Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales  | 
    
 Volumen 11, nº 2 (2013)  | 
    
| La noción de participación en el campo de la comunicación | 
    
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         por María Eugenia Iturralde  | 
    
Licenciada  en Comunicación Social, Facultad de Ciencias Sociales (FACSO), Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN).  | 
    
| eugeniaiturralde@yahoo.com.ar | 
| Resumen | 
A mediados del siglo XX surgen diferentes  enfoques teóricos en materia de comunicación y desarrollo, que pueden ser  clasificados en dos corrientes: el difusionismo y el modelo participativo.   | 
    
| Palabras clave | 
| Comunicación, desarrollo, participación. | 
| The notion of participation in the field of communication | 
| Abstract | 
Diffusionism and participatory model mid-twentieth  century different theoretical approaches to communication and development,  which can be classified into two streams arise.   | 
    
Key words  | 
    
| Comunicación, development, participation. | 
| Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum Cienc. Soc. 2013; 11(2). Disponible en internet: http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v11_n2_07.htm | 
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| Introducción | 
La primera mitad del siglo XX  será testigo del surgimiento de la radio y  la televisión, medios de comunicación generadores de profundos cambios en la  vida social, y también de reflexiones en el mundo político y en el intelectual.  A partir de  la segunda mitad del siglo  una parte de esos análisis sobre medios se han centrado en la comunicación y el  desarrollo, constituyendo enfoques teóricos que suelen ser clasificados en  dos corrientes: el difusionismo y el modelo participativo.  Progreso y desarrollo En el siglo XIX los  recién conformados Estados nacionales concebían a la ciencia y la técnica como  principios racionales para la modernización y el desarrollo de las fuerzas  productivas. Es en este contexto en el que se entiende a la universalidad de la  escolarización como una medida necesaria para lograr la legitimación de los  criterios racionales. Décadas más tarde, el modelo dominante en  sociología clasificaba a los países en “desarrollados” y “subdesarrollados”.  Los primeros, postulados como modelo a seguir, son los que han conseguido un  alto nivel de industrialización y se organizan en sociedades caracterizadas  como racionales y democráticas. Los subdesarrollados  son aquellos que aun no han logrado progresar, poseen sociedades  con una estructura agraria tradicional, bajos niveles de ingreso per cápita,  concentración poblacional en zonas rurales y deficiente organización del  gobierno. Esta perspectiva considera que los últimos carecen de criterio  racional y espíritu de empresa y se encuentran en una etapa ya superada por los  países desarrollados. La sociedad industrial es sinónimo de progreso y ese es  el único camino posible, sólo es cuestión de esperar a que los subdesarrollados  superen las etapas necesarias para alcanzar la organización racional (3). El  camino a la industrialización es presentado como única opción, más tarde o más  temprano la razón llevará a los países subdesarrollados a conseguir el progreso.              En el siglo XX la razón moderna es interpelada,  algunos intelectuales comienzan a preguntarse si todas las consecuencias de las  investigaciones científicas son positivas y si conllevan un progreso social  universal. El ideal de progreso moderno, que decantaría en una sociedad mejor y  más justa, tiene que sostenerse frente al empleo de bombas atómicas, la  creación de campos de concentración y centros de exterminio (4). Las  expectativas de emancipación depositadas en la razón iluminista se rendían  frente a la razón instrumental puesta al servicio de la acumulación de capital  (5).      En las primeras décadas del siglo XX los Estados  se ocuparan de proponer y hacer cumplir normas para la organización social,  pero también de orientar la economía para que el progreso no detenga su marcha.  La lógica de acumulación de capital y la división internacional del trabajo  marcaron progresos diferenciados de los Estados: las potencias coloniales como  Inglaterra, Francia y Alemania desarrollaron tempranamente sus industrias, a  diferencia por ejemplo de América Latina que encontró su lugar en el mercado  internacional como proveedora de materias primas. En este momento histórico la  noción de progreso da lugar al concepto de desarrollo, y en ese sentido los Estados  nacionales basados en la legitimidad otorgada por la representación llevan  adelante acciones que involucran al   colectivo social. El desarrollo complejiza al progreso porque implica  una intervención -legitimada por la representatividad- efectuada por el Estado  en función del bien común (6). Las ideas respecto del progreso -pensado como  etapas en las cuales algunos países logran la industrialización tempranamente,  mientras que los otros la lograran más tarde impulsados por la razón moderna-  son revisadas y se incluye la noción de intervención. La figura del Estado como  interventor necesario para lograr el progreso da paso al concepto de  desarrollo.           El desarrollo se fue modificando con el correr de  los años, Cimadevilla ubica el surgimiento de esta idea fuerza en la década de  1930, en la primera etapa se hace referencia al desarrollo económico, en  la década de 1960 a desarrollo económico y social, en 1980 a desarrollo integrado, en 1990 a desarrollo neoliberal en el que el Estado se  repliega para no interferir en la economía, y más tarde aparecen el desarrollo  humano, otro desarrollo y desarrollo sustentable o sostenible (6).  La idea de desarrollo cobra fuerza hacia la mitad del siglo XX y su estrecho vínculo con el Estado hace que se modifique de acuerdo al modelo de Estado vigente. Otro aspecto a tener en cuenta es que el correr del tiempo y los análisis agregaron otro factor: la diversidad. Mientras que el progreso y el desarrollo en sus inicios eran presentados como universales, el transcurso de las décadas evidenció la importancia de los factores espaciales, coyunturales y socioculturales. En lo que respecta a la espacialidad, por ejemplo, se hace referencia a desarrollo nacional, desarrollo regional y desarrollo local. Este recorrido evidencia la necesidad de desentrañar desde qué sectores se sostienen las afirmaciones universales, en el caso de la investigación científica no se puede hablar de un progreso dado sólo por el desarrollo de la misma sino se pone en relación al impacto social que sus acciones generan.Comunicación y desarrollo en América Latina  Primero fue la radio, en el caso de Argentina es  en el año 1920 cuando “Los locos de la azotea” transmitieron “Parsifal”, el  festival sacro de Ricardo Wagner, desde el Teatro Coliseo de Buenos Aires.  La televisión llegaría años más tarde, en la  década de 1930 en Europa. En Argentina la primera transmisión televisiva se efectuó  el 17 de octubre de 1951, una fotografía de Eva Duarte apareció en las  pantallas e inmediatamente después el acto del Día de la Lealtad Peronista.  Luis Ramiro Beltrán  afirma que la práctica antecedió a la teoría y describe tres iniciativas de las  décadas de 1940 y 1950 en América Latina, que precedieron a las reflexiones en  torno de la comunicación y el desarrollo: las radios escuelas de Colombia desde  las que el párroco Joaquín Salcedo brindaba apoyo educativo a los campesinos  con el objetivo de lograr el desarrollo rural, las radios mineras de Bolivia  autogestionadas por los trabajadores indígenas para comunicarse mejor entre sí,  y servicios públicos en educación agrícola, sanitaria y audiovisual  copatrocinados por los gobiernos de Estados Unidos y de países  latinoamericanos. Una década después del surgimiento de estos proyectos aparece  la teorización en Estados Unidos (7). Existen diferentes enfoques teóricos en  materia de comunicación y desarrollo, el autor Aldo Vásquez Ríos, citando a Jan  Servaes, analiza y describe dos: el difusionismo y el modelo participativo (8).  El difusionismo es un modelo de  comunicación para la modernización que centra su análisis en los medios de comunicación.  Los siguientes autores son inscriptos dentro de este modelo: Shannon, Weaver,  Lasswell, Schramm, Lazarsfeld, y Rogers. De acuerdo a este enfoque la  transferencia de innovaciones tecnológicas generaría predisposición para que  los “países subdesarrollados” salgan de esa situación. Es decir, algunos  Estados se encuentran de paso desde la tradición  hacia modos de vida más complejos, y la tecnología es pensada  como un elemento fundamental para lograr ese cambio (8).  
 A fines de la década de 1940 se implanta en  Latinoamérica el modelo de desarrollo vigente en los países hegemónicos,  acompañado de asistencia técnica y económica de Estados Unidos. Los gobiernos  locales lo adoptan sin titubear, pero a inicios de la década de 1960 empieza a  ser blanco de críticas por parte de intelectuales de la región.  En respuesta al modelo difusionista, surge  un movimiento crítico conocido como “Teoría de la Dependencia”, desde el cual  se denuncia que los países Latinoamericanos son proveedores de materias primas  baratas utilizadas para la obtención de productos manufacturados que luego  Estados Unidos vende en la región a un precio elevado. Estas denuncias desnudan  la estructura de dependencia que no permite el efectivo desarrollo de la  región, sino que favorece al país que se muestra como colaborador mientras  logra negocios por demás rentables. Las Teorías de la Dependencia darán paso a  los modelos de la participación respecto a la comunicación y el  desarrollo.      A los fines de este trabajo, en lo que respecta al modelo de la participación, analizaremos las propuestas impulsadas por la UNESCO. Propuestas impulsadas por la UNESCO En la década de 1970 el terreno político se  encontraba marcado por la disputa que enfrentaba a Estados Unidos con la Unión  de Repúblicas Socialistas Soviéticas: la denominada Guerra Fría. Las dos  superpotencias de ese entonces, sostuvieron una carrera armamentística, un  enfrentamiento económico e ideológico para imponer su posición a nivel global.  Años atrás se había conformado el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL),  con el objetivo de diferenciar las posiciones del “Tercer Mundo” con las de los  países centrales. A partir de ese momento comienzan las denuncias ante  organismos internacionales sobre dominación y desequilibrio informativo. Frente  a este escenario, los países del denominado “Tercer Mundo” eran numéricamente  superiores, puesto que a ellos se sumaban los Estados que, de manera reciente,  habían logrado su independencia política (países de Asia, África y América  Latina). El Movimiento de Países No Alineados exigía la implementación de un  Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) que contemple a sus estados  florecientes. Este reclamo fue acompañado por el pedido de un Nuevo Orden  Internacional de la Información y la Comunicación (NOIIC), con el objetivo de  favorecer las condiciones de descolonización informativa y cultural respecto a  los países más poderosos (9).  Las denuncias del Tercer Mundo, fueron escuchadas  por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas  (ONU) y la UNESCO, quienes encargaron un informe a la Comisión Internacional de  Estudio sobre los Problemas de la Comunicación, presidida por Sean MacBride. En  1980 es presentado el trabajo titulado “Un solo mundo, voces múltiples”, más  conocido como el Informe MacBride, en el que se evidencian los desequilibrios y  la dominación respecto a la cultura y la información (10). En respuesta a dicho  informe, en el año 1981, empresarios de Medios de Comunicación de diversos  países se reúnen en Francia y firman la Declaración de Talloires titulada  “Voces de Libertad” (11).  Durante la década de 1980 avanza el  neoliberalismo y las denuncias del Movimiento de Países No Alineados dejan de  ser parte de la agenda política internacional, no porque el desequilibrio  informativo haya sido terminado, sino porque los países pobres son aplastados  por los intereses de las crecientes deudas externas y silenciados con la  retirada de la UNESCO de países como Estados Unidos, Japón e Inglaterra con los  fondos que proveían a dicha organización.  Este debate no ha sido saldado, incluso fue silenciado y olvidado por los mismos organismos que lo alentaban. Pero a casi treinta años parece reanudarse en la Argentina, a la luz de las discusiones en torno a la “Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual” (LSCA), sancionada en 2009. Participación en medios de comunicación La sanción de la Ley  de servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina  forma parte de un proceso iniciado en la década de 1970 a nivel  mundial. Desde ese momento la discusión sobre políticas nacionales de  comunicación y el desequilibrio informativo existente entre países centrales y  de la periferia, ha tenido períodos de mayor visibilidad en las agendas  públicas, tanto de organismos multilaterales como de los centros académicos. Si  bien estos temas son discutidos y analizados desde hace décadas, uno de los  déficits detectados por quienes pretenden cambios en el terreno de las  comunicaciones, es que la ciudadanía no se ha familiarizado con los argumentos  que denuncian el desequilibrio informativo (13). Es por ello que centraremos  nuestro análisis en la participación en medios de comunicación. Durante la década de  1970 el Movimiento de Países No Alineados, denuncia la existencia de  desequilibrio informativo internacional. Años después estas denuncias llegan a  organismos internacionales, y tanto la ONU y como la UNESCO emitieron  documentos referidos a dos temas esenciales: la economía y la información. Es  en este contexto donde comienzan las discusiones en torno a la aplicación de  Políticas Nacionales de Comunicación (PNC) y de un Nuevo Orden Mundial de la  Información y la Comunicación (NOMIC), al día de hoy algunos autores sostienen  la vigencia de esos reclamos, pero teniendo en cuenta que el escenario actual  es distinto al de ese momento histórico (14). Es en esa década cuando se acuñan  los conceptos de acceso y participación dentro de los estudios de la sociopolítica de las comunicaciones, estableciendo  indicadores que permiten determinar el estado de la democratización de la  comunicación.  En el año 1977 la UNESCO elabora un informe final  a raíz de la “Reunión sobre la autogestión, el acceso y la participación en  materia de comunicación”. El documento señala que el acceso implica “la  capacidad del público de tener un contacto más estrecho con los sistemas de  comunicación, y más concretamente puede referirse a dos niveles: el de la  elección y el de la retroacción”. El nivel de la elección consiste en el  derecho de todo individuo a acceder a todo material de la comunicación y que el  mismo sea amplio. El nivel de la retroacción implica la interacción entre  productores y receptores, participación del público durante las transmisiones,  derecho a formular críticas y comentarios, existencia de herramientas para  estar en contacto con productores, administradores y directores de medios de  comunicación (15). El informe también hace referencia a las primeras  conceptualizaciones sobre comunicación, en las que esta noción era considerada  como mera transmisión de mensajes, su papel era el de informar e influenciar a  las personas. Décadas después se entiende a la comunicación como un proceso de  interacción, en el que se intercambian información y experiencias. En esta  última concepción aparece la instancia de recepción, la audiencia, y con ella  los reclamos respecto de la participación de la sociedad civil en la  comunicación en la producción, en la adopción de decisiones y en la  planificación.  De acuerdo a lo postulado por el documento la participación referida a medios de comunicación puede ser analizada en tres niveles: por la intervención de la población en la producción de mensajes; por la injerencia en la toma de decisiones; y por la contribución para la formulación de planes y políticas. Tomando en cuenta estos tres niveles observaremos la participación ciudadana en el texto la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522 de la República Argentina. Ley de Servicios de  Comunicación Audiovisual de la República Argentina En el inicio de las  sesiones del Poder Legislativo en el año 2009, la Presidenta anuncia que será  enviada la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual al Congreso. El 18 de  marzo es presentada la propuesta en el Teatro Argentino de La Plata y se  anuncia que recorrerá el país a fin de ser discutida en Foros Participativos de  Consulta Pública. Muchos de los puntos fundamentales del anteproyecto son  producto de reclamos históricos de diversas organizaciones sociales.  El proyecto de ley  recorrió diversas ciudades del país y fue presentado en 24 foros. En los mismos  se encontraban presentes, entre otros, público en general, miembros de  diferentes organizaciones, políticos locales, estudiantes y profesores  universitarios, periodistas, empresarios de medios de comunicación y miembros  del COMFER. Finalmente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual  (26.522), fue promulgada por la Cámara de Senadores en la madrugada del día 10  de octubre de 2009.  La Ley 26.522 expresa en sus artículos la necesidad de promover el desarrollo de las producciones audiovisuales con una orientación federal y también la de crear ámbitos de participación. El artículo N° 2 en uno de sus párrafos dice lo siguiente: “El objeto primordial de la actividad brindada por los servicios regulados en la presente es la promoción de la diversidad y la universalidad en el acceso y la participación, implicando ello igualdad de oportunidades de todos los habitantes de la Nación para acceder a los beneficios de su prestación”(16).             A diferencia de lo ocurrido  en  la década de 1970, que las iniciativas parecieran surgir de los Estados  respecto de las políticas de la comunicación, en Argentina la LSCA comienza a  tomar forma a partir de la conformación de  la Coalición  por una Radiodifusión Democrática, y luego será el gobierno quien se encargue  de diseñar una propuesta de ley. En el texto de la norma también se explicita el interés en la participación ciudadana en los medios de comunicación. Una muestra de ello es la reserva del 33% de las localizaciones radioeléctricas planificadas, en todas las bandas de radiodifusión sonora y de televisión terrestres, en todas las áreas de cobertura, para entidades sin fines de lucro y la creación de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual (16). De lo antes expuesto se desprende que, desde la creación del proyecto de ley existe la intención de abrir espacios de discusión y participación en lo que respecta a la sanción y cumplimiento de la norma que desplazó al Decreto-Ley 22.285 firmado durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983). Conclusiones  | 
    
| Referencias | 
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3. Ibarrola, María de. “Enfoques sociológicos para el estudio de la educación”. En: Torres, A. y González, G. Sociología de la educación: corrientes contemporáneas. Buenos Aires: Miño y Dávila, 1994. Volver al texto  | 
    
4. Mumford, Lewis. Técnicas autoritarias y democráticas. En: Anthropos, Barcelona, no. 14 (abr. 1989). Volver al texto  | 
    
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7. Beltrán, Luis Ramiro. “La comunicación para el desarrollo en Latinoamérica: un recuento de medio siglo”. En: Loreti, D.; Mastrini, G.; Baranchuk, M. (comps.). Participación y democracia en la sociedad de la información: actas del III Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos Aires: Prometeo, 2007. Volver al texto  | 
    
8. Vásquez Ríos, Aldo. “Enfoques teóricos en la comunicación para el desarrollo: perspectivas”. Cultura, ISSN-1817-0285. Lima: Universidad de San Martín de Porres, año 22, nº 18 (2004). Volver al texto  | 
    
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10. Mac Bride, S. et al. Un solo mundo, voces múltiples: comunicación e información en nuestro tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. Volver al texto  | 
    
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12. Gravano, Ariel. “La proyección del enfoque etnográfico hacia la facilitación organizacional en procesos participativos de planificación urbana”. Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, año 15, no. 32 (2009), p. 81-114. Volver al texto  | 
    
13. Pasquini Duran, J. “Cómo serán las relaciones entre el estado y la comunicación” En: Landi, Oscar (comp.). Medios, transformación cultural y política. Buenos Aires: Legasa, 1987. Volver al texto  | 
    
14. Uranga, Washington. “Desarrollo, ciudadanía, democracia: aportes desde la comunicación”, En: Loreti, D., Mastrini, G. y Baranchuk, M. (comps.). Participación y democracia en la sociedad de la información: actas del III Congreso Panamericano de Comunicación. Buenos Aires: Prometeo, 2007. Volver al texto  | 
    
15. Informe Final de la Reunión sobre la autogestión, el acceso y la participación en materia de comunicación. Organización de las naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Belgrado (Yugoslavia), 18-21 de octubre de 1977. Volver al texto  | 
    
16. La Ley de Comunicación Democrática. Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522, Bernal: Universidad Nacional de Quilmes; Defensoría del Público, 2013. Volver al texto  | 
    
17. Becerra, M.; Mastrini, G.; Marino, S. “El proceso de regulación democrática de la comunicación en Argentina”. En: Derecho a Comunicar: revista científica de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, México, año 1, no. 1 (2011). Volver al texto  | 
    
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