Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales  | 
    
 Volumen 17, nº 2 (2019)  | 
    
¿Hacemos extensión cuando hacemos extensión? Análisis crítico de un proyecto extensionista  | 
    
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              por Damián Jorge Rodríguez | 
    
Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Mar del Plata.  | 
    
| Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2019; 17(2). Disponible en internet:  http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v17_n2_03.htm  | 
    
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Resumen | 
    
El presente trabajo analizará un  proyecto de Extensión Universitaria radicado en la UNMDP con el objetivo de  problematizar su condición de extensión. Orientado al abordaje del Consumo  Problemático de Sustancias (CPS) desde y en el contexto escolar, el proyecto  se compone de distintas actividades y dispositivos.  Se analizarán las mismas en tensión con otras  prácticas tales como el ejercicio profesional, trasferencia, asesoramiento y  capacitación. ¿Qué hacemos cuando hacemos extensión?, es una pegunta sencilla  en cierto plano cuando ciertas actividades son designadas bajo ese término de  manera formal-institucional, pero que se torna escurridiza en su respuesta en  el plano de la actividad real y descriptiva cuando se trata de argumentar y  fundamentar de manera diferenciada de otras prácticas y actividades.  Definiciones a priori, actividades a posteriori, comparaciones con otras  prácticas e historización de la extensión serán puntos cardinales desde donde  abordar la pregunta guía de este trabajo.  | 
    
Abstract | 
    
The present work will analyze a University  Extension project located in the UNMDP with the objective of problematizing its  extension condition. Oriented to the approach and intervention of Problematic  Substance Use (CPS) from and in the school context, the project is made up of  different activities and devices. They will be analyzed in tension with other  practices such as professional practice, transfer, advice and education . What  do we do when we do extension? It is a simple question on a certain level when certain  activities are designated under that term in a formal-institutional way, but it  becomes elusive in its response on the level of real and descriptive activity  when it comes to argue and substantiate differently from other practices and  activities. Definitions a priori, a posteriori activities, comparisons with  other practices, and historization of the extension will be cardinal points  from which to approach the guiding question of this work.   | 
    
Introducción | 
    
Para abordar la pregunta ¿qué hacemos cuando hacemos extensión? como he adelantado en el resumen, pondré en tensión, por un lado matices respecto qué se entiende por extensión, y por otro, un Proyecto de Extensión Universitario y en dos planos del mismo: el diseño en el papel y su puesta en práctica. Este trabajo se organiza en los siguientes apartados. En principio un breve recorrido conceptual apoyado sobre las espaldas de diversos autores que han historizado y problematizado la Extensión. Ello dará fundamentos que además de marco conceptual, se tornarán claves para discutir lo que seguirá: una experiencia concreta de práctica extensionista que hará las veces de un caso. Con ello describiré sintética y formalmente un proyecto de extensión bajo mi dirección, de un año de duración, relacionado al Abordaje del Consumo Problemático de Sustancias (CPS) en el contexto escolar. Posterior a ello, describiré la ejecución del mismo, con recortes y ejemplos; poniendo en tensión ello con lo diseñado en el papel. En ese punto partiremos -o retomaré- la siguiente cuestión: más allá del aval y sello institucional ¿hay fundamentos para ser considerado Extensión? Con la argumentación y la contrargumentación como método, intentaré realizar un análisis crítico del mismo. Por último y a modo de cierre, algunas apreciaciones sobre los condicionantes de la Extensión Universitaria y su ejemplificación con el caso-proyecto.  | 
    
Definiciones y a priori conceptuales | 
    
Actualmente quienes hacemos y  frecuentamos el mundo de la extensión, hallamos allí un variopinto mundo de  actividades, donde encontrar algo como una esencia propia de ella es por demás  complejo. Una acabada enumeración realiza Cano Menoni (1) sobre la  multiplicidad de actividades que han caído bajo el paragua de extensión, tales  como difusión cultural, prácticas pre-profesionales de estudiantes,  asesoramiento técnico y/o transferencia tecnológica a otras entidades u  organizaciones, venta de servicios, acompañamiento de carácter militante a  luchas de movimientos sociales, cursos y actividades de formación extramuros en  geografías distantes. Incluso a ubicar bajo esta función universitaria, como si  de una categoría inespecífica se tratase, todo aquello que no cuadra en  la formación o la investigación. En cierto  plano, si la Universidad avala que cualquier actividad de las antemencionadas,  cuadre bajo el término o categoría de extensión, bien podría agotarse la  discusión y cualquier análisis por dicha decisión-aval institucional. Pero la intención aquí es poder  encontrar un sentido propio y rector de la extensión universitaria. El mismo  Cano así como otros, encuentran en el movimiento reformista de principios de  siglo XX -no el inicio de la extensión, dada que algunas experiencias datan de  la Europa del siglo anterior pero sí- el punto de partida para pensar una  extensión particular desde la idea de Misión Social de la universidad (1) y de  “vincular la universidad al pueblo” (2). De aquel entonces a esta parte,  no solo la Universidad a sufrido cambios sino la sociedad en general. La  extensión ha seguido siendo la función menos favorecida en términos de  financiamiento y status, funcionando muchas veces en los márgenes  institucionales, lejos de lo académico e investigativo. Sin embargo no son  pocos quienes (3) consideran que es allí donde ha de radicar la clave para una  transformación necesaria de la universidad y de esta en tanto actor protagónico  para el cambio social.  Es así, que bajo el término de extensión crítica, en oposición a una lógica de transferencia tecnológica (1), se propone una práctica extensionista, heredera no solo del movimiento reformista sino de las marcas dejadas por Freire (1, 4); coincidiendo con la Misión Social, el Compromiso Social Universitario (1,5) y la aspiración a la transformación social ante las necesidades y problemáticas de los más vulnerables, ha de ser un norte. Será ese el nuestro en este trabajo, para pensar no solo en el papel del diseño sino en tensión con la práctica real, que tan lejos o cerca estamos de poder decir que hacemos extensión en estos términos.  | 
    
Descripción formal y en terreno de un caso de extensión universitaria de la UNMDP  | 
    
A continuación describiré el  proyecto de extensión “Consumo problemático de sustancias en la escuela:  intervenciones psicoeducativas y multiplicadoras con actores de la comunidad  educativa pública”(6). 
 Tal  lo previsto en el  proyecto se desarrollaron dichas Jornadas en dos ocasiones. Una con integrantes  de Equipos de Orientación Escolar con funciones en nivel secundario del sistema  educativo provincial de la ciudad de Mar del Plata (cuarenta profesionales/educadores  aproximadamente). Otra con la totalidad de las preceptoras del nivel secundarios del  sistema educativo municipal de la misma ciudad -alrededor de ochenta en cuatro  turnos de veinte cada uno-. Esta mención, es relevante en tanto ofrece un  indicador respecto la complejidad del proyecto tal como la realidad lo  requiere. El formato de las misma presenta fuertes similitudes con la mayoría  de las actividades de tipo jornada, capacitación y/o clase áulica de nivel  superior dirigida a no menos de veinte personas, con dos polos bien definidos  en la dinámica e interacción interpersonal: uno coincidente con el expositor generalmente  de pie -sea una persona o varias del equipo extensionista-, y el otro polo con  un auditorio compuesto en estos casos por integrantes de EOE (Equipo de  Orientación Escolar) y preceptoras -sentadas.            b) Encuentros con instituciones específicas que soliciten colaboración -denominado en el papel como “Espacio de cosupervisión”. Dicho eje se propuso a  priori, lo siguiente:  Este eje operativo, si bien se  presentó en su denominación en el papel como “Espacio de cosupervisión”,  denotando con ello un cariz marcadamente asimétrico respecto del saber —no así  en la toma de decisiones— a medida que se avanza en el papel en su descripción,  se vislumbra el espíritu colaborativo y dialógico de la propuesta. Esta diálogicidad  es en gran medida el responsable de, por momentos, tornar a dicho dispositivo  difuso e inabarcable en la miríada de intervenciones posibles de antemano. Ahora bien, cuando reconstruimos  sintéticamente la materialización de todo esto, podemos decir respecto el  eje-operativo de las Jornadas (a) que se desarrollaron de forma similar a lo  previsto, en el sentido de alto nivel de correspondencia entre lo escrito y lo  hecho. Con ellas se logra ofrecer una perspectiva sobre el CPS donde el centro  no se pone en la sustancias,   interpelándose discursos-representaciones sociales a fines con modelos  médico-sanitaristas (solidarios con modelo médico hegemónico) y ético-jurídicos  (de corte punitivo) (7), que además de dar peso causal a la sustancia,  construyen un estereotipo tanto del sujeto consumidor de sustancias, como de  las causas del consumo y consecuencias diversas en la salud y en la sociedad.  Esto no solo es discutible sino que acarrea potenciales trampas conceptuales,  que obturan el poder operar incluso con los recursos que los propios actores  -para nuestro caso los trabajadores de la educación- disponen. Por otro lado,  el formato simétrico-dialógico e interactivo de la Jornada, confirma la  presencia en gran parte del auditorio, de estos discursos-representaciones  facilitando así su interpelación. Por el lado de los “Encuentros  con instituciones” —eje B—, la relación de correspondencia papel-realidad, no  es tan sencilla. Si bien en principio, el foco puesto en el CPS se torna algo específico  y en cierto punto reducido respecto las demandas-solicitudes que el  equipo-extensionista puede recepcionar, es en la conjugación de la complejidad de la problemática junto a las  aún más complejas e imprevistas formas de  abordarla que la dialogicidad cobra sentido y necesidad. Intentaré ejemplificar como vía ilustrativa. Podemos imaginar ser convocados por el hallazgo de posible sustancia psicoactiva (SPA) legal o ilegal, por testimonio de un alumno o de sus compañeros a un docente respecto algún tipo de consumo de sustancias; por el consumo de alcohol fuera del contexto escolar pero que es tema de preocupación de los adultos; por supuesta venta de SPA dentro o fuera de la escuela; por autocultivo de marihuana; ante la preocupación de educadores que atribuyen al uso de SPA ciertos comportamiento o signos corporales de NNA, entre otras opciones que nuestra imaginación nos permita pensar. Donde debemos agregar que por cualquier situación de las mencionadas, cambia sustancialmente según quién y por qué convoca; según la institución en la que se aloja, etc. Esto no necesariamente clausura la posibilidad de obtener generalidades parciales, pero da cuenta una vez más de lo complejo de cada caso. ¿Por qué se da esto?. La complejidad del fenómeno es una respuesta posible (8): el CPS es un problema complejo en sí mismo. Por un lado, en tanto se haya ubicado en el campo de salud en tensión con campos tales como el jurídico -y con tensiones al seno de ambos-. Por otro lado, al encontrarse con el también complejo campo de la educación que es desde donde partimos en este proyecto extensionista, tanto en su creación ya que somos extensionistas y docentes y radica en la universidad, como en su aplicación que es el sistema escolar público. Podríamos agregar también la complejidad de las niñeces y adolescencias ya que es la población sobre la que se busca intervenir. Si algo de “enlatado”[1] presentaba el formato de las Jornadas del punto anterior, pues ello desaparece en gran medida aquí. La dialogicidad pensada como principio rector y como estrategia de precisión progresiva en la definición de la problemática y los lineamientos de acción, hacen de ella un aspecto central pero, en cierto punto y por momentos, otorgando un carácter gaseoso y difuso en su planificación.  | 
    
Para muestra nos vale un caso real | 
    
A continuación describiré algunos  recortes del proyecto de extensión mencionado con el propósito de tensionar  ello con lo descripto en términos de planificación y diseño para luego analizar  críticamente en su condición/pretensión de extensión universitaria. 
 Esta situación presenta varias  aristas. Mencionaré algunas: i. una conceptualización por  parte de los educadores que más que ello, son prejuicios sobre ciertos  comportamientos, sus causas y sus consecuencias del posible consumo de  sustancias psicoactivas ilegales en estos jóvenes; ii. relacionado directamente con  lo anterior un inadecuado uso de terminología -por ejemplo, adicción- que no  deriva en una mera cuestión semántica o expresiva, sino que condiciona la  relación de estos docentes con el/los adolescente/s y con la problemática del  consumo supuestamente detectado;  iii. un corrimiento de sus roles -y  las  potencialidades[4] que los mismos les otorga- que derivan en líneas de acción en parte  estigmatizantes, expulsivas de los alumnos-adolescentes y con un alto grado de insatisfacción,  frustración y malestar en la tarea como educador.  iv. la urgencia que siempre  demandan las intervenciones ante situaciones como estas donde están  involucrados NNA y donde se percibe desde los adultos el peligro por la salud y  bienestar de aquellos así como por la permanencia/abandono escolar.  Fundamental es también mencionar otros  dos aspectos:  A los fines de este trabajo, se  mencionan estos puntos porque nos permiten fundamentar una tensión entre dos  lógicas: la de una relación asimétrica entre el saber y quien lo posee y quien  desposeído parcial o totalmente de ese saber o experticia lo recepciona, bien para  poder aplicarlo de forma autónoma, bien para ejecutar indicaciones de parte del  sujeto experto. Junto al experto se halla además un espíritu paternalista,  donde se busca generar un bien al lego-desposeído de “ese saber” que es fundamental  para resolver “ese problema”. Otra lógica -¿opuesta?- propone  pensarnos horizontalmente a extensionistas y comunidad, donde los saberes de  ambos no son ni mejores ni peores, sino distintos y con frecuencia  complementarios.  Sin embargo, quizás tengamos que  pensarnos desde modelos mixtos y/o más complejos que uno u otro. Observando los  aspectos señalados podemos decir que la solicitud (i) que se nos hace es por  suponer un saber que los propios educadores no poseen, ni pueden acceder a  ello. Ya de por sí, quienes trabajamos en CPS, observamos con frecuencia la  dificultad en quienes no trabajan con dicha problemática, para poder pensarse  aptos para abordarlo al menos en ciertos aspectos o dimensiones con la cuota de  peligrosidad o bien gravedad/urgencia sanitaria (iv) como cuando se lo reduce a  la idea de adicción o, peor aún, de drogadicto (ii) que con frecuencia también le  imprimen y que como un círculo vicioso refuerza el deshacerse del problema y  delegarlo en expertos -no por descompromiso sino por incapacidad auto-atribuida. Pero si pensamos que dicha situación,  llamémosla incapacidad auto-atribuida/existencia  de un experto, es un punto de partida, y ello demarca una relación  asimétrica, nos preguntamos: ¿por qué y cómo articular inicialmente sino es  desde esa lógica?, que aunque suene a iluminismo, se nos impone como extensionistas  no desde nosotros sino desde el otro. De lo contrario podemos caer en lo paradójico  de intentar imponer un trabajo   horizontal, incluso en el marco de una cultura general y educativa en  particular donde predomina en los diversos actores, una subjetividad que  reclama cada vez más democratización de las prácticas públicas y privadas pero  que no puede desasirse fácilmente de sus prácticas verticalistas y paternalistas,  tanto para dar como para recibir. En otros términos, como extensionistas  quizás debamos reconocer el peso del otro al momento de delinear parte de la  relación -en este caso asimétrica- e intentar desde allí horizontalizar. ¿Por  qué hacer esto último?, es una pregunta que seguiré abordando en lo que queda  de este trabajo, siendo fundamental hacer ese interrogante y planteo. Volviendo al caso, podemos decir  que en algo estaban en lo cierto los educadores que nos convocaban, dado que  disponemos de ciertos saberes que en tanto los compartimos y articulamos con la  experiencia que nos relataban, pudimos reconceptualizar y clarificar la  situación con efectos reales. Por un lado, interpelamos la atribución que  realizaban de “adicción”, y a partir de allí también repensamos el CPS desde  una perspectiva multidimensional (7). Ambas cuestiones podrían observarse como  posicionadas desde un lugar de saber “experto”, que resultaron sumamente útiles  para reencausar el abordaje y entendimiento   de la problemática, hacia un abordaje-lectura en clave educativa y donde  lo que primase fuese la comprensión de esos sujetos en sus singularidades, en  contexto escolar en primera instancia y desde un vínculo educador-educando con  todo el abanico de opciones de intervención que eso abre. En otras palabras, se  los invitó a pensarse desde la potencialidad de sus roles (iii), de sus saberes  a priori y de sus saberes en tanto trabajan allí en esa institución junto al  conocimiento que tienen de esos adolescentes y del poder que les ofrece el  vínculo y relación que han ido construyendo con ellos; aspectos estos que no  poseemos ningún integrante del equipo-extensionista y que entendemos son de  mayor importancia aún. La perspectiva que ofrecimos del  CPS, nos inducía a dar importancia al fortalecimiento de factores protectores y  múltiples, sabiendo que ello implica un abordaje complejo, sostenido, en y con  el equipo institucional y con plazo diversos. Por mencionar un aspecto que  subrayamos: la asistencia optativa -no obligatoriedad de asistir- junto al  ausentismo reiterado -pero no abandono- de ese joven, y otros indicadores  observados por los educadores, bien podían leerse como un aspecto positivo del  lazo social que ellos pudieron realizar con la escuela, y en la misma sintonía,  la confianza que con ellos habían logrado desarrollar. Fortalecer ese lazo,  mantener o mejorar su asistencia a clase y su bienestar en ella, era fortalecer  un posible factor protector contra posibles CPS actuales y/o futuros.  En esa línea avanzaron, observando en poco  tiempo cambios significativos en esos jóvenes, aunque probablemente los mayores  cambios fueron en los educadores respecto sus preocupaciones sobre esos alumno,  y la consecuente modificación en la relación educativa con ellos. Esto fue posible también por la  iniciativa a pedir ayuda (v) y la predisposición al diálogo (vi) que presentaron.  | 
    
Por qué extensión: interpelando más allá de la legitimación institucional | 
    
En el apartado anterior describí  y ejemplifique dos ejes operativos de un proyecto de extensión universitario  que dirijo. El objetivo es, a través de un caso, retomar la pregunta ¿Qué  hacemos cuando hacemos extensión?. La respuesta se resolvería rápidamente  diciendo: todo aquello que las Instituciones de Educación Superior, convaliden  bajo ese nombre.   | 
    
Política de extensión: ¿condición necesaria o prescindible para hacer extensión crítica desde un proyecto aprobado? | 
    
Todo lo dicho hasta aquí bien  podría sintetizarse en la siguiente tesis: para hacer Extensión, la misma ha de  ser extensión crítica, y para ello no alcanza con el sello institucional. Pero  incluso en casos como el desarrollado, una mirada optimista hace que nos deje  sabor a algo, del orden de lo grato pero “efímero”. Es en el sostenimiento de  múltiples acciones que puede lo efímero tornarse prolongado y alcanzar una  consolidación y solidez.   | 
    
Notas | 
    
| [1] Es corriente en los contexto escolares de nivel secundario, que ante solicitudes por parte de las escuelas de abordar el problema del consumo de drogas, se solicite-ofrezca talleres con los alumnos, con intenciones preventivas, basados en los riesgos que genera el consumo de sustancias psicoactivas; y en ocasiones donde se promueva una dinámica de intercambio grupal que habilite la opinión y/o experiencias de los adolescentes -aspecto este ultimo que torna a una actividad tal, sensiblemente distinta a la primera- pero en ambos casos con el centro y denominador común puesto en: la sustancia psicoactiva y sus efectos bioquímicos y orgánicos. | 
[2] Chistes entre ellos con tintes burlescos.  | 
    
| [3] Prejuicios que predominan más de lo deseado, incluso en actores con solida formación, alto compromiso social actitud inclusiva. | 
| [4] De hecho, fue ello algo sobre lo que se acordó trabajar entre el equipo extensionista y la institución: potenciar y fortalecer lo estrictamente escolar así como lo interpersonal de estos estudiantes con sus compañeros y con estos educadores, allí donde se estaba de acuerdo que había mucho para valorar así como potenciar: los alumnos decidían asistir a la institución a pesar de no ser obligatorio; eran respetuosos con sus docentes, asumían tareas si se les daba ese lugar, escuchaban y correspondían a estos educadores cuando ellos se interesaban por sus actividades y su vida extraescolar, etc | 
Referencias | 
    
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