Introducción
De modo arbitrario hemos elegido tres noticias que ilustran claramente de qué manera la violencia se manifiesta en los jóvenes. Haremos un análisis de éstas, a la luz de conceptualizaciones teóricas del psicoanálisis vincular, de la semiología del discurso y de la historia de la subjetividad. Tendremos en cuenta el impacto emocional que provocan en los receptores e intentaremos pensar y entender qué significan. A partir de este objetivo, se hace indispensable abordar las condiciones socio-culturales actuales y lo que produce en la subjetividad adolescente.
Noticia 1: Aquella mañana parecía ser igual a todas. A las 7.30 ya estaban todos en la escuela y luego de formar se dirigieron a las aulas. Una vez allí, Junior tomó su arma nueve milímetros y comenzó a descargarla a mansalva. Sus compañeros exorbitados se protegían con los pupitres y bancos, pero tres murieron en el acto y cinco resultaron gravemente heridos. Al terminar su primer cargador, uno de los chicos pudo tirarse encima de él y quitarle el arma. Actualmente la jueza encargada de la causa investiga, mientras en la sociedad se generan grandes debates sobre la edad de imputabilidad (Diario Página 12, Septiembre 2004, Carmen de Patagones)
Noticia 2: Con terror a asaltos y secuestros, los chicos de Brasil son los más estresados del mundo. Una investigación realizada por el canal Nick (Nickelodeon) de programas infantiles y juveniles reveló que entre 14 países donde opera la emisora, los brasileños se sienten más angustiados que el resto de los encuestados. Al miedo razonable a perder a los padres, que les ocasiona pánico, se le suman el terror por que ingresen ladrones a sus casas y el pánico frente al asalto y al secuestro. (Diario Clarín, Noviembre de 2006)
Noticia 3: En la escuela notaban que Carlos solía quedarse dormido, siempre estaba cansado. Cuando le preguntaban sólo decía que estaba “trabajando de noche”. Lo que desconocían los docentes era que “trabajaba” robando con su grupo. Todo salió a la luz cuando en el último asalto a un departamento disparó al propietario y éste murió en el acto y Carlos cayó preso por ser mayor de edad. Al quedar preso los padres de sus compañeros se mostraron sumamente apenados “ya no vamos a estar tranquilos cuando salgan nuestros hijos, cuando estaban juntos Carlos los protegía”. (Mayo 2000, Comunicación Personal de una docente de una Escuela Estatal del Barrio de Palermo de Capital Federal)
Podríamos seguir con innumerables escenas de la vida cotidiana, incrementar la angustia y la desesperación. En situaciones así solemos protegernos con prejuicios: “Habrá que ver los padres de este chico”, “Seguro que nació en una villa”, “En este país no hay cultura del trabajo”, “¿Cómo no se dieron cuenta en la escuela?”, “Es que los docentes viven de paro”. Pero la realidad que nos transmiten los medios de comunicación explicita que en los últimos 10 años a nivel mundial los episodios de violencia que involucran a jóvenes se han incrementado y por tal motivo consideramos importante reflexionar sobre la Violencia Actual.
Definición de violencia
Según la OPS(1), la violencia es el resultado de la acción recíproca y compleja de factores individuales, relacionales, sociales, culturales y ambientales. Ningún factor por sí solo explica por qué algunos individuos tienen comportamientos violentos hacia otros o porqué la violencia es más prevalente en algunas comunidades que otras.
Algunas teorías de psicoanálisis vincular plantean que en todo acto violento intervienen tres factores: 1) Las determinaciones socioculturales. 2) El conflicto vincular intrafamiliar. 3) La conformación intra-psíquica de los sujetos comprometidos en dichos vínculos violentos(2).
Desde la historia de la subjetividad como desde la semiología, se ha planteado como idea fundamental que la violencia se presenta como un modo de relación que aparece en condiciones en que la escuela y la familia no logran imponer su legalidad. Por lo tanto, sin una ley que organice no se percibe su trasgresión, ni la presencia del otro como semejante (siendo la ley quien lo articula de esta manera). Entonces la violencia no es apreciada como tal, en tanto no hay registro de un límite violado (3).
La violencia en relación a la subjetivación
El sujeto se constituye desde y con los otros, en vínculos. Todas las formas de producción de subjetividad se inscriben en condiciones socio - históricas y culturales específicas.
El vínculo entre padre e hijo está reglamentado por un discurso que tiene características epocales y que tienen efecto subjetivante sobre sus participantes. Por lo tanto los conceptos de crianza, infancia, paternidad y violencia dependen de lo que cada época histórica sancione como tal (4).
Hoy en día asistimos a una modificación de las características de la familia moderna y de las instituciones que la sustentaban y acompañaban. Nos encontramos en un marco histórico y cultural diferente. Y, por lo tanto la producción de subjetividad también se ha modificado. En este punto es interesante citar el pensamiento del historiador I. Lewckowicz y la semióloga C. Corea (5), quienes postulan que la transformación contemporánea está relacionada con la mutación de las instituciones que producían infancia; éstas eran las encargadas de proteger, contener, formar la personalidad e identidad sociocultural y planificar la educación de sus integrantes. Caídas estas instituciones –escuela, familia, pedagogía, pediatría, habrá que repensar no sólo los vínculos intrafamiliares, sino también los de la familia con el afuera, y el significado actual de la violencia.
La familia de la modernidad instauraba en el niño el principio de legalidad a través del padre, quien encarnaba la ley junto con la escuela que continuaba la labor formativa. Estas instituciones establecían la figura del niño como un futuro ciudadano inocente y frágil que aún no era sujeto de la conciencia. El pequeño tenía que ser educado, tutelado, pues ahí en el origen, estaba contenido su desarrollo posterior. Actualmente estas instituciones han perdido su poder hegemónico y nos resulta difícil considerar a la infancia como antes. Existe un desacople entre la idea de “niño” que tenemos en mente y la realidad, lo cual seguramente interfiere en los modos de intervención frente a situaciones violentas. Incluso, no son pocas las veces que los chicos “avisan” y debido a nuestros prejuicios en relación a la infancia no podemos escuchar.
La familia adquiere otras modalidades y formas vinculares. Los medios masivos de comunicación y el discurso mediático en general participan de la producción de subjetividad, de malestar y sufrimiento actuales.
La violencia depende de cada situación y proviene de causas múltiples y complejas, y se puede pensar desde lo individual, lo vincular o lo socio-cultural. Sostenemos que estas instancias no son pensables por separado.
Los medios masivos de comunicación difunden diversas situaciones que quedan catalogadas desde sus contenidos violentos, sin ningún tipo de análisis ni discriminación, en cuanto a la singularidad de cada situación. La crueldad de las imágenes y de las opiniones acerca de la serie de casos circula en los medios como “la violencia en la adolescencia”. Esta situación podría pensarse como hechos en sí mismos o como hechos de discurso.
El discurso de los medios que llama “infancia asesina”, “infancia violenta”, que habla de criminalidad, de jóvenes precoces, de chicos de la calle, de la violencia escolar, del abuso sexual de menores, de la prostitución infantil, de las diferentes crisis: económica, de modelos, de valores; encubre y es síntoma de una alteración histórica: la pérdida de vigencia de las formas con que fueron pensadas la infancia en la modernidad a lo que C. Corea (6) llamó “el agotamiento de la institución infancia”.
Los fenómenos mediáticos se explicarían según un principio de repetición serial. Por lo tanto, esta repetición idéntica es la que prefigura un futuro: Aumento de la violencia infantil. Construida la serie, el nuevo caso queda incluido en la misma por tener algún rasgo en común. Los casos pasan a tener la misma causa, quedando anulada la peculiaridad de cada situación. Esto es una operación mediática, que plantea que la causa del caso siguiente es la causa de la inclusión de un nuevo término en la serie que da lugar a otro caso. El nuevo caso es la causa del anterior: legitimado a su vez como su antecesor al incluirlo en la serie. Es decir que se repite la idea en forma diferente y no se añade nada al conocimiento.
La puesta en serie del discurso mediático no explica nada, se auto-explica en la operación de poner en serie: un caso es la explicación del otro, sucediéndose sin fin. Cada caso confirma la ley, crecen los índices, los casos, las estadísticas, dando respuestas numéricas a través de una percepción mediática de la realidad se da a entender que: “vivimos en un mundo cada vez más violento”. Esto encubre un cambio más drástico que es la situación de la infancia hoy.
Los sujetos consumidores de información tienen una percepción mediática de la realidad. Desde esta lectura los casos de delincuencia infantil son casos mediáticos y no de otra naturaleza. Esto no repudia la realidad pero los hechos se significan de determinada manera desde los medios. Se hace necesario construir otro punto de vista para analizar el problema, dejando de lado la ubicación de la violencia en serie para hacer una lectura singular y particular en cada caso. Es interesante observar que con frecuencia los protagonistas tampoco saben porque han cometido un delito o un acto violento, no le pueden asignar un sentido.
En la Noticia 1 de Carmen de Patagones, como en tantos otros casos, el joven anuncia sus planes, pero los adultos no escuchan debido a la suposición de “niñez” que no coincide con los jóvenes actuales. Fue producto de un desajuste entre el acto que se dice infantil, por la edad cronológica y los sentidos disponibles de parte del adulto para escuchar el anuncio que hizo el joven. Estos sentidos construyeron una idea acerca de infancia. El manejo fluido de armas que tenía “Junior” tiene que ver con: 1) No considerar que un niño y un adulto sean diferentes a la hora de manejar armas, el adulto no siente que “el manejo de armas” no sea “cosa de niños”. Un padre se puede vincular con su hijo por este medio. 2) El acceso de los niños a los mass media, que posibilita el aprendizaje de medios de destrucción, sin restricciones. 3) Esto naturaliza, familiariza y toma como cotidiano cuestiones que antes se excluían, se temían, se distanciaban. 4) Adultos y niños están ubicados igual en esta cosmovisión, se borran las diferencias.
En la Noticia 2, vemos el efecto nocivo y desbordante que produce en adultos y niños la presencia constante de violencia en los medios de comunicación. Unos y otros están igualmente expuestos a la sensación de vulnerabilidad: todos están en peligro. Los padres no logran aislar a los niños de las irrupciones mediáticas. Anteriormente los padres elegían qué decir y qué ocultar a sus hijos.
En la Noticia 3, el caso de la escuela de Palermo, nos encontramos frente a un crimen con móviles precisos, tramado y compartido por el grupo y conocido por sus padres. Desde una posición conciente los “niños” se comportaban como adultos, en este sentido imputables de delito. Sus padres delegaban el cuidado y el sustento familiar en ellos produciendo un drástico cambio de roles.
La adolescencia
Tradicionalmente la adolescencia es considerada una crisis evolutiva donde los modos de vincularse establecidos se cuestionan. Los padres son transmisores de significados sociales, de valores e ideologías, de conflictos y de un modelo de familia, así como de formas de relacionarse y de lo permitido y lo prohibido.
En el mejor de los casos, el padre mantiene una autoridad sobre el hijo que en la adolescencia va a ser cuestionada. El desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo. Es importante aclarar que previo a esto tiene que estar establecida la ley paterna, sino no hay de qué desprenderse ni de quién diferenciarse. A su vez, el padre en su lugar de ley, deberá sostener esta confrontación.
Uno de los espacios propios del adolescente es el grupal, donde éste buscará una pertenencia caracterizada con códigos, lenguajes, espacios y tiempos específicos. La violencia puede ser leída como un desborde impulsivo, como un mensaje dirigido a los adultos o, desde otra perspectiva, se observa (6) que puede ser vivida no como un acto agresivo por sus protagonistas sino como un modo de trato habitual y cotidiano que es calificado como violencia por el observador. En este último caso tiene un sentido de marca, de inscripción, de producir una operación cohesiva entre pares, construyendo una subjetividad específica. Si tenemos en cuenta esto último, una intervención posible sería proponer experiencias cohesivas con los chicos, donde a partir de las vivencias concretas se produzcan los recursos necesarios para habitar la situación sin perder de vista el cuidado de todos; en otras palabras, experiencias que promuevan subjetividad creando posibilidades promotoras de salud y no de progresiva destrucción. Se constituye subjetividad en la experiencia.
Por lo tanto, trabajar en la situación y consensuar reglas y prácticas con todos los que habitan esa situación, en las cuales se cuide a todos los integrantes, sería uno de los posibles caminos para acceder a alternativas vinculares que permitan el crecimiento y el cuidado de los adolescentes involucrados.
Si consideramos que los nuevos modos de producción de subjetividad son situacionales, es decir que varían de situación en situación (7), se tratará entonces de pensar al adolescente actual desde una perspectiva vincular, en un mundo con demandas cambiantes para generar un espacio y un vínculo que posibiliten una construcción creativa de subjetividad.
Conclusión
En tiempos de patriarcado la violencia era vivida como trasgresión a una norma o un mandato impuesto; caído este organizador, el estatuto de la violencia se presenta como un intento de inscripción de la subjetividad en las circunstancias de desintegración que se habitan. En este contexto, los posibles modos de intervención apelan a dejar de lado tanto la impotencia como el prejuicio con el fin de involucrarse en la situación concreta y desde allí dar lugar a la producción de un espacio de cohesión y de inscripción de la subjetividad en un entorno de cuidado y protección.
Y en este sentido, tener en cuenta que la impotencia de los adultos tiene que ver con que las herramientas que se poseen surgen de otro contexto, y que no son útiles en el actual. |