Apuntes para pensar la tradición interdisciplinaria en Argentina: entre las políticas científicas y su desarrollo académico  | 
         
        
          | Diego Lingeri | 
         
        
          Universidad  Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Facultad de Ciencias  Sociales.  | 
         
        
          diegolingeri@gmail.com  | 
         
        
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          Para citar este    artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2020; 18(2). Disponible en    internet: 
                    http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v18_n2_02.htm   | 
         
        
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          Resumen | 
         
        
          El  conocimiento científico, su producción y sus productos, forman parte de  constructos sociales. Cada sociedad, tiene la ciencia que puede darse y, ella,  depende de las tensiones históricas que la construyen y sustentan: así cobran  valor político y cultural. 
La  ciencia argentina no está exenta de estas consideraciones. En este artículo,  nos interesa una historia particular dentro de su contexto: la aparición de la  interdisciplina como un espacio para la producción de conocimientos  científicos. Esta emergencia está vinculada al desarrollo académico conseguido  en la década de 1960, especialmente en los avances de las ciencias exactas de  la Universidad de Buenos Aires, a través de un proyecto científico nacional con  autonomía e influencia política. 
Este  modelo se vio truncado por la sucesión de dictaduras militares y cívico-militares,  que cambiaron los proyectos científicos y académicos y se encargaron de  encaminar, mediante represión, tortura y exterminio la ciencia argentina hacia  un esquema técnico y despolitizado.  
Con  el retorno de la democracia en 1983, la discusión sobre interdisciplina cobró  nuevos sentidos. La influencia de las experiencias internacionales, como así  también de las corporaciones privadas, acercaron la lógica interdisciplinaria a  la ciencia dominante.  
En  este escrito abordaremos esa historia, que da cuenta de tres debates abiertos y  necesarios para entender qué es y cómo se puede hacer interdisciplina en la  Argentina. Por un lado, tenemos que prestar atención a la relación entre  ciencia, política y proyecto científico nacional: cómo inició ese proceso y  cómo continúa. A continuación, debemos entender diferentes modelos de  interdisciplinariedad, atendiendo a ese contexto académico político. Y, al  final, pero no menos importante, cuáles son las condiciones de posibilidad de  la interdisciplina y qué proyecto político asoma como novedoso. 
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          | Palabras clave:
            interdisciplina,  ciencia, política, Argentina. | 
         
        
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          Abstract | 
         
        
          Scientific  knowledge, its products and production, are social constructions. Each society  have a possible science which rest on historical tensions: with a cultural and  political values. 
Argentinian  science is not free o these considerations. But, in this article, we are  interested in a singular story: interdiscipline’s appearance as a space for  scientific knowledge production. Its appearance is related to academic  development, in 1960, at Buenos Aires University in exact sciences, through a  national scientific project with political influence. 
This model was  defeated by civic-military dictatorships, which changed these projects  (academics and scientifics), by torture and extermination, to a technical and  depoliticized scheme.  
Democracy’s  return in 1983 brought new senses to interdisciplinary discussion.  International experiences and private sector influences, approached  interdiscipline to dominant science. 
In this  article we’ll think about three debates about interdiscipline in Argentina.  First, the relation betwen science, politics and national scientific Project:  how it begun and how it is going on. Second, we need to understand different  models of interdisciplinarity, in this political-academic context. And, at  last, which are interdiscipline’s conditions to be and what is the project next  to emerge.               | 
         
        
          Key    words: interdiscipline, science, politics, Argentina.  | 
         
        
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          Introducción | 
         
        
          Definir  el pensamiento científico, la práctica científica, como así también las  políticas que delimitan el accionar académico en un contexto determinado, es  una tarea harto difícil. Debemos pensar que para cada uno de esos componentes  de la producción académico- científica hay un espacio disciplinario diferente,  a la vez que existen diversas concepciones de la filosofía de la ciencia que  los/las integran o las separan (diferencian). No es lo mismo hablar de  epistemología, historia de la ciencia o sociología de la ciencia. Además,  diferenciar cada una de las disciplinas o áreas del conocimiento científico,  acarrea la problemática de definir según criterios conceptuales diversos y de distintos  dominios de las ciencias. ¿Epistemología de las ciencias sociales o de las  ciencias naturales? Por ejemplo. 
             
En  este caso, trataremos de abordar algunos aspectos del pensamiento científico  que nos sirven como punto de partida para pensar la interdisciplina en la  Argentina. Debemos aclarar, por supuesto, que no se trata de identificar cada  perspectiva, postura o posición epistemológica y metodológica sobre el  pensamiento interdisciplinario o la práctica científica de la interdisciplina:  aquí se optará por reconocer su multiplicidad con un espíritu plural. Con ello,  lo que nos interesa, es identificar un proyecto de política científica que  introduzca y proyecte a la interdisciplina como un modelo de producción de  conocimientos. Nuestra tarea descansa en problematizar la relación que existe  entre interdisciplina y las políticas científicas de nuestro país. En este  sentido, resulta conveniente mencionar que, toda decisión sobre dichas políticas  está orientada por un proyecto institucional de gran envergadura.  
 
“La  investigación siempre se halla orientada. Su dirección no puede apartarse del  marco epistémico y, dentro de éste, existen factores de poder institucional  -académico, estatal o empresarial- que afinan la orientación. En los tiempos  del fundamentalismo de mercado, desentenderse de las políticas de investigación  y de sus efectos al modo cientificista supone avalar por omisión y  acríticamente una ideología que envuelve a nuestra sociedad de una manera cada  vez más férrea. […] Actualmente resulta ilusorio pretender desligar la  investigación científica de sus ‘externalidades’, en la medida en que hasta la  investigación más básica se ve condicionada por las necesidades sociales y el  mercado (Flax:, 2016: 141). 
 
En  vez de ubicar al pensamiento científico y definir áreas prioritarias de la  epistemología de las ciencias o de su filosofía, nos gustaría pensar que la  actividad científica responde a criterios sociales. Ellos se establecen en un  proyecto de sociedad viable, con ideales establecidos e instituciones  funcionales. En una sociedad desarrollada o emergente, el proyecto científico  va de la mano de su institución social: la ciencia es otra institución -con sus  reglas, prácticas y posibilidades- dentro de ese plan (cultural, social y  político).  
 
En  este sentido, nos debemos la posibilidad de pensar una ciencia en contexto, con  las políticas que la abrazan y con las decisiones que la materializan. ¿Qué  queremos decir? Básicamente que para que una política científico-académica sea posible,  deben existir articulaciones entre las instituciones científico-tecnológicas,  el Estado y el sector productivo de una sociedad determinada -en nuestro caso, Argentina.  
 
Jorge  Sábato y Natalio Botana, expusieron, en 1967, la necesidad de triangular las  relaciones entre estos sectores sociales. Y brindar la autonomía necesaria para  que cada uno se desarrolle de manera efectiva, tendiendo puentes entre cada  vértice: la relación entre estos sectores se conoce como el triángulo de  Sábato.  
 
            
              “La experiencia histórica permite pues  inducir esta imagen simplificada de las relaciones entre gobierno,  ciencia–tecnología y estructura productiva. Sin embargo, la exposición de este  sistema de relaciones no pretende tan sólo interpretar una realidad en función  de un modelo analítico definido de antemano, cuanto demostrar que la existencia  del triángulo científico–tecnológico asegura la capacidad racional de una  sociedad para saber dónde y cómo innovar y que, por lo tanto, los sucesivos  actos tendientes a establecerlo permitirán alcanzar los objetivos estratégicos  propuestos anteriormente. Como podemos observar, cada vértice constituye un  centro de convergencia de múltiples instituciones, unidades de decisión y de  producción, actividades, etc., motivo por el cual estaríamos en condiciones de  afirmar que las relaciones que configuran el triángulo tienen también múltiples  dimensiones, pudiendo, en consecuencia, seleccionar las que a nuestro entender  resultan más importantes para precisar el punto de vista adoptado. De este modo  el triángulo se definiría por las relaciones que se establecen dentro de cada  vértice, a las que denominaremos intra–relaciones; por las relaciones que se  establecen entre los tres vértices del triángulo, a las que identificaremos  como inter–relaciones y, en fin, por las relaciones que se establecen entre el  triángulo constituido, o bien, entre cada uno de los vértices con el contorno  externo del espacio en el cual se sitúan, a las que llamaremos extra–relaciones.”  (Sábato y Botana, 1975: 1-11) 
                   
                En  fin, para pensar una política científica, tenemos que poner sobre la mesa la  cuestión de la significatividad social del conocimiento científico, es decir,  suponer que el conocimiento está atravesado por las problemáticas sociales que  lo contextualizan, a la vez que le dan coordenadas concretas sobre las  problemáticas que lo contienen. Podemos pensar, a la manera de la epistemología  clásica, en un contexto de descubrimiento (Klimovsky, 2001) que, al ser  identificado con las condiciones históricas y sociales del conocimiento  científico, hace de cada problemática abordada por las ciencias un problema  social (o institucional colectivo). Por otro lado, esa significatividad, ese  modelo a seguir en las políticas científicas está vinculado con la posibilidad  de establecer relaciones entre el aparato de Estado, el sector productivo y la  tecnociencia.  
                Como  podemos observar, cada desarrollo científico, cada idea implementada, cada  innovación apreciable, tiene como fondo un fuerte contenido político académico  y político científico que instrumenta toda la producción de ciencia y  tecnología de un país. Este argumento es central para pensar la relación que  existe entre ciencia, poder y proyecto político (de Estado y con las  instituciones que lo componen: privadas, públicas y del tercer sector). 
                 
                “Pareciera entonces que no cabría  reducir el desarrollo de la ciencia a factores sociales, aunque tampoco a una  actitud cuasi divina de conocimiento desinteresado. Pero quizá no se trate de  reducir sino, por el contrario, de ampliar y profundizar la comprensión de una  realidad social compleja como la tecnociencia. La complejidad se manifiesta en  la confluencia de distintos factores en la práctica científica. Los factores  sociales convergen con las hegemonías del campo científico tratando de que la  producción del conocimiento sea encauzada hacia la consolidación de un estado  de cosas, donde hasta podría llegar a sacrificarse la potencia móvil y no  totalmente previsible de la producción científica a las necesidades de la  permanencia de un estado de dominación y, por tanto, estabilizar la producción  misma en una dirección entre otras posibles.” (Heler, 2008). 
                                       La  lógica interdisciplinaria o, mejor dicho, un modelo interdisciplinario de  producción de conocimientos científicos responde a este contexto social y de  disputa de poder. Todas las posiciones o estrategias epistemológicas (o de otra  índole académico-científica) responden a estas estructuras que, en mayor o menor  medida, se debe a una construcción social instituida por el pensamiento  científico (Martucelli, 2020) 
                 
              En  este escrito, trataremos de elucidar en qué condiciones apareció el pensamiento  interdisciplinario en Argentina y cuáles son las problemáticas que iniciaron  estas discusiones. Siempre teniendo en cuenta que, toda discusión y puesta en  valor del ejercicio científico y académico pone en relieve las tensiones de un  proyecto social, cultural y político.  | 
         
        
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          Interdisciplina,  entre políticas científicas           | 
         
        
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          Despertar  de una ciencia con sentido político  | 
         
        
          El  contexto en el que emerge la discusión sobre interdisciplina en el país -en la  década de 1960- está marcado por una fuerte impronta: reconocer el eje vertical  que señala el desarrollo de las tecnociencias desde el norte hacia el sur, a la  vez que se visualiza la, cada vez mayor, influencia de occidente (Europa y  Estados Unidos de América) sobre las decisiones y políticas científicas en el  mundo.  Si bien es cierto que cada país posee  un desarrollo particular de sus instituciones científicas, los grandes logros  de las potencias de la Guerra Fría (en plena carrera armamentística y  espacial), sumados a las indagaciones sociales de posguerra de los países con  tradición colonial, llamaron la atención de quienes buscaban un modelo de  ciencia (o de política científica) exitoso.  
 
            Además  de la influencia y las miradas de anhelo, hubo otros factores que sirvieron  para alertar este proceso. Se trata de la implementación de un modelo  hegemónico basado en el poder del complejo militar, industrial y de desarrollo  norteamericano. El ejército de los Estados Unidos de América financió un  proyecto de investigación social -a mediados de la década de 1960- denominado  Proyecto Camelot. El modelo que se perseguía era sencillo: realizar un estudio  social, político y económico que les brindara información sobre las tensiones  sociales y políticas en la América Latina de aquel entonces. Las unidades  ejecutoras de esta investigación eran las universidades latinoamericanas.  
   
            “En  1964, la Oficina de Investigación y Desarrollo del ejército de los Estados  Unidos patrocinó el Proyecto Camelot, que fue un esfuerzo de recopilación de  información en el contexto de la estrategia de contrainsurgencia. Camelot fue  concebido, originalmente, para tener una vasta cobertura, abarcando países en  todo el mundo en desarrollo. Sin embargo, el proyecto se implementó solamente  en Chile y no por mucho tiempo. 
               
            Los  objetivos declarados del proyecto eran ‘diseñar procedimientos para evaluar la  potencialidad de que se desarrollara una guerra interna al interior de las  sociedades nacionales’ e ‘identificar... aquellas acciones que un gobierno  pudiese desarrollar para mitigar las condiciones favorables a ella’. Bajo el  camuflaje brindado por un proyecto universitario de ciencias del  comportamiento, que se ubicaba en la Oficina de Investigación de Operaciones  Especiales de la American University (financiada por el ejército), Camelot era  un proyecto encubierto de inteligencia. Un general del ejército estadounidense  afirmó que dicho proyecto ‘nos ayudaría a predecir la utilización potencial del  ejército estadounidense en cualquier número de casos en donde la situación  pudiese desbordarse’”. (McSherry, 2011) 
               
            Si  bien el proyecto tuvo un corto alcance y se desarrolló, solamente, en el país  trasandino, la lógica imperante afectó la visión de los científicos locales  sobre las potencias del norte. De allí, como vimos más arriba, la necesidad de  establecer políticas científicas que tuvieran como eje la autonomía nacional y  regional. A partir de estos conceptos, la ciencia argentina tuvo como vector la  polémica con el centralismo científico de los mencionados países. 
               
            En  este contexto social, cultural y político es donde se empieza a hablar de  interdisciplina, como una estrategia de organización científica nacional y como  una posibilidad para la autonomía de la ciencia local. Esa autonomía,  significa, esencialmente, producir conocimientos orientados hacia las  problemáticas reales de nuestro país, pensar qué investigar, qué es importante  concebir y desarrollar, a diferencia de las necesidades de mercado impuestas  por la ciencia del eje vertical norte-sur. Para ello, hacía falta una ciencia  que deje de mirar hacia sus adentros, a su desenvolvimiento interno, para  enfocarse en las problemáticas compartidas con la comunidad en general. En fin,  dejar de lado el cientificismo para pensar en una ciencia al servicio del  cambio social. 
   
            
              “Para enfrentar la concepción  cientificista dominante, Varsavsky plantea una concepción alternativa de la  ciencia en la cual la labor de los investigadores no sea guiada, mediata o  inmediatamente, por intereses empresariales. Propone un ejercicio diferente de  la actividad científica en el que la libertad no se confunda con la carencia de  condicionamientos, sino que se dé en la forma de autonomía. En ese sentido, se  trata de una ciencia orientada por las necesidades del cambio social, el cual  actualmente requiere pensarse en términos de desarrollo humano, lo que solo  puede garantizarse mediante un trabajo interdisciplinario.” (Varsavsky , 2010:  32) 
               
             
            El  modelo de cambio social propuesto por Varsavsky tiene una clara orientación  hacia la producción interdisciplinaria desde una lógica científica que echa por  tierra los valores de una ciencia autocomplaciente: para encarar las  problemáticas nacionales era -y es, agregamos aquí- necesaria una ciencia  comprometida con el destino político, cultural y económico del país. Para ello,  el científico argentino, propone un modelo de investigador al que denomina  “rebelde”. Es decir, un investigador que reconozca los límites del  cientificismo y la impronta ideológica que lo arraiga a los intereses del  norte. 
   
            “La  misión del científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las  armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas sus  etapas y en todos sus aspectos, teóricos y prácticos. Esto es, hacer ‘ciencia  politizada’.” Al darle un continente político a la producción de conocimientos,  Varsavsky aboga por una ciencia comprometida y en diálogo, no solo para con todo  el espectro social al que sirve, sino también con otras ciencias y entre  diferentes disciplinas científicas. Por ello, supone que la investigación  interdisciplinaria es una metodología o estrategia de trabajo que, en vistas  del proyecto político-científico que pondera, posibilita la producción de  conocimientos de relevancia para la autonomía científica y nacional.  
               
            En  otras palabras, para que la autonomía del pensamiento científico nacional rinda  sus frutos, es necesario establecer estrategias de trabajo interdisciplinarias.  Éstas, ponen de manifiesto formas de producir que, a la luz de los problemas de  nuestra sociedad, se centran en la posibilidad de planificar y diagramar  investigaciones en función de su utilidad y capacidad resolutiva. A diferencia  de la “importación” de problemáticas y líneas de investigación que el  cientificismo ha marcado en su agenda.  
   
            
              “Por mi parte creo que hay un método  de trabajo que prácticamente obliga a hacer ciencia autónoma razonable. El  estudio interdisciplinario de problemas grandes del país, incluyendo una  adaptación a este de la enseñanza superior. […] El ‘inter’ indica un grado de  organización y amplitud mayor: los distintos aspectos discutidos en común por  especialistas de igual nivel en las distintas disciplinas, para descubrir las  interconexiones e influencias mutuas de esos aspectos, y para que cada  especialista aproveche no solo los conocimientos, sino la manera de pensar y  encarar los problemas habituales en los demás. Esta interacción de disciplinas,  que exige discusión, crítica y estímulo constante entre los investigadores, y  permite que ideas y enfoques típicos de una rama de la ciencia se propaguen de  manera natural a los demás, me parece una garantía de éxito.” (Varsavsky, 2010:  53) 
             
                          Ahora  bien, esta incursión en la construcción de políticas científicas de la mano de  la interdisciplinariedad supone la elaboración, al mismo tiempo, de estrategias  de investigación y metodologías que permitan llevar adelante dicha meta. En  síntesis, es necesario establecer qué se quiere decir cuando hablamos de  “problemas grandes del país” o “discusión y crítica” entre disciplinas o ramas  de la ciencia.  
               
            También,  debemos resaltar que, esta forma de producir conocimientos fue altamente  resistida por el modelo cientificista y, también, por el contexto político del  país. Recordemos que en la década de 1960 -29 de julio de 1966,  específicamente- se produjo, en la educación superior, el hecho conocido como  la Noche de los Bastones Largos, en donde se reprimió de manera salvaje a una  de las usinas de este tipo de pensamientos: la Facultad de Ciencias Exactas de  la Universidad de Buenos Aires. La dictadura de Juan Carlos Onganía, que había  derrocado al presidente Arturo Illia, no vio con buenos ojos el desarrollo  científico nacional y se encargó de dar un mensaje claro.   | 
         
        
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          De  interrupciones y metodología              | 
         
        
        
          La  interrupción del orden democrático en la Argentina, en las décadas de 1960 y  1970, tuvo como resultado una caída estrepitosa del desarrollo científico y  tecnológico (Beckerman, 2015) como así también el exilio de eminentes  investigadores y pensadores que se habían encargado, o se habían puesto sobre sus  hombros, la tarea de sostener un proyecto de ciencia autónoma -en los términos  que venimos enunciando. 
 
            Así,  científicos de la talla de Rolando García -quien fuera decano de la Facultad de  Ciencias Exactas durante la fatídica intervención de 1966- tuvieron que  exiliarse y desarrollar su proyecto fuera del país. Este hiato que se produce  en la democracia argentina logró que el proyecto de ciencia autónoma se  atrasara, se postergara y que, aún hoy, sea materia de discusión en los más  altos niveles de proyección política y científica del país.  
               
            Con  García, la idea de interdisciplina cobra forma. Si bien su trabajo no se  realiza, por completo, en Argentina, su proyecto tiene un fuerte desarrollo en  Francia -en donde colabora, con Jean Piaget, en la creación de las teorías  constructivistas de la ciencia- y en México, donde establece su vida académica. 
               
            García  sostiene que la interdisciplina es una metodología para el estudio de sistemas  complejos. En toda su propuesta teórica, podemos ver que la preocupación tiene  dos grandes aristas: la problemática sobre la identificación y análisis de los  sistemas complejos y, en el mismo orden de cosas, desarrollar una metodología  para su indagación.  
   
            
              “La complejidad de un sistema no está  solamente determinada por la heterogeneidad de los elementos (o subsistemas)  que lo compone […] La característica determinante de un sistema complejo es la  interdefinibilidad y mutua dependencia de las funciones que cumplen dichos  elementos dentro del sistema total […] No definiremos ‘interdisciplina’ in  abstracto, para luego aplicarla a ese objeto de estudio particular que es  un sistema complejo. Por el contrario, definimos primero el objeto de estudio y  luego planteamos la manera de estudiarlo. Llamaremos entonces investigación  interdisciplinaria al tipo de estudio que requiere un sistema complejo”  (García, 2013: 87-88). 
               
             
            Si  bien es cierto que, a diferencia de Varsavsky, García se centra en la  formulación de proyectos de investigación de carácter interdisciplinarios,  haciendo hincapié en su epistemología y metodología, no menos cierto es que  este autor reconoce la importancia de los condicionantes sociales para la  producción de conocimientos interdisciplinarios.  
              Para  García, el contexto social -político, económico y cultural- es central para  definir las problemáticas a abordar, a la vez que son la argamasa desde la que  se toman las decisiones para el estudio de un sistema de esas características.  Se reconoce, en su propuesta, la necesidad de tener presente una conciencia  social de la actividad científica, sin detrimento de las problemáticas, los  análisis y los resultados de los que parten y a los que se arriban en estas  investigaciones.  
               
            Por  ello, es más que importante tener en cuenta que, la metodología  interdisciplinaria, parte de la base de reconocer que la ciencia está inmersa  en ese contexto social que es común a todos los investigadores que participan  en ella. Ese tipo de conciencia social debe estar siempre presente y  funcionando, como una dimensión ético-política de la investigación.  
  “Sin  embargo, en el estudio de un sistema complejo, es indispensable que dicha  conciencia esté permanentemente en acción, puesto que se trata de problemáticas  globales donde los factores sociales juegan un rol fundamental. La concepción  tanto sociológica como socio-genética de la ciencia, debe, además, ser común a  todos los miembros de la investigación.” (García, 2013: 34) 
               
            En  estas perspectivas de trabajo, se puede observar que, la práctica de una  investigación interdisciplinaria hace mella en la autonomía político-científica  y en las problemáticas “grandes” que afectan a los colectivos sociales. Es  imposible, al menos en estas tradiciones de investigación, separar ciencia,  política científica y problemáticas complejas, entendiendo por estas últimas a  las que afectan a conjuntos sociales en busca de su propia transformación.              | 
         
        
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          Democracia,  interdisciplina y financiamiento  | 
         
        
          Con  la vuelta a la democracia, en el año 1983, el gobierno de Raúl Alfonsín intentó  normalizar el funcionamiento de las instituciones de investigación y educación  superior. Allí, la vocación interdisciplinaria fue contundente. La idea de  investigar y dejar de lado las divisiones disciplinarias, a través de políticas  activas para el diálogo disciplinar y la indagación de problemáticas  interdisciplinarias, fueron experiencias posibles en este resurgimiento  democrático. La interdisciplina emerge, nuevamente, como una perspectiva de  investigación, a la vez que se presenta como un modelo institucionalizado de  nuevas experiencias -a través de diferentes estructuras organizacionales (1). 
            
              “Las políticas nacionales en el  terreno científico fueron formuladas por la Secretaría de Ciencia y Técnica  (SECyT) -creada por Alfonsín con rango análogo a un ministerio- y el CONICET,  al que se reformó organizacionalmente de manera sustancial. En ambas  instituciones, así como en la propia UBA, fue crucial la participación de los  científicos del grupo de exactas. Tal es el caso de Rolando García cuya  actuación, que ya no tomó en este período cargos de conducción institucional,  fue emblemática de la voluntad de establecer espacios interdisciplinarios concebidos  como dispositivos: a) propicios a la innovación y el abordaje de temas  complejos de relevancia socioeconómica, y, b) integradores en una institución  anquilosada que debía superar las fuertes tendencias aislacionistas de sus  distintas unidades académicas.” (Hidalgo, 2016: 112-113). 
               
                         Los  avatares institucionales y los cambios de administración del Estado,  especialmente en la década de 1990, hicieron del desarrollo de la investigación  interdisciplinaria, en un contexto de crisis económica y política, un proyecto  vinculado a espacios específicos -temáticas y problemáticas- financiados  escasamente.  
               
            Es  indispensable señalar que, bajo este contexto, la investigación  interdisciplinaria ha dado un giro que no es inesperado. La historia de  nuestras políticas de investigación, han propuesto un modelo administrado  basado en la conformación de grupos ad hoc para la indagación de este tipo de  problemáticas. La creación de estos grupos o equipos, dependen del  financiamiento de las universidades y organismos del Estado -instituidos para  tal fin. Es decir, no es una investigación planificada o instituida para la  emancipación nacional, la lucha contra el cientificismo o la búsqueda de  soluciones para problemas complejos. La transformación producida en la década  de 1990 -con continuidad hasta 2002- dejó marcas fuertes en la institución de  estas políticas, al tiempo que se necesitaron modificaciones estructurales al  sistema científico-técnico para cambiar la situación (como veremos más  adelante). 
             
            En  este recorrido, podemos ver y apreciar que ha habido una transformación  importante en el concepto de interdisciplina, que se ha materializado en investigaciones  sostenidas por políticas científicas diferentes. Si bien es cierto que la época  dorada de este pensamiento puede cristalizarse entre las décadas de 1960-1970,  debemos reconocer que su importancia no ha cesado. A pesar de los cambios en  las políticas científicas y en los modelos de investigación académicos  científicos, la interdisciplina aparece en el discurso de la ciencia con  especial impronta.   | 
         
        
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          Políticas actuales | 
         
        
          Las  políticas científicas del siglo XXI están marcadas por la revalorización de la  producción de conocimiento, entendiéndolo como un productor de valor agregado  para las economías y las sociedades, a la vez que, tanto él como las  tecnologías que produce, se asemejan a los cimientos de un futuro deseable.  
 
            La  ciencia en Argentina, desde 2003 en adelante, ha sido objeto de reformulaciones  sucesivas, de avances y retrocesos, dependiendo de la administración del Estado  que se trate. Si bien es cierto que la cantidad de investigadores como así  también de presupuesto para la ciencia y la tecnología han aumentado  (Beckerman, 2015), también es cierto que, el financiamiento de la interdisciplina  depende de factores diferentes. Por un lado, tenemos la puesta en valor o  revalorización -con sus idas y vueltas- de la Ciencia y la Tecnología, por otro,  las aplicaciones locales de esos proyectos y su fomento.  
  “En  2007 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) creó el  Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) con el  desafío de articular la producción de conocimiento con el desarrollo social y  productivo del país e involucrando de este modo cuestiones de mayor complejidad  que las abordadas por conocimientos disciplinares clásicos.” (Hidalgo, 2016:  123) 
               
            Con  el reconocimiento de un contexto social y político complejo, sumado a la  institucionalización del Ministerio de Ciencia, la interdisciplina comienza a  percibirse como una perspectiva de investigación que, a sabiendas de las  características de nuestro sistema educativo superior y de investigación  científica y tecnológica, promueve el encuentro disciplinario para la pesquisa  de problemáticas conjuntas.  
   
            
              “¿Cómo construir un diálogo entre  distintas disciplinas, entre distintos modos de conocimiento? Consideramos que  el primer paso consiste en reconocer las diferencias, no para integrarlas,  sintetizarlas o producir una nueva totalidad más abarcadora, sino para aprender  a navegar en la diversidad, dando lugar a que aparezca un acontecimiento, una  nueva metáfora que nos lleve hacia nuevos espacios cognitivos o que enriquezca  nuestro paisaje actual. Sólo al reconocer que ninguna perspectiva particular  puede ser completa, al aceptar la necesidad del vacío y de la incertidumbre,  podremos participar de un encuentro dialógico en el que se produzca una  fertilización cruzada, en el que podamos nutrirnos en el intercambio. La  interdisciplina es el diálogo entre diferentes, manteniendo y disfrutando el  poder creativo de la diferencia, enriqueciéndonos con ella”   (Najmanovich, 2008: 95-96). 
               
                         Es  decir, independientemente de la forma angulada y pujante de la emancipación  científica, de una ciencia autónoma y de la solución de grandes problemáticas -o  complejas- sostenidas por los científicos y pensadores de la década de 1960, el  concepto de interdisciplina tiene un giro orientado al diálogo disciplinario y  al encuentro de diferentes conocimientos. Ello no implica un abandono de estos  ideales, ni de las tradiciones antes expuestas, todo lo contrario. Pero el  camino tomado por la especialización disciplinaria y la tendencia a saber cada  vez más sobre temas y problemáticas específicos, han decantado (en lo que a  interdisciplina se refiere) en un encuentro necesario para la discusión y  propuesta de modelos interdisciplinarios de investigación.       
               
            En  la planificación de las políticas científicas de 2013 a 2020, de tres  administraciones del Estado distintas, se puede observar una presencia fuerte  de la interdisciplina. Se manifiesta como algo necesario y se ajusta en el  sistema científico y tecnológico para el desarrollo de actividades de  investigación y desarrollo. Dentro de esta lógica, las políticas científicas la  llevan (a la interdisciplina) a ser reconocida en dos aspectos centrales: uno, como  ya mencionamos, el diálogo disciplinario, presente y muy estimado, para el  encuentro de saberes e instituciones diferentes; otro, las problemáticas  grandes que se identifican a nivel país o región.  
   
            
              “Atendiendo a esta problemática  compleja, el Ministerio estima conveniente combinar continuidad con cambios en  las acciones en materia de recursos humanos en CTI (2) por parte de los  principales ámbitos de generación de estos. En esa dirección, surge como una  necesidad lograr una mayor compatibilización de los criterios de excelencia con  los de pertinencia (enfoque centrado en problemas y oportunidades, en forma  interdisciplinaria e interinstitucional) en la formación científica como asimismo  incrementar los esfuerzos dirigidos a la formación de tecnólogos, jerarquizando  la carrera dirigida a tal fin y profesionalizando estos recursos dentro del  sistema (con la correspondiente adecuación de la normativa existente que regula  el desarrollo de recursos humanos en ciencia y tecnología).” (Ministerio de  Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, 2013: 51) 
               
                         Más  adelante se afirma lo siguiente: “Expandir los estudios de prospectiva y  vigilancia en temas relacionados con las TPG (3) y los NSPE (4) identificados  en el Plan, como asimismo relativos al análisis de desarrollo disciplinar e  interdisciplinar para la planificación de la expansión de capacidades en CTI.“ 
               
            El  aumento en la financiación de ciencia y tecnología no ha dejado de lado el  reconocimiento de las tradiciones interdisciplinarias que se erigieron en el  país. El Plan Argentina Innovadora 2020 (Plan AI2020), le da a la  interdisciplina un lugar destacado para la formación de recursos, el diálogo  interinstitucional y la capacidad de hacer frente a grandes problemas. La  construcción de este tipo de investigaciones, entonces, depende de la capacidad  del sistema de Ciencia y Técnica para afrontar y diagramar políticas  específicas, para promoverlas y desarrollarlas. 
               
            El  proyecto interdisciplinario de Argentina Innovadora 2020, fue sostenido,  incluso, por la gestión del presidente Mauricio Macri (2015-2019), en un  documento de investigación fundamental de la (en ese entonces) Secretaría de  Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.  
   
            
              “En muchos casos, en la actualidad la  investigación fundamental adopta características fuertemente interdisciplinarias,  e integra conocimientos y saberes de diversas disciplinas. El análisis y la planificación  deben reconocer esta característica, superando las clasificaciones en  disciplinas tradicionales. Se debe buscar un equilibrio entre la actual  estructura tradicionalmente disciplinar de la investigación fundamental y la  identificación de núcleos socio-productivos estratégicos que el Plan AI2020 usa  como elemento organizador.” (Secretaría de Planeamiento y Políticas en Ciencia,  Tecnología e Innovación Productiva, 2017: 20) 
               
                         En  este sentido y, como afirma el documento, se hace imprescindible focalizar e  identificar problemáticas complejas en áreas prioritarias, a la vez que se  deben fomentar estudios interdisciplinarios desde una lógica de la demanda.  Esto quiere decir que estos estudios pasan a tener una implicación especial en  convocatorias dedicadas a tal fin. La continuidad del Plan AI2020, en los  términos de las políticas interdisciplinarias de investigación, amplía su  vigencia, pero con un agregado importante -en lo que a ellas se refiere-: la  demanda de este tipo de investigaciones.  
   
            
              “La focalización de esfuerzos requiere  que los proyectos de I+D+i no se generen sólo desde la oferta. A partir de los  ejes directrices de este documento, del Plan AI2020 y de los planes  estratégicos de todos los sectores que refieren de la investigación y  desarrollo, el área de planificación y políticas del Mincyt identificará  grandes áreas de proyectos, que en general adoptarán características  interdisciplinarias, para realizar convocatorias especiales. La evaluación de  las propuestas deberá hacerse respetando el carácter interdisciplinario cuando  ello corresponda.” (Secretaría de Planeamiento y Políticas en Ciencia,  Tecnología e Innovación, 2020: 32) 
               
             
            Si  bien es cierto que, actualmente, la lógica interdisciplinaria se encuentra, de  lleno, en los programas de estudio, en la cooperación institucional, en la construcción  de redes de investigación, en las problemáticas de abordaje compartidas por  varias disciplinas, en políticas de investigación de universidades e institutos  de investigación, etc., también es cierto que, en cada proceso de investigación  y producción de conocimientos, la interdisciplina depende de cuán “aceitadas”  estén esas relaciones. Las políticas de financiamiento y la cooperación para la  construcción de proyectos de calidad, no dependen -solamente- del  financiamiento y la infraestructura académica y científica: debe, a la vez,  conformar una identidad propia y un modelo productivo a largo plazo.  
   
            
              “Las nuevas generaciones han  convertido muchas de las demandas de la agenda interdisciplinaria en parte  propia de su identidad e ideario de formación, pero la continuidad y  profundización de las prácticas integradoras supone la decisión de no  discontinuar la asignación de recursos suficientes, de repensar los mecanismos  de evaluación científica, de reconocer el tiempo que ha de invertirse en la  cooperación intersectorial e interinstitucional para lograr una comprensión  mutua que redunde en la producción conjunta de conocimiento robusto y  relevante” (Hidalgo, 2016: 126). 
               
             
            Con  la llegada del gobierno de Alberto Fernández en 2019 y a raíz del contexto  mundial que le toca, pandemia por COVID-19 y una recesión mundial alarmante, el  concepto de interdisciplina está ausente en el Plan Nacional de Ciencia  Tecnología e Innovación 2030 (Secretaría de Planeamiento y Políticas en  Ciencia, Tecnología e Innovación, 2020). Es cierto que allí impera un modelo de  investigación que reconoce las limitaciones disciplinarias, al mismo tiempo que  fomenta la producción de conocimientos a través de planes específicos y  orientados a grupos multidisciplinarios. Es necesario aclarar que esta lógica  no ha sido abandonada por las distintas universidades y los institutos de  investigación y que, de esta forma, sigue vigente en las prácticas de  investigación actuales.  
               
            En  este contexto y con una marcada desinversión en ciencia y tecnología desde el  2018 a 2019, las políticas científicas interdisciplinarias se hicieron a un  lado, o, al menos, no están contempladas en el mencionado plan estratégico. En  vistas de esta realidad, las prioridades del sistema científico y técnico han  cambiado y el proceso de producción de conocimientos científicos, también.  
             
            La  interdisciplina, independientemente de su estatus epistemológico y  metodológico, de las discusiones sobre la ciencia en sentido autónomo y la  capacidad productiva de un sistema científico y tecnológico específico, depende  de políticas de planeamiento que robustecen al sistema en términos económicos,  políticos y culturales. La producción de conocimiento científico en clave interdisciplinaria  supone el crecimiento de dicho sistema y el desarrollo de políticas de  acompañamiento que lo nutren, lo identifican y lo favorecen. Es necesario  edificar políticas para el desarrollo de la interdisciplina en las áreas que se  consideran prioritarias, a la vez que es imprescindible sostener el camino para  que los resultados de estas investigaciones vislumbren nuevos rumbos y sentidos.  | 
         
        
        
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          Conclusiones
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          Como  hemos visto, las prácticas de investigación interdisciplinarias dependen, en  gran medida, de las políticas científicas impulsadas por el sistema de Ciencia  y Técnica, en un contexto determinado. También dependen de la formación de  recursos para tal fin y de la cooperación interinstitucional para la  construcción de equipos de trabajo con esas características. 
            Es  importante comprender que la elaboración de este tipo de proyectos requiere de  una mirada estratégica clave, para identificar y reconocer problemáticas de  estas características (complejas o grandes, de acuerdo con la terminología  utilizada), a la vez que son imprescindibles los esquemas dialógicos entre  diferentes espacios de saber. 
             
            Como  se puede observar, las políticas presentes en torno a la interdisciplina  dependen, por supuesto, del diseño científico y tecnológico para tal fin, pero  con dos preocupaciones centrales. Como mencionamos más arriba, identificar  problemáticas grandes que requieran de la intervención de varias disciplinas,  en diálogo, para su estudio y posible solución. 
              En  este sentido, las políticas necesarias para la implementación de  investigaciones “inter” deben tener en cuenta las tradiciones de investigación  analizadas y pensar en conjunto estrategias y modos de abordaje de  problemáticas que se identifican con los grandes problemas comunitarios y sociales  que nos afectan (en Argentina).  
   
            
              “El propósito de incluir estas  cuestiones es llamar la atención sobre algunos problemas de la ciencia actual y  recordar que las problemáticas complejas requieren de una metodología compleja:  la interdisciplinariedad. ¿Para qué? Para no incurrir en reduccionismos o  equivocar soluciones, previsiones o predicciones por no considerar aspectos de  la realidad que se entrelazan y se resisten a un recorte arbitrario. El desafío  es que comprendan que la realidad es compleja y que se requieren instrumentos  conceptuales -y lenguaje suficientemente desarrollado- para abordar esa  complejidad, de modo que no se convierta en una confusión generalizadora de  incertidumbre, en un desequilibrio caótico, o en consecuencias indeseables o dañinas  que, mediante la interdisciplina, se podrían prever, aunque no solo mediante la  interdisciplina, sino también mediante instancias participativas de los  afectados” (Flax, 2016:147). 
               
                         De  este modo, la interdisciplina, la ciencia colaborativa y una ciudadanía  participante pueden establecer criterios de elaboración y producción de  conocimientos que aporten soluciones a conflictos de larga data, a  problemáticas complejas que aquejan a nuestras comunidades de manera constante  y que pueden, de alguna manera, ser el disparador para experiencias de  investigación y solución de conflictos, de efecto duradero y sostenido. 
             
            La  lógica interdisciplinaria, con su historia y sus avatares, puede brindar  soluciones a este tipo de problemáticas y se hace, dentro del contexto  inmediato, necesaria para la observación, planificación y ejecución de  investigaciones que pretendan un mundo más justo con una ciencia de avanzada,  al servicio de la comunidad.  | 
         
        
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          Notas | 
         
        
          [1] Tal es el caso del Centro de Estudios Avanzados (CEA), en la Universidad  de Buenos Aires, instituido, en 1985, por el Rector Francisco Delich.  
[2]     
    Ciencia, tecnología e innovación.  
[3]     
Tecnologías de propósito general. 
[4] Núcleos socio productivos estratégicos              | 
         
        
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          Bibliografía | 
         
        
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