| Estoy en esos días, me vino Andrés, estoy indispuesta:  abordaje del tabú de la menstruación: problemática de los discursos, los costos  y la desigualdad  | 
         
        
          | Violeta Guberman | 
         
        
          | Universidad Nacional del Litoral; Sociología del Litoral Asociaciónn Civil (SLAC) | 
         
        
        
          gubermanlegales@gmail.com  | 
         
        
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          Para citar este    artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2022; 20(2). Disponible en    internet: 
                    http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v20_n2_01.htm   | 
         
        
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          Resumen | 
         
        
          A  lo largo de los años las mujeres debíamos ocultar un sangrado que nos sucedía  todos los meses, durante aproximadamente 40 años de nuestras vidas. A su vez,  el ocultamiento también  implicaba atravesar el lenguaje. Normalizamos decir que debido al sangrado     “estábamos  indispuestas”, es decir, no dispuestas a realizar ciertas tareas. Como también decir que estar     “en  esos días” implicaba estar menstruando, o masculinizar la problemática diciendo     “me vino Andrés”, por la metáfora del que viene una  vez al mes.  
          La  introducción se encuentra en tiempo pasado, pero la menstruación nos sigue  atravesando a los cuerpos menstruantes desde los tópicos del tabú, la  desinformación y la verguenza.  
          Este  sangrado es objeto de discursos médicos, psicológicos, culturales y sociales. Es mucho más que sangre,  tiene el poder de encontrarse siendo el sangrado que limpia el útero, un órgano que se encuentra en disputa y se  aproxima hacia el terreno del poder. Disputa de poder que se encuentra  vinculado con la decisión sobre nuestros cuerpos, sobre la reproducción y la  maternidad. Estos discursos siguen reproduciéndose y así mismo siguen creando  ideas erróneas sobre lo que es menstruar.  
          La  menstruación, síntoma, ciclo y asunto que fue relegado a la privacidad, a la intimidad  es una cuestión social. La experiencia de  gestión menstrual abarca una serie de problemáticas sociales que requieren  atención en la academia y en el estado. En este sentido, este artículo se  propone explorar la producción de algunas autoras e investigadoras que  indagaron respecto a los significados y las implicancias económicas,  culturales, sociales y, en definitiva, políticas de la menstruación.              | 
         
        
          | Palabras clave: salud, menstruación, estudios de género. | 
         
        
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          Abstract | 
         
        
          Over the  years, women had to hide a bleeding that happened to us every month for about  40 years of our lives. At the same time, concealment also implied going through  language. We normalized saying that because of the bleeding "we were  indisposed", that is, unwilling to perform certain tasks. As well as  saying that being "in those days" implied being menstruating, or  masculinizing the problem by saying "Andrew came", through the  metaphor of the one who comes once a month.  
             The  introduction is in the past tense, but menstruation continues to cross us  menstruating bodies from the topics of taboo, misinformation and shame.  
                This bleeding  is the object of medical, psychological, cultural and social discourses. It is  much more than blood, it has the power of being the bleeding that cleanses the  uterus, an organ in dispute in the field of power. A power dispute that is  linked to the decision about our bodies, about reproduction and maternity.  
                Menstruation,  symptom, cycle and issue that was relegated to privacy, to intimacy is a social  issue. The experience of menstrual management encompasses a series of social  issues that require attention in the academy and in the state.              | 
         
        
          | Key words: health, menstruation, gender studies. | 
         
        
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          Introducción | 
         
        
        
          La gestión menstrual es un  proceso que trasciende la experiencia personal en tanto y en cuanto se ve  afectado por condiciones de infraestructura, ingresos o normas culturales (D  ́Alessandro et al., 2022). Y es así que la menstruación, lejos de  ser una cuestión individual, es un problema social y cultural porque aborda las  siguientes dificultades: brecha económica y desigual acceso a los productos de  gestión menstrual y a las condiciones de menstruar en sí, deserción escolar y  laboral por los dolores profundos, y sangrados duraderos; medicalización  temprana de dolores menstruales; desinformación en la educación de la salud  sexual y reproductiva, teniendo como resultado embarazos precoces y no  deseados. Me refiero a la palabra “problema” porque el fin de este artículo es  precisamente considerar las serias dificultades que atravesamos las mujeres al  menstruar. Los fundamentos teóricos que se presentan son, en un primer lugar,  retomar los conceptos que utilizan las autoras Tarzibachi y Rohatsch en  relación a la temática.  
            Como infiere Tarzibachi en “Menstruar también es político”, (…) “las  mujeres sintieron la necesidad de hablar en código, de enmascarar la  menstruación situándola como algo que viene de afuera, una ajenidad que es  propia, que invade o visita”. Los (…) “eufemismos fueron un modo de  institucionalizar en el lenguaje la vergüenza con que se suele vivir el cuerpo  menstrual ante otros. En esa vergüenza sobre la experiencia corporal de la  menstruación hubo y aún hay un modo profundo y sutil de hacer género.  Lo vergonzante que reviste esa dimensión del cuerpo de las mujeres cuando se  hace evidente ante otros no es una mera experiencia emotiva singular, sino una  emoción regulada por una política sobre esos cuerpos. (…) desde las marcas del  lenguaje, que ese modo de vivir nuestros cuerpos con vergüenza por menstruar  está cargado de sentidos sociohistóricos de larga data. La industria  transnacional que estudié en mi investigación doctoral, la industria autodenominada de     “Cuidado  Personal Femenino” o     “Protección  Femenina”, simplemente retomó y  usó muy astutamente el estigma de la menstruación (y su correlato en la  experiencia vivida, la emoción de la vergüenza) para vendernos modernización y  hasta liberación femenina.” (Tarzibachi,  2017:36). | 
         
        
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          Estado actual del conocimiento | 
         
        
          La  necesidad de investigar sobre las experiencias menstruales, sobre el uso del  tiempo (en relación a la deserción escolar y laboral), sobre el costo, sobre  los productos y su riesgo en su utilización son temas aún vacantes en la agenda  académica argentina. 
                          En la  academia se observan temas relacionados con los derechos sexuales y  reproductivos, como partos respetados y humanizados (Abdala:2019), activismos  en derechos sexuales y reproductivos (Vaggione:2013); (Brown: 2015), salud  sexual y reproductiva adolescente (Fanta Garrido:2019), relación con la  maternidad y el aborto (Gudiño Bessone:2012), internet y salud sexual y  reproductiva (Szulik:2005), política y derechos sexuales y reproductivos (Allione:  2019).  
               
            La  menstruación en Argentina comienza a ser objeto de análisis en un escenario  político que promueve la expansión de derechos para un mejor acceso a nuestra  salud reproductiva y sexual. Precisamente en el año 2013 es cuando Eugenia  Tarzibachi comienza con los trabajos de investigación en este campo. Dicha  temática que salió de la esfera privada para convertirse en una responsabilidad del  Estado: menstruar es político, consigna que demanda al Estado la generación de políticas públicas de acceso a los productos y a  una información de calidad y certera. La menstruación es relacionada con el  proceso de fecundación y con el embarazo no acontecido, pero, de acuerdo con Rohatsch  (2013), la  menstruación no se limita a eso sino que supone una experiencia psicosocial y  emocional que permite generar narrativas sobre nuestros cuerpo que arman cuerpo.  Es decir, un cuerpo en donde significamos la materia y lo que nos ocurre en la  existencia del mismo (Tarzibachi: 2017). La menstruación, es un signo vital más  en nuestro cuerpo y la construcción cultural del tabú generó un distanciamiento con el proceso.  
               
            Desde  el año 2020, como primer acontecimiento de gestión menstrual, el Gobierno  Nacional enmarca diversas políticas públicas  para una gestión menstrual segura y con un equitativo acceso a la información y  productos. En ese año se presentaron 14 proyectos en el congreso de la Nación,  ninguno aún ha sido transformado en ley. Por otra parte, en la Ciudad de Santa  Fe, sólo existe un proyecto de ley con media sanción con fecha en el año 2020,  y que permite el acceso a los productos de gestión menstrual. El último documento de la Nación data de febrero 2022,  donde se publican números prácticamente alarmantes y temas aún vacantes que  observar. Algunos de ellos, son retomados en el siguiente artículo para  repensar la menstruación como una cuestión social.  
               
            En  este sentido, la resignificación del cuerpo como un espacio y territorio  implica una forma de institucionalizar la importancia del sujeto en relación  consigo mismo y su entorno social y también     “permite  poner en relieve la cuestión de la emergencia de nuevos códigos y significados  culturales y preguntarnos por las condiciones que hacen posible su difusión y  su impacto en la sociedad” (Illouz, 2010, 130). En este sentido, indagar en  torno a la menstruación como una problemática social, no sólo que se encuentra  vacante, sino que es de suma importancia para crear nuevas relaciones con el  cuerpo y el territorio.  
            Los  principales trabajos de investigación en torno a la menstruación en Argentina  se centraron en pensar los cuerpos femeninos en las publicidades de productos  dietéticos, productos para la menstruación  y productos laxantes (Tarzibachi: 2013); pedagogías de la sexualidad referidas  al ciclo menstrual en jovenes (Rohatsch: 2018); análisis de los discursos del activismo  menstrual en Argentina (Cóccaro: 2020).   | 
         
        
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          Acerca de los discursos  predominantes | 
         
        
        
          Los saberes “expertos” construyeron una noción del ciclo  menstrual como un tópico tabú: las ciencias médicas que patologizaron al concebir los ciclos menstruales como una     “alteración del estado de salud”; la psicología y la vinculación con la histeria, locura y cambios de humor; el Estado  que mediante instituciones y legislaciones, contribuyeron a disciplinar los  cuerpos y correr hacia los márgenes las experiencias menstruales;  como así la industria publicitaria y productos culturales han abonado  un lugar estigmatizante sobre los cuerpos menstruantes, en primer lugar  ocultándola sin mostrar la sangre y en segundo lugar, el estigma de la  liberación femenina y la productividad. Como así también lo publicitario creó  un discurso de “higiene femenina”, como si menstruar nos vuelve sucias, e  impuras (fuerte vinculación con imaginarios eclesiásticos).  
             
            Ahora bien, la mayor problemática es la producción y  reproducción de discursos que insisten con sostener mitos, prejuicios, creencias  y falsedades en torno a nuestro ciclo menstrual. Como sostiene Rohatsch, “La menstruación es un  proceso fisiológico, femenino y natural pero contiene también un aspecto psicosocial  que puede afectar la manera en que las mujeres la  experimentamos, sobre todo cuando somos niñas y alcanzamos la menarca.  Desde ese mismo día se nos pide que nos adaptemos a los estereotipos que rodean  a la sangre menstrual” (2013, 1). Esto hace que desde la infancia creamos una  cadena de desinformación que no nos permita obtener información sobre lo que  sucede en nuestro cuerpo, y que también lo enfrentemos con miedo, asco y  vergüenza. Las experiencias menstruales en distintas instituciones y  establecimientos (ya sean educativos, culturales, carcelarios o psiquiátricos)  se dan en contextos de poco o casi nulo acceso a la información, la Educación  Sexual Integral, herramienta que forjaría un real acceso a datos seguros, de  calidad y gratuitos posee fallas y faltas que el propio sistema educativo,  social y moral repele.  
            No  sólo el discurso desde las áreas médicas y psicológicas fomentaron un discurso  hegemónico que consideró al proceso menstrual como tabú, sino existe un  discurso aún más interesante por identificar de qué manera también circula en  la sociedad, que es el discurso sacralizado. El sa(n)grado femenino con una  fuerte perspectiva de género centra el análisis y conformación de la sacralidad  femenina. La mujer, en este sentido posee un poder “distinto” del resto por  sangrar, y ese sangrado sagrado la constituye en su espacio con una  espiritualidad determinada. Así, comenzaron a existir nuevas formas de  relacionarse entre las mujeres y cuerpos gestantes con la menstruación, se  conformó un nuevo tipo de relación con el sangrado.  
               
            Este  recorrido se dio particularmente a través del feminismo y de considerar la  perspectiva de género para así resignificar los procesos reproductivos y  sexuales desde otro entramado. La tierra y la naturaleza son los elementos  centrales que conforman las nociones acerca del sangrado femenino, y  permitieron crear y hacer circular un discurso sacralizado de la menstruación.  En este discurso se logra observar qué tipo de valorización hay en los cuerpos,  qué tipo de apropiación existe con la sangre, que adquiere un espacio nuevo de  clasificación, en este caso, como un elemento sacro.  
               
            Rituales,  danzas, intercambios de todo tipo son los que conforman esta nueva tendencia a  resignificar a las mujeres como portadoras de un poder “sobrenatural” que las  permite encontrarse y posicionarse desde otros lugares en la sociedad y en su  comunidad.  
   
            “En  la actualidad, diversos grupos espirituales han planteado el advenimiento de una nueva era  que tiene entre sus propósitos la transformación de las relaciones sociales –  incluyendo las relaciones y roles establecidos para los géneros - y la forma en la cual los  sujetos se acercan a lo sagrado más allá  de las instituciones religiosas; colocando así la experiencia y las emociones  como ejes desde los cuales se construye la identificación y la práctica  religiosa. Dentro de la amplia gama de ofertas espirituales presentes en los  contextos latinoamericanos, existe una creencia acerca de la importancia de las mujeres, que son  consideradas como uno de los agentes principales para generar estos cambios de  conciencia. Esta creencia se basa en el llamado     “Retorno de la Diosa”  o del sagrado femenino, en el cual se plantea el surgimiento de una especie de  feminismo místico que implica la toma de conciencia de las potencialidades  humanas con el fin de transformar los estándares sociales, culturales e  individuales que caracterizaron a la era masculina y así generar relaciones más armónicas entre  hombres y mujeres. De acuerdo con este discurso, las mujeres tienen un papel protagónico en la  construcción de una nueva era, y es a través de retomar los conocimientos que se  presumen olvidados – sobre todo aquellos vinculados con la naturaleza - y la  sensibilidad que se considera propia de lo femenino, que los cambios se  generarían no sólo a nivel de la conciencia y del espíritu individual, sino que  tendrían la potencia de una transformación a nivel cósmico” (Ramirez Morales, 2016, 136).   | 
         
        
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          Acerca de los productos y los costos  de menstruar             | 
         
        
          Toallitas,  tampones, “protectores” diarios, copita o el disco, son algunos de los  productos de gestión menstrual más conocidos en el mercado. Pero la  problemática no sólo reside en la disponibilidad y distribución de los mismos,  sino en el desconocimiento de los componentes que poseen algunos de los  productos de gestión menstrual y las condiciones especificas que requieren los  que no son reutilizables y descartables. En este sentido, la copita, el disco o  las toallas reutilizables de tela son productos que requieren de una  infraestructura especifica: acceso a un recipiente donde pueda hervirse la  copa, agua potable o acceso a productos de desinfección o purificación y lugar  donde se guarden que sean limpios e higiénicos. En este sentido, como menciona  Tarzibachi, “Gestionar la menstruación requiere ciertas condiciones previas  para las mujeres y personas menstruantes que son esenciales: el acceso al agua  limpia, instalaciones sanitarias acordes, acceso a productos de gestión  menstrual (PGM: toallitas, tampones, paños absorbentes lavables, copa  menstrual, entre otros). Los tabúes que rodean a la menstruación pueden ser un  obstáculo para el acceso a derechos. Es por eso que también es necesario potenciar la educación  sexual y reproductiva y contribuir al acceso a productos de gestión menstrual”  (Tarzibachi, 2017, 6).  
                          El  costo de menstruar es inevitable y si bien una serie de productos de gestión  menstrual se encuentran en la categoría de precios cuidados, esto no obsta a  que las mujeres y personas que menstruan tengan un costo extra en el  presupuesto destinado a la salud. Del mismo modo que los analgésicos que se consumen  para apaciguar los dolores menstruales, según el informe que el Ministerio de  Economía en el año 2021 [2] publicó, los analgésicos son una  variable a considerar en el presupuesto de gestión menstrual. Se estima que  gran parte de las personas que menstruan ingieren 6 analgésicos por ciclo. En  enero del corriente año, los números ascienden entre $4.028 a $5.135 por año,  dependiendo el producto que se seleccione, ya sea toallita o tampón. La copa  menstrual tiene un costo aproximado de $1.500 con una duración de 3 a 10 años.  Teniendo en cuenta que las mujeres sufrimos una desigualdad estructural  económica, donde ganamos menos que los hombres y que no accedemos al trabajo  formal de la misma manera y la inserción laboral es aún más compleja. A esta  problemática se le suma las tareas de cuidado y el trabajo no remunerado que  implica esa actividad.  
             
            Algunos  porcentajes que alarman la situación: el costo de menstruar equivale al 52% del  monto de la Asignación Universal por Hijo y el 46% del ingreso mensual promedio  y quienes deciden utilizar tampones, destinan más de una Asignación Universal  por Hijo en el año para comprar estos productos, como así también equivale un  26% de la Canasta Básica Alimentaria.  | 
         
        
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          Conclusiones | 
         
        
          Como  afirma Fingerson, “la experiencia de la menstruación, lejos de ser privada y  secreta, está embebida en relaciones sociales” (Fingerson, 2006,93).  En este sentido, se abre una agenda de investigación y de acciones de políticas  públicas que implican abordar la temática desde distintas aristas. La  implementación de la Educación sexual integral en instituciones de toda índole,  la producción y distribución de productos de gestión menstruales sustentables,  debido a que otra implicancia es la cuestión ambiental que generan los  productos descartables y no reutilizables, las experiencias de menstruar para  el reconocimiento del ciclo como un proceso que abarque el conocimiento y la  información sobre nuestros derechos, sobre nuestros cuerpos y que impliquen una  vivencia un tanto más amena. Los contextos de desigualdad social y económica  que ponen en riesgo la salud y la vida de los cuerpos menstruantes al  atravesarlos en contextos de riesgo y con pocas condiciones de higiene.  
 
            La  importancia de la construcción desde una perspectiva del campo sociológico en  relación a la menstruación propone identificar cuáles son los discursos  circundantes, para poder indagar qué información y experiencias circulan, y  como punto de partida alejar los elementos que puedan reproducir una mirada  naturalizada y de sentido común. Construir desde un discurso que permita  acceder a la información confiable y segura con datos que puedan ser relevados  con instrumentos de medición acordes a los contextos.  
             
            Si  estar indispuesta es no estar disponible para hacer, habitar y construir, el  objetivo es estar dispuesta “a”, que los cuerpos menstruantes estén dispuestos  a construir un empoderamiento en relación al ciclo menstrual que permita  vincularse desde otro modo y manera.   | 
         
        
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          Notas             | 
         
        
        
          [1] Real Academia Española.  Sitio web: https://dle.rae.es/problema  
[2]  Mercedes D ́Alessandro et. al.,(2021):  “Justicia Menstrual. Igualdad de género y gestión menstrual  sostenible”.  
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          Bibliografía | 
         
        
          Fingerson, L. (2006). Girls in power: Gender,  body and menstruation in adolescence.  
             
Illouz, E. (2010): “La salvación del alma moderna: terapia,  emociones y la cultura de la autoayuda”. 
 
Mercedes D ́Alessandro et. al. (2021):  “Justicia menstrual: igualdad de género y gestión menstrual  sostenible”.  
 
Rohatsch, M. (2013): “¿Estas venida? Experiencias y representaciones sobre la menstruación entre niñas de 12 a 15 años”.  
 
Ramirez Morales, M. (2016):     “Del tabú a la sacralidad: la  menstruación en la era del sagrado femenino”.  
 
Tarzibachi, E. (2017): “Menstruar también es  político”.               | 
         
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