Apuntes  para reflexionar sobre la complejidad del acto educativo en la enseñanza del  derecho 
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                por Alejandro César Caudis 
        acaudis@gmail.com | 
    
    
     
      | Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) | 
    
    
    
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      Resumen | 
    
    
      Esta presentación tiene como propósito aproximarnos  a avizorar la complejidad que supone el acto educativo y, consecuentemente, a  poner sobre relieve algunas de las dificultades implícitas que se presentan  cuando se trata de reflexionar sobre la enseñanza del derecho en el grado  universitario.
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      | Palabras clave | 
    
    
      | Enseñanza del derecho, acto educativo,  oficio docente. | 
    
    
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      Notes to reflect on the complexity of the  educational act in the teaching  
      of law | 
    
    
      Abstract | 
    
    
      This article has  as purpose to approach to the complexity that the educational act supposes and,  consequently, to highlight some of the implicit difficulties that arise when it  comes to reflecting on the teaching of law in the university degree        | 
    
    
      | Keywords | 
    
    
      | Teaching of law, educational act, teaching profession | 
    
    
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      Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2017; 15(2). Disponible en internet:  
      http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v15_n2_02.htm  | 
    
    
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      Introducción | 
    
     
      Esta breve presentación tiene como propósito solamente esbozar algunas  ideas que puedan contribuir a reflexionar sobre la complejidad que todo acto  educativo supone haciendo foco en las problemáticas propias de la enseñanza del  derecho en el grado universitario. 
         
Como su propio título así lo indica, este texto no es un producto acabado,  concluido o terminado sino que, antes bien, intenta dejar latentes las  preguntas fundamentales, los interrogantes que nos interpelan una y otra vez en  esa ‘puesta en escena’ que supone el acto educativo. 
 
En razón de ello, este pequeño texto en modo alguno intenta acercar ‘soluciones’, ‘recetas’ o realizar  afirmaciones categóricas sino, por el contrario, pretende tan solo esbozar  algunas líneas que puedan coadyuvar a la situar la problemática de la enseñanza  del derecho en el grado universitario. 
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      Disquisiciones I | 
    
    
      Desenvolvemos  nuestras prácticas en una entidad particular cual es la Universidad,  institución antigua y singular que constantemente asocia el rol docente a los  atributos de saber y poder (1). 
         
  Más allá de  los análisis ‘microfísicos’ que pudieran realizarse sobre esa asociación (2),  lo cierto es que desenvolvemos nuestra labor ‘atravesando’ un sinnúmero de  relaciones, con sus evidentes e ineludibles afinidades, contradicciones,  divisiones e, incluso, antagonismos pero que, en conjunto, configuran la  construcción de nuestro puesto de trabajo en tanto docentes. 
   
  Como  claramente esboza Martínez Bonafé, el docente se sitúa en y puja por “…la construcción social del puesto de  trabajo –con sus antagonismos y divisiones- (que) refleja el conjunto de relaciones específicas –políticas e históricas-  entre grupos en conflicto, en particular los códigos y estructuras de poder de  una organización institucional” (3). 
  Si esto es así, nuestras prácticas educativas no sólo son prácticas  docentes sino y, fundamentalmente, se constituyen en auténticas prácticas  sociales (4) y, como tales, son prácticas signadas por sentidos específicos que  atraviesan los campos disciplinares, las relaciones académicas, las relaciones  profesionales y las relaciones sociales y se sitúan en un ‘umbral’ que diluye  los intentos de aprisionar la categoría en una única acepción. 
   
  Por eso mismo  es preciso continuar insistiendo en que, en tanto práctica social, la enseñanza  es personal pero, indudablemente, trasciende lo individual. Hay un evidente e  imprescindible componente ‘colectivo’ que ‘impregna’ cada relación, cada  intento de acercamiento y aprehensión personal del conocimiento. 
   
  Esa  aseveración, sin embargo, no deja de interpelar una y otra vez nuestras  prácticas. Entre varios aspectos que pueden deducirse de ese postulado, en  primer lugar quisiera reafirmar el auténtico carácter político que todo acto  educativo conlleva (5). En segundo término, esa propuesta no hace sino volver a  situarnos en que, en tanto docentes, no somos sino ‘pasadores’ de cierta  memoria (6) que trasciende el propio campo donde se sitúa el conocimiento y el  saber a transmitir y a los sujetos que la portan y que, en definitiva, no es  sino la construcción y con-figuración de nuestras subjetividades y sociedades.  
   
  Si eso es  así, es preciso re-crear condiciones que hagan(mos) posible que los docentes  nos situemos en ese pasaje, en ese intersticio, en esa construcción política. 
   
  Evidentemente,  algo de lo complejo se nos presenta en esta construcción, por cuanto no es  posible establecer un a-priori, ni resulta franqueable a partir del intento de  ‘patentar recetas’ y, sobre todo, no hay garantías de que algo ‘así’  verdaderamente se pueda construir. 
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      Disquisiciones II | 
    
    
      Solo a partir  de la asunción de la propia complejidad del acto es posible reflexionar sobre  él. Y esa reflexión sólo será posible si establecemos ciertas mediaciones que  nos permitan, por un lado, pensar en las prácticas situadas y concretas y, por  otra parte, que sean la posibilidad de juicio sobre el propio oficio de  enseñar. 
         
Es así,  entonces, que a través de la auto-reflexión y de la reflexión colectiva, oficiosa  -entre pares-, con ciertas características (que, por la índole del trabajo,  ahora no se abordarán) es que es posible racionalizarlas y, a la vez,  transformarlas (7). Por supuesto que siempre algo queda de lado, siempre hay un  punto donde la racionalidad no alcanza, donde lo insondable se hace presente o,  mejor dicho, continúa ‘velado’ aunque ‘surja’ de maneras insospechadas. 
 
Pero aún así,  avizorar y mediar aquélla enunciada complejidad del acto educativo puede ser,  entonces, la ocasión de la reinterpretación de aquello que ‘se dice’, de lo que  ‘se hace’, es decir, de todo aquello que conforma nuestras propias y cotidianas  prácticas, de los postulados sobre los que éstas reposan y las ‘formas’ y  sentidos que adquieren nuestras intervenciones.  
 
Cuando esto  lo pensamos en clave de la enseñanza del Derecho, es posible observar que,  muchas veces, se vuelven evidentes algunos rasgos ‘identitarios’ –si se quiere-  de esa escena educativa. 
Por ejemplo,  es común apelar al mito de que “enseña bien el derecho aquél que es un buen  profesional” o, mejor aún, la postura que concibe al derecho como una  disciplina solamente teórica o que sólo puede ser desarrollada mediante un  método tradicional expositivo o que se centra, básicamente, en el acto  evaluativo en desmedro de la aprehensión y relación de saberes. 
 
Por supuesto  que mucho de todo esto ha venido cambiando con los años y, más recientemente,  incluso se han tomado decisiones explícitas que ponen en tensión esos  antiquísimos y arraigados paradigmas (8). Sin embargo, muchas veces en las  aulas o en los espacios de formación todo ello es ‘reinterpretado’ y, claro, es  muy difícil ‘salir’ de las propias convicciones si no existe un tiempo y un  espacio para la reflexión tal como fue propuesto más arriba. 
 
Es lógico que  si el acto educativo es complejo, las dimensiones de análisis y las estrategias  de abordaje sean múltiples.  
 
Ahora, no hay dudas de que, más allá cuáles sean  los planos en que la evaluación se sitúe o las estrategias que se esgriman,  debemos replantear esos modos y desarrollos. Y esto, claramente, abre nuevos  interrogantes dado que esta asunción de la problemática debe dar lugar a nuevas  experiencias.         | 
    
    
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      Disquisiciones III | 
    
    
      Hemos tenido  oportunidad de intentar nuevas experiencias en la materia (9)  que parten de asumir que es preciso  desplazarnos y permitir ese ‘cambio de foco’, donde la participación, el debate  y la toma de decisiones colectivas sean la base para el trabajo docente y  áulico.  
           
          Es decir que,  a partir de asegurar la construcción ‘horizontal’ de las decisiones, las  relaciones docentes-docentes, docentes-estudiantes y estudiantes-estudiantes  (obviando las concernientes a la propia cultura institucional (10) que siempre  permean y moldean a quienes habitan estos espacios) permitan, den lugar y renueven,  las formas, los contenidos y, sobre todo, que sean la ocasión para propiciar  nuevos encuentros, nuevos diálogos, nuevos ‘pasajes’. 
           
          Pero este  nuevo formato no brota espontáneamente. Es preciso asumir que es necesario  realizar un auténtico trabajo, un esfuerzo por tomar distancia y volver  disponibles las distintas facetas que componen el acto educativo.  
           
          No alcanza  con tener ‘buenas intenciones’ o ser un ‘buen profesional’, ni siquiera es  suficiente ser un ‘buen docente’ –sea lo que fuere lo que ello signifique-.  Porque no se trata de ‘aplicar’ una técnica  ni seguir ‘paso a paso’ un manual. Ciertamente,  esa práctica difícilmente pueda ser ‘universalizada’ y, al mismo tiempo, esa  singularidad, sobre todo cuando es parte de un diálogo franco entre colegas, cuando  es motivo de reflexión con otros (autorreflexión compartida) da la oportunidad  de constituir un oficio (el docente) plagado de complejidades e incertezas. 
           
          Es que la docencia implica, entre otros aspectos, “ vivir con esta contradicción. Preverlo todo sin haberlo  previsto todo. Organizarlo todo dejando, sin embargo, espacio para lo  imprevisible. Trabajar incansablemente para poner en práctica dispositivos que  favorezcan la construcción de saberes, aceptando al mismo tiempo que no sabemos  realmente ni cómo ni por qué cada uno lo consigue… o no lo consigue. Asociar la  obstinación didáctica con esta tolerancia pedagógica” (11). 
           
          En vez de  técnicas ‘probadas’, de ‘casos exitosos’ y de ‘manuales reconocidos’ se trata,  pues, de generar un auténtico espacio y tiempo para volver al “…recurrente problema del sentido de las  prácticas como elemento de formación profesional…” (12).  
           
          Y,es justamente allí, en el caldero de  los sentidos, donde debieran centrarse nuestras preocupaciones porque todo lo  que hacemos y, en definitiva, “somos” –en tanto sujetos humanos pero, al mismo  tiempo, en tanto ‘pasadores’– se liga, inquebrantablemente, con ese –tal vez–  humilde acto educativo que no rehúye nunca de ser el que conforma las  relaciones y los sentidos que socialmente volvemos disponibles. 
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      Conclusión | 
    
    
      Es cierto que el docente aprende a ser docente, enseñando.  Pero mientras enseña, mientras acontece eso que damos en llamar ‘acto  educativo’, él mismo se transforma. Se transforma él, en tanto sujeto pero a la  vez —e inevitablemente— produce cambios con quienes comparte ese momento y  mutaciones en los propios saberes.  
           
          No es cierto que el conocimiento sea siempre ‘el mismo’. Al  contrario, “el conocimiento que se transmite no  permanece inalterado: se transforma en su circulación” (13) y, precisamente por todo ello, es que se vuelve imprescindible  reflexionar y transitar nuevos modos, nuevas configuraciones, y permitir  renovadas mediaciones para resignificar aquélla producción. 
           
          Solo  reconociendo la complejidad y la auténtica trascendencia —social, individual,  colectiva— de lo que realizamos, solo adentrándonos en el interior de la  ‘vocación’ que nos animó a ser docentes, y, humildemente, sabiéndonos  ‘pasadores’ será posible construir nuevas prácticas que trasciendan a nosotros  mismos, que se ‘despeguen’ de la mera —y siempre simplista— opción  reproductivista-instrumental de la educación y que nos comprometan con el  devenir y la construcción de renovados sentidos sociales. 
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      Referencias | 
    
    
    
      [1] FURLÁN, Alfredo y  PASILLAS, Miguel Ángel (compiladores). Desarrollo  de la investigación en el campo del curriculum. México: Universidad Nacional Autónoma de  México, 1989. 
        [2] Véase  fundamentalmente: a) FOUCAULT,  Michel. Microfísica  del poder. 3a ed. Madrid: De la  Piqueta, 1992. b) FOUCAULT, Michel. La  verdad y las formas jurídicas. 3a. ed. Barcelona: Gedisa, 1992.  
        [3] MARTÍNEZ BONAFÉ, Jaume. Trabajar en la escuela: profesorado y  reformas en el umbral del siglo XXI. Madrid: Miño y Dávila, 1998,  p. 87. 
        [4] EDELSTEIN, Gloria et al. Módulo 2. Programa de capacitación docente  continua a distancia: práctica docente. Lanús, Argentina: Universidad  Nacional de Lanús, 2008. 
        [5] FRIGERIO, Graciela y DIKER,  Gabriela (comps). Educar: ese acto  político. Paraná, Entre Ríos: Fundación La Hendija, 2010. 
        [6] HASSOUN, Jacques. Los contrabandistas de la memoria.  Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1996. 
        [7] Como postula:  EDELSTEIN, Gloria. Formar y formarse  en la enseñanza. Buenos  Aires: Paidós, 2011. 
        [8] Véase, al respecto, la Resolución 3401-E/2017 del 08/09/2017  del Ministerio de Educación de la Nación que aprueba los contenidos  curriculares básicos, la carga horaria mínima, los criterios de intensidad de  la formación práctica y los estándares para la acreditación de la carrera  correspondiente al título de Abogado, y la Resolución 3400-E/2017 del 08/09/2017 del Ministerio de Educación  de la Nación que hace lo propio con la carrera correspondiente al título de  Contador Público.  
        [9] CAUDIS, Alejandro  César. Reflexiones acerca de la  experiencia del uso del taller como dispositivo metodológico en el ámbito de la  asignatura Derecho Público – FCAD - UNER. En: Libro de Ponencias del 7º  Encuentro de Docentes de Asignaturas Jurídicas en Facultades de Ciencias  Económicas, Área Temática 1: Metodología de la Enseñanza del Derecho en  carreras de Ciencias Económicas. Facultad de Ciencias Económicas de la  Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Resistencia, Chaco, 23 de junio de  2017, p. 5-14. 
        [10] NICASTRO, Sandra; GRECO, María Beatriz. Entre trayectorias: escena y pensamientos en  espacios de formación.  Rosario, Santa Fe: Homo Sapiens,  2012. 
        [11] MEIRIEU, Philippe. La opción de educar: ética y pedagogía.  Barcelona: Octaedro, 2001.  
        [12] PÉREZ GÓMEZ, Ángel I. La reflexión y experimentación como ejes de  la formación de profesores. Málaga, España: Universidad de Málaga, 1997.  
      [13] EDWARDS, Verónica. El  conocimiento escolar como lógica particular de apropiación y alienación. Revista Temas Universitarios, México:  Universidad Metropolitana, 1988, p. 49-62.   | 
    
    
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