultura-, lo  “inter” y lo “trans” (como experiencia de investigación). En aras del abandono  disciplinar, debido a una supuesta ineficacia de las disciplinas y ciertos  espacios teóricos para el abordaje de la cultura y sus problemáticas –como la  comunicación- se configura un espacio de reflexión que atraviesa con múltiples  miradas el suelo epistemológico de la comunicación y la cultura. 
           
          La comunicación (debido al binomio  comunicación-cultura) se presenta como un lugar de pensamiento y producción de  conocimientos de características similares. Es allí donde aparecen nociones  como los mosaicos y los palimpsestos. En donde las miradas múltiples exigen la  confluencia de esfuerzos y las percepciones solo pueden ser de conjunto en un  desorden aparente, sin unidad conceptual propia. 
           
        Cabe destacar que la comunicación y la cultura  aparecen como espacios privilegiados de estas reflexiones inter y  transdisciplinarias. Ese cruce de comunicación y cultura no solo le da a este  campo autonomía e identidad, sino también cierta superioridad o, mejor aún,  capacidad paradigmática. 
         
         “La  pregunta de fondo podría formularse en estos términos: ¿qué constituye la  especificidad cognitiva de lo comunicativo —qué plano o dimensión de lo real  social emerge en la investigación de la comunicación— entendido no como un  saber que se autoconstituye sino como un campo de conocimiento —de  problemas/objeto de conocimiento— construido en el espacio/encrucijada de las  ciencias humanas y/o sociales? Para situar en su verdadero plano lo que aquí  está en juego necesito de un pequeño rodeo. Pues encrucijada nombra no sólo el  carácter transdisciplinario del conocimiento acerca de lo comunicativo sino  algo más de fondo: su estatuto paradigmático […] Wienner ubica el estudio de la  comunicación en el ámbito de las "regiones fronterizas", tanto de las  ciencias sociales como de las naturales, aún más entre unas y otras, lo que  implicaba que más que de una nueva disciplina, de otro saber especializado, se  trataba de un nuevo modo de saber: aquel que posibilitaba pensar  comunicativamente los comportamientos, esto es alumbrar un nuevo paradigma,  semejante a la "mathesis universalis" con que Galileo buscó pensar  matemáticamente los fenómenos”[2]. 
        Tenemos así un nuevo espacio de pensamiento que es  indefinible en términos disciplinares. Y eso no es todo. La comunicación, o los  estudios sobre comunicación y cultura, son paradigma: no se trata solamente de  un mapa nocturno de consumos y  placeres, ahora nos involucramos en una mathesis  universalis como la de Galileo Galilei.  
           
          Lo que está verdaderamente en juego es la capacidad  disciplinar de la comunicación (con la cultura) de sostener argumentos teóricos  sólidos, independientemente de su estatus epistemológico. Sostener que lo  comunicativo es paradigma o mathesis de una experiencia epistemológica nueva,  en las fronteras, o una filosofía de la ciencia alternativa no hace más que  abrir, nuevamente, la discusión sobre la ontología de la comunicación y la  especulación sobre los programas de investigación en ciencias sociales. 
           
        Ahora bien, la encrucijada entre comunicación y  cultura reclama una mirada de tipo interdisciplinaria, debido a la  “complejidad” o multicausalidad de sus objetos y problemáticas de estudio. Los  estudiosos de la cultura argumentan que los cruces entre comunicación y cultura  dejan de lado las lógicas disciplinarias y se meten, tal vez a la fuerza, tal  vez con cierta complacencia, con otros espacios de conocimiento que –algunos de  ellos- no tienen tradición académica. 
        “Con el tiempo, la interdisciplina, las  migraciones, la comunicación masiva y otros desórdenes del mundo volvieron  porosas las paredes que separaban a los departamentos. Llegaron entonces los  cultural studies, y también los estudios culturales latinoamericanos -que no  son la traducción de los angloamericanos, pero tienen paralela vocación  transdisciplinaria- y hallaron, entrando por la puerta de la filosofía, caminos  hacia la antropología, y que lo que se aprendía en letras, economía 
          o sociología servía para introducirse,  aunque fuera por las ventanas, a otros edificios”[3]. 
        Si bien podemos aceptar, como afirma Samaja[4], que  todo objeto o problemática de estudio es complejo esto no nos hablita a pensar  que una perspectiva multicausal derive en una investigación inter o  transdisciplinaria. De hecho, podemos diferenciar, como haremos en el apartado  siguiente, entre investigaciones interdisciplinarias y transdisciplinarias. 
  Ésta es una mirada bastante sesgada de lo que se  entiende por interdisciplina y transdisciplina. Primero porque la posesión de  un objeto propio de investigaciones no asegura, a priori, la práctica de estas formas complejísimas de producir  conocimiento. Segundo, las Ciencias Sociales, las Humanidades y el Arte no son  espacios de conocimiento que hayan iniciado una reflexión –mucho menos,  acabada- sobre la complejidad, la interdisciplina y la transdisciplina. Aquí  entramos en el terreno de las ciencias exactas y las de la naturaleza, que,  dicho sea de paso, son necesarias en un discusión –al menos-  interdisciplinaria. 
   
          Surge una pregunta importantísima al final de este  apartado que se orienta por la reflexiones de Roberto Follari[5], ¿qué cosas  de la cultura y la comunicación no pueden ser analizadas desde una lógica  disciplinar?¿No podemos tomar en un proyecto de investigación a la cultura y a  la comunicación como variables, con sus indicadores construidos bajo una mirada  disciplinar? 
           
        La construcción de una problemática inter o  transdisciplinaria de investigación lleva años de planificación y discusión con  territorios epistemológicos diferentes –ni siquiera tienen como condición ser  cercanos- que sirvan para la solución de un conflicto o problemática que pueden  vincular en su estructuración, al medioambiente, los fenómenos físicos,  matemáticos y sociales. 
          
            Interdisciplina  y transdisciplina 
        La investigación disciplinaria plantea problemáticas  afines a estructuras de pensamiento institucionalizadas en áreas o campos de  saber. Es decir, el espacio de conocimiento de la comunicación y la cultura son  congruentes y similares a estadios de pensamiento e investigación sostenidos  por disciplinas académicas. Esto no tiene una carga peyorativa. No está mal la  división disciplinar ni tampoco sus reflexiones e identificación de problemáticas:  lo que hace ruido, sobremanera, es proclamar que los límites de una actividad  de investigación –como la comunicación y/o la cultura- propongan, de manera  multicausal, una reflexión que trascienda lo disciplinario desde ese espacio  –las disciplinas. No se puede hacer investigación “inter” o “trans” desde una  lógica disciplinar, atendiendo a objetos o problemáticas propias de una disciplina (o varias).  
        “Y es este el último -pero no el menos importante-  punto que queremos destacar en cuanto al problema del conocimiento  interdisciplinar, tal como lo presentan los estudios culturales hoy con fuerte  vigencia: la supremacía implícita otorgada al tema de la cultura que, al  haberse “superado” las perspectivas disciplinares, lleva a connotar que  problemas como el de la identidad serían más relevantes que los del ajuste  estructural, o que la discusión acerca de las clases sociales ya no viene a  cuento, en tanto se entiende que desde el punto de vista cultural no es  pertinente. La denominada “transdisciplina” supone así, de hecho, asumir el  privilegio de decir la palabra legitimada no sólo sobre un determinado ámbito  disciplinar, sino sobre otros diferentes dentro de las ciencias sociales. Pero  a la vez permite no asumir a estas últimas a fondo, porque en los hechos se  está privilegiando (y no podría ser de otra manera, excepto que se hiciera un  arduo trabajo de equipos interdisciplinares) un cierto punto de vista sobre los  otros posibles. En este caso, la cultura desplaza a lo económico”[6]. 
        Como dice Follari, el espacio de la cultura aparece  como un nuevo vertebrador de investigaciones, que, por las características  propias de ese espacio, suponen un área de indagación y un territorio  epistemológico capaz de articularse en sentido inter y transdisciplinario. Pareciera  ser que la tensión comunicación y cultura ha superado el espacio de reflexión  disciplinar, dejando atrás los estudios previos que configuraron e instituyeron  a la comunicación como disciplina y área de estudios. 
           
          La emergencia de esta tensión, lejos de instaurarse  como tema de investigación con múltiples variables, parece imponerse como una  nueva forma de entender el mundo desde una lógica que excede al espacio  disciplinar: lo “inter” y “trans” aparece como un adjetivo, como una cualidad  de esa emergencia. Ahora bien, la lógica de construcción de conocimientos en el  área disciplinar es muy diferente a la de una investigación o proyecto inter o  transdisciplinario. 
        La tensión comunicación y cultura, desde una mirada  múltiple, no asegura el tratamiento lógico que se debe dar a una investigación  de éstas características.  
        “La interdisciplina supone la integración de  diferentes enfoques disciplinarios, para lo cual es necesario que cada uno de  los miembros de un equipo de investigación sea experto en su propia disciplina.  En este sentido, el equipo de investigación es multidisciplinario. La  diferencia fundamental entre una investigación interdisciplinaria y las  llamadas investigaciones multi (o "trans") disciplinarias está en el  modo de concebir una problemática y en el común denominador que comparten los  miembros de un equipo de investigación. 
           
        Mientras que en el caso de las investigaciones  multidisciplinarias se suelen sumar los aportes que cada investigador realiza  desde su disciplina particular en torno a una problemática general que puede  ser analizada desde diferentes perspectivas, una investigación  interdisciplinaria supone la integración de estos diferentes enfoques para (es  decir previa a) la delimitación de una problemática. Dicho de otra manera, mientras  que en un caso lo que se integra son los resultados de diferentes estudios  sobre una problemática común, en el caso de la interdisciplina la integración  de los diferentes enfoques está en la delimitación de la problemática”[7]. 
        Como podemos ver, entender las diferencias entre  enfoques disciplinarios, interdisciplinarios o transdisciplinarios (García  incluye los multidisciplinarios) no reside en las características especiales de  un objeto prediseñado, todo lo contrario, la lógica interdisciplinaria supone  la integración de conocimientos para la delimitación de una problemática. En  otras palabras: no se trata de un objeto con múltiples perspectivas o  atravesado por muchas dimensiones, es, por otro lado, una construcción  diferente de las problemáticas de estudio que incumben a distintas regiones de  pensamiento. Así, en una lógica interdisciplinaria podemos incluir disciplinas  diversas que, de otra manera, no tendrían contacto con las ciencias sociales.  Físicos, biólogos y comunicadores podrían pertenecer a un grupo de  investigación interdisciplinario sin tratar, necesariamente, temas de  comunicación y cultura. 
           
          En esta lógica de trabajo se trata de construir la  problemática en términos teóricos compartidos por el equipo de producción de  conocimientos interdisciplinarios. La comunicación y la cultura podrían formar  parte de este entramado teórico, pero no serían los únicos aspectos o  territorios conceptuales a trabajar puesto que, dependiendo de los integrantes  del equipo, tal vez no sean conceptos compartidos. 
           
        Otros problemas, de mayor complejidad, se plantean  cuando tomamos el concepto de transdisciplina. Vayamos a las fuentes y  analicemos la Carta de la Transdisciplinariedad del Primer Congreso Mundial de  Transdisciplinariedad (Convento de Arrábida, Portugal, noviembre, 2 a 7 de  1994). Aquí se firma un “contrato moral” sobre el pensamiento  transdisciplinario, una base ética de trabajo y razonamiento epistemológico. 
         
        — La proliferación actual de las disciplinas  académicas y no-académicas conducen a un crecimiento exponencial del saber que  hace imposible toda mirada global del ser humano. 
  — Sólo una inteligencia que dé cuenta de la dimensión  planetaria de los conflictos actuales podrá hacer frente a la complejidad de  nuestro mundo y al desafío contemporáneo de la autodestrucción material y  espiritual de nuestra especie. 
  — La vida está seriamente amenazada por una  tecnociencia triunfante, que sólo obedece a la lógica horrorosa de la eficacia  por la eficacia. 
  — La ruptura contemporánea entre un saber cada vez más  acumulativo y un ser interior cada vez más empobrecido conduce a un ascenso de  un nuevo oscurantismo, cuyas consecuencias en el plano individual y social son  incalculables. 
  — El crecimiento de los saberes, sin precedente en la  historia, aumenta la desigualdad entre aquellos que los poseen y los que  carecen de ellos, engendrando así desigualdades crecientes en el seno de los  pueblos y entre las naciones de nuestro planeta. 
  — Al mismo tiempo que todos los desafíos enunciados  tienen su contraparte de esperanza y que el crecimiento extraordinario de los  saberes puede conducir, a largo plazo, a una mutación comparable al pasaje de  los homínidos a la especie humana[8]. 
        Lo transdisciplinar no solo plantea los conflictos  éticos y morales que conlleva el pensamiento disciplinar, de carácter  acumulativo y fragmentario que, en la mayoría de los casos son productores de  tecnologías triunfantes. La necesidad de un pensamiento global (de alcances  globales) comprometidos con el desarrollo de la humanidad son los ejes y criterios  que guían al pensamiento transdisciplinario. No se trata aquí de múltiples  miradas, ya no tiene que ver la pluralidad de conceptos, prácticas y saberes  diferenciados por perspectivas culturales diversas; debemos poner el acento en  la producción de conocimientos por y para la humanidad a escala global, dejando  de lado las fragmentaciones objetuales de los saberes e integrando a nuestra  humanidad en todas las áreas del conocimiento, incluido el arte (es decir una  lógica que no es exclusivamente científica). 
           
        De esta manera, lo transdisciplinario se ubica en un  sistema de mayor comprensión que el de la cultura y la comunicación, envuelve a  esta tensión y la deja obsoleta en lo “trans”: la humanidad no es solo cultura,  también es biología, física, ingeniería y química. Todo ello sirve para pensar  el desarrollo de lo humano en un código ético y moral incluyente, totalizador y  global. 
        Conclusiones 
        Podemos decir, entonces, que la tensión entre  comunicación y cultura no es un espacio suficiente para la construcción de un  saber que trascienda los límites disciplinares. En todo caso, podemos afirmar  que esa “complejidad” o multicausalidad de lo comunicativo/cultural permite una  apertura hacia otras regiones pero que no asegura, para nada, la constitución y  construcción de saberes inter y transdisciplinarios. 
           
  Eliseo Verón, en un artículo llamado “Entre la  epistemología y la comunicación”, diferencia distintas funciones de comunicación  para la ciencia[9]. Pondremos aquí el acento en dos de ellas. La primera es la comunicación  endógena intradisciplinar, en donde los enunciadores y destinatarios se ubican  en un mismo sector disciplinar. La segunda de ellas es la comunicación endógena  Interdisciplinar, el eje de esta función está dado en el diálogo entre  diferentes campos disciplinares. A la hora de pensar las implicaciones de la  comunicación y la cultura, podemos incluirlas en la función de comunicación de  la ciencia número uno. Es decir, todas aquellas producciones de conocimiento en  esa tensión están dirigidas a científicos de esa misma identidad institucional.  Con ello no decimos que un físico no lea sobre cultura y comunicación, sino que  esos estudios poco influyen en la dinámica institucional del físico. 
   
  Las lógicas de producción de conocimientos inter y  transdisciplinarias necesitan de una apertura que rompa con los bordes  institucionales de las disciplinas. Ello implica un diálogo serio y consensuado  con especialidades muy diferentes a las de las Ciencias Sociales. El espacio de  la cultura y el de la comunicación no son suficientes para pensar, por derecho,  de manera inter o transdisciplinaria. Las problemáticas de la interdisciplina  se construyen por consenso teórico. Los objetos transdisciplinarios tienen  relevancia ética global para la humanidad toda y, también, como los  interdisciplinarios, tienen espacios de construcción colectiva de diferentes  áreas del saber. 
   
  Seguramente la comunicación y la cultura plantean  temáticas complejas y de alcance global, pero, aún así, debe esperarse un  tratamiento responsable de esa complejidad, a través de estudios de carácter  interdisciplinario o transdisciplinarios teniendo bajo la lupa las  características antes mencionadas. 
        
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