Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales  | 
    
 Volumen 17, nº 2 (2019)  | 
    
Aislamiento y extensión: ser extensionista en épocas de pandemia  | 
    
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              por Sandra Karina Marañón | 
    
| Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata | 
| sandramaranon@hotmail.com | 
| Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2019; 17(2). Disponible en internet:  http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v17_n2_04.htm  | 
    
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Hace años que trabajo en extensión universitaria, que camino el barrio, que me encuentro en la mirada de los y las otras y en los abrazos, que me sorprendo aprendiendo con la comunidad, que mis creencias, imaginarios y saberes se transforman. Hace  años soy extensionista y ser extensionista es una posición en la vida, es una  postura ideológica, es tener en  claro el  privilegio que implica estudiar en la universidad pública, laica y gratuita. Es  saber que existe una deuda entre la academia y la comunidad, es saber que esa  brecha hay que achicarla, que con la comunidad se enriquecen nuestras  profesiones y que todos los que habitan la comunidad han habilitado nuestro  paso por la universidad. Es  comprender  en todo el sentido de la frase que la patria  es el otro/a y que los egresados de la Universidad pública somos parte de la  comunidad. Trabajar  en territorio siempre un antes y un después, es una movilización, es  interpelación, es bajar los velos, es repensarse y pensar con otros, es  reflexionar y transformar realidades. Trabajar en territorio es construir  ciudadanía. Según alguna definición leída por ahí, territorio es la unión de un sentido con un lugar determinado,  cuya definición es validada por una comunidad. Estar en territorio es  conmoverse. Ahora  bien, ¿cuál es nuestro territorio como extensionistas en épocas de pandemia? ¿Cuáles  son las transformaciones que ha sufrido este territorio? ¿Cuál el sentido  otorgado?¿Dónde quedan el barrio, los mates con la red barrial, las charlas de  pasillo en las salitas, el taller en la escuela, los mates en la sociedad de  fomento, en la plaza, las discusiones acaloradas, la música, el arte?¿Dónde  está el bullicio de lo grupal? Está silenciado… y en este contexto en que  absolutamente todos y todas hemos perdido o perderemos algo hay que duelar también,  entre tantas otras situaciones que nos impone la pandemia, el no estar poniendo  el cuerpo en ese territorio. ¿Dónde podemos, entonces, conmovernos? Aquellos  que somos extensionistas sabemos del abrazo, la mirada, el contacto, el sostén,  la red y hoy este contexto nos impone repensar nuestra práctica y  aceptar haber perdido algo de todo eso. ¿Cómo  atravesamos entonces  este duelo?  Resignificando la tarea. Adecuando los dispositivos, estableciendo otros lazos,  otros vínculos. Vínculos en los que hay que construir confianza, sobre todo confianza  en una herramienta que hasta hace poco, muy poco, era imaginada como limitante  en la relación con los otros y las otras. La virtualidad: hoy es la única  que  tenemos y posibilita que continuemos  nuestra tarea, construyendo lazos, dando la palabra a sectores invisibilizados  y construyendo ciudadanía. Este  es el sentido político que  nos propone  la extensión universitaria el cambio de posición, promoviendo la construcción  de autonomía, la ética del cuidado de ellos, ellas y de nosotros/as, la  transformación y el cambio social. En  ese proceso de deconstrucción reflexionamos sobre la necesidad de sistematizar  nuestras prácticas en territorio y la necesidad de articular las tres áreas de  la universidad Docencia-Extensión e Investigación. Es así que hemos construido,  diseñado dispositivos teniendo en cuenta la innovación curricular, la educación  experiencial y los procesos de diálogos. Partiendo del supuesto de que es  necesaria otra forma de aprender, es necesaria la reflexión sobre los procesos  de enseñanza-aprendizaje que llevamos adelante desde una mirada institucional  que incluye un proceso reflexivo crítico y es necesario ESTAR en territorio.  ESTAR de otra manera y así conmoverse. En este estar de otro modo  desnaturalizaremos los roles docentes y estudiantiles que han sido construidos  en prácticas educativas hegemónicas  y se  impondrá la negociación de sentidos, de saberes y realidades. El diálogo como  herramienta privilegiada para con estudiantes, docentes y la comunidad.  Delimitando objetivos, en acción e interacción continua, crítica y emancipadora.  Teniendo como condiciones necesarias: la flexibilidad, la creatividad, el  respeto, la humildad y el compromiso social. En  este nuevo territorio que adquiere otras tonalidades, otras voces, otra musicalidad,  otros ritmos y otros encuadres estamos desde la Universidad haciendo y pensando  la Extensión. Elucidando nuestra tarea teniendo como faro  el cambio de posición de aquellos y aquellas  con quienes compartimos la tarea, entendiendo que extensión no es  asistencialismo, es construcción de subjetividad, es construcción de autonomía,  es  posicionamiento ético en la relación  con los otros /as, es  construcción de  dignidad, es habilitar la voz, es hacer que las personas de la comunidad  levanten su mirada, reclamen sus derechos y construyan desde lo colectivo las  estrategias para apropiarse de ellos. Es estar un rato allí, enriquecernos, transformarnos, conmovernos, irnos y dejar en el colectivo el recurso construido por la propia comunidad.  | 
    
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