Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales
ISSN 1669-1555
Volumen 4, nº 2 (2006)

Aprender a ponerse los zapatos

por Rosa Ester Galestok

Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis de La Plata (provincia de Buenos Aires).

rosagalestok@speedy.com.ar

Resumen

El texto toma los conceptos desarrollados por el Dr. Julio Moreno y analiza un cuento creado por un grupo de niños en edad preescolar a partir de dos palabras que ofician como disparadores; a través del mismo encuentra claves para entenderlo como una expresión del tránsito por el complejo edípico. Basándose en la idea de “máquina edípica” (Dr. Moreno). anticipa los requerimientos que se producirán en el transcurso de la evolución de los niños para poder integrarse al colectivo humano, al que describe como un producto paradojalmente exitoso, éxito que asigna a la particular manera de la especie de transmitir sus conocimientos y formas de vida (para lo cual la puesta en funcionamiento de la máquina edípica es fundamental), así como a la capacidad conectiva propia y específica del humano que le posibilita resolver situaciones por fuera de lo genéticamente heredado. Esto enlaza con la transgeneracionalidad que la triangularidad edípica permite y exige desde el Inconciente. El aporte del Dr. Moreno acerca del concepto de conexión, sobre el que desarrollamos parte de nuestro análisis, configura una mirada original respecto del particular fenómeno de lo humano y su capacidad de transmisión intergeneracional, visto como clave de su supervivencia y supremacía, en muchos aspectos, como especie.


Palabras clave

Asociación; Castración; Complejo de Edipo; Conexión; Transmisión.

 
Title
To learn to put the shoes
 

Abstract

The paper takes the concepts developed by Dr. Julio Moreno and analyses a story created by a group of preschool children taking two words as starting point. Throughout the story he finds clues to understand it an expression of the transit through the oedipus complex. Basing himself on the idea of “oedipic machine” (Dr. Moreno), he anticipates the requirements that will arise throughout a child’s development, so as to enable them to fit the human collective, which he describes as a paradoxically successful product, success which he attributes to the peculiar way the species transmits their knowledge and ways of life (for which process, the starting of the oedipic machine is fundamental), as well as to the connective capacity, both inherent and specific to human beings, which enables them to solve situations outside the sphere of the genetically inherited. This links to transgeneracionality, which the oedipic triangle allows and requires from the Unconscious. Dr. Moreno’s proposal about the concept of connection, around which our analysis will develop, provides an original approach to the specific human phenomenon and its capacity of intergenerational transmission, which is considered in many respects central to the surviving and supremacy of the species.
 

Key words

Association; Castration; Oedipus complex; Connection; Transmission.
 

(es posible que) “El inconsciente de un hombre
pueda reaccionar, esquivando la conciencia,
sobre el inconsciente de otro”

S. Freud (1915)

Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía. Introducción al arte de inventar historias, ha hecho (a nuestro juicio)una interesantísima experiencia con niños: les proponía lo que él llamaba un  binomio fantástico: dos palabras lo suficiente extrañas, desconectadas y diferentes entre sí como para que juntas generaran una oposición o cierta tensión, con las que los niños debían armar una historia.
Entre esas producciones encontramos un cuento que despertó nuestro interés particularmente. Las palabras clave, el binomio fantástico, era “Luz” y “Zapatos” a sugerencia de la maestra del jardín de infantes Diana de Reggio Emilia, Italia y la historia la inventó un niño de cinco años y medio, ayudado por tres de sus compañeros. Es la siguiente:

“Había una vez un niño que se ponía siempre los zapatos de su papá. Una noche el papá se cansó de que siempre le quitara los zapatos, y lo colgó de la lámpara, luego, a medianoche cae; entonces el papá dice: ¿Qué es, un ladrón?
Cuando se acerca ve al niño por el suelo. El pequeño había quedado encendido. Entonces el papá intenta apagarlo girándole la cabeza, pero no se apagaba. Luego le tira de las orejas y tampoco se apaga, le aplasta la nariz pero no se apaga, le tira del pelo y no se apaga, le aprieta el ombligo pero tampoco se apaga, por fin le quita los zapatos y lo consigue, se apaga.”

El autor señala que la ocurrencia final sugerida por uno de los compañeros del narrador principal gustó tanto a los propios niños, que sintieron la necesidad de aplaudirse.

Me resultó particularmente interesante esta historia, porque en nuestra cultura impregnada de psicoanálisis (o lo que se interpreta de él), son pocas las producciones adultas que no nos llevan a pensar en qué medida esa influencia las ha marcado. La producción de niños en edad preescolar, en cambio, da cuenta de lo transmitido-heredado, pero con mayor independencia del efecto de lo intelectual. Consideramos más auténtico y más libre el producto, verdaderamente imaginativo y anclado en fantasías que se ponen en juego con menor censura. Por otro lado, observamos en esta producción imaginativa colectiva algunas vertientes muy dignas de consideración:

  1. Interpretamos el contenido como expresión del procesamiento del complejo de Edipo.
  2. Da cuenta de la escena primaria.
  3. Al ser resultado de la interacción entre cuatro niños de edades similares, creemos encontrar un aspecto asociativo y otro conectivo entre los pequeños y la creación del cuento.

 

La primera impresión que el final de la historia despierta parece remitir a una situación de muerte, mas bien diríamos de asesinato y más específicamente de filicidio: el padre quita los zapatos al niño y éste se apaga. Pero a qué muerte podría referirse? Toda la situación escenifica una lucha entre el padre y el niño por un lugar representado por los zapatos: “estar en los zapatos de”, significa estar en  lugar de, ocupar su lugar. Tal parece que es el significado que también tiene en la creación a que nos referimos: el niño se pone los zapatos del padre y esto da lugar a la confrontación: “el padre se cansó de que siempre se pusiera sus zapatos”, y a la acción por la cual se desentiende el padre de él “lo cuelga de la lámpara”: ¿se lo quita de encima y se desentiende de él? Algo de esto los niños sienten cuando, no pudiendo ocupar el lugar del padre junto a la madre, son dejados en su habitación, “colgados”, con un deseo insatisfecho y una vivencia de abandono que se traduce en deseos de muerte, que retaliativamente vuelven al final del cuento, con ambivalencia, ya que el apagarlo parece también significar que lo alivia de la tensión que soportaba. Pero además de un lugar diríamos que es el ser y el poder lo que se pone en juego. La máquina edípica está en funcionamiento. Cuando el niño se enciende por tener los zapatos del papá ¿qué le ocurre? La historia nos habla de la excitación sexual relacionada con lo que a la noche ocurre entre los padres, de la furia y hostilidad y deseos homicidas por quedar fuera, sólo, no ser tenido en cuenta, no ser visto, excluido, desear el lugar del padre y no poder acceder al mismo. A poco que analicemos estos interrogantes toda la dramática edípica se comenzará a desplegar. No podemos dejar de tener en cuenta que estos niños transitan el final de la etapa edípica freudiana y se acercan a la latencia, en que serán “apagadas” sus más intensas emociones ligadas a los temas que se expresan en el relato. El hecho de que se trate de una producción colectiva da cuenta de los dos mecanismos que se desarrollan en la creación. Por un lado la asociación: el binomio fantástico despierta la función asociativa. Pero, que la producción sea colectiva da lugar a que aquello de los niños que comparten como experiencia común no registrada conciente ni inconcientemente produzca el efecto de dirigir el producto hacia lo profundo de la experiencia compartida, hacia el motor de su desarrollo psíquico. Aquí lo conectivo podría deducirse, porque algo externo a  los niños, algo determinado por fuera de ellos pero que los liga en la creación, se presentifica en la historia, algo por fuera de lo meramente asociativo, que trasciende lo individual y da cuenta de un rasgo, un elemento existente e ignorado pero que aparece como efecto en aquello mágico del cuento y en los aplausos del final. El cuento da cuenta de realidades múltiples por su sobredeterminación y por responder a distintas especificidades que logran conectarse desde el rasgo compartido. El cuento, como un sueño, despliega la ilógica lógica del inconciente.
Y allí los niños pueden realizar su fantasmática.
Pero algo más de ellos (de los cuatro) aparece como nuevo y común, como efecto de algo inaccesible. Y lo que hace significante lo in-significante es la conexión con lo inaccesible de los otros a partir de lo que asociativamente despierta el binomio fantástico, con lo que conecta por cómo resuena en cada uno y desde ahí en todos.
Nos hemos preguntado:qué significará que al quitarle los zapatos el niño se apague? Y, si bien es imposible una respuesta unívoca, encontramos que apagarse remite a la disminución de la excitación sexual y agresiva, para lo que el padre debe cumplir su función de aliviar la fuerte carga en este sentido, dejando en claro que no comparte ni cede su lugar. Pero hay formas adecuadas e inadecuadas de hacerlo; no hay manera de que el niño se las vea con sus sentimientos culpógenos si la puesta en orden de las prelaciones, la autoridad, la pertenencia y los límites a sus posibilidades de acción no son claros; si el padre no lo salva de sentirse quien no puede ser, no da apertura a la renuncia y su consecuencia la identificación y si no hace lugar a la paulatina desidealización. Es en este punto en que observamos la importancia de que el discurso infantil ceda su lugar a la desilusión, al descubrimiento de que el saber, el poder, la Ley circulan, que nadie los tiene y que él debe crear sus propios saberes, certezas y su tolerancia a la incertidumbre así como desarrollar sus creencias, esos puntos del conocimiento racional plagados de irracionalidad, que establecen un cruce de compromiso con los saberes instituidos desde lo social transmitido por lo familiar, pero con el tamiz de la propia generación de un punto de certeza con el que el niño deberá hacer algo: tomarlo, modificarlo o denegarlo, pero partiendo del intento de entrar en los zapatos del padre, para descubrir que la horma es grande, que debe encontrar su propia medida y que su lugar está en otro lado: fuera de la familia aunque entramado en ella y, en el mejor de los casos, creando su propia capacidad para encontrar “sus” zapatos, por los que disputará a su vez con los hijos a los que en una interminable cadena transmitirá lo social cernido por lo familiar y por sí mismo a la salida del discurso infantil, cuando se encienda con propia luz y sepa él con qué y cómo se apaga su furia.
Cuando lo que tras estos primeros cinco años se interrumpe parcialmente –parcialmente porque más bien cambia algunas de sus manifestaciones y busca derivación en otros destinos-, retome su camino en la pubertad y se desarrolle en la adolescencia, no querrá más los zapatos del padre, porque deberá intentar fabricar los suyos propios y así como el padre lo apaga ahora, con dificultad (¿Qué le pasa a este chico? ¿Cómo hago para que entienda? ¿Por qué me enfrenta?), él deberá aprender a apagarse y a encenderse, a tolerar que el padre se apague también, sin que eso lo “encienda” o lo haga caer cuando para ambos algo haya caído y algo nuevo se comience a encender.
El padre pregunta ¿es un ladrón? Porque el niño quiere lo que no le puede pertenecer, lo que es del padre y a cuya posesión él deberá renunciar. En la adolescencia ambos deberán cruzar el desfiladero, como Edipo y Layo y ambos deberán hacerse a un lado y dejar lugar al otro. El padre  para que el hijo tenga un camino posible y el hijo para sentir que el padre simbólico muere sin que se destruya el padre real.

La forma, el estilo en que la máquina edípica se despliegue tiene una importancia capital a la hora de que las nuevas generaciones puedan a su vez reproducirse reproduciendo –o intentándolo- las formas de la cultura, ese producto netamente humano, básicamente transgeneracional, ontogenéticamente diferencial respecto del resto del reino animal, y sobre el que se asienta la posibilidad de continuidad de la especie.

El ser humano- desprovisto de protección física natural para hacer frente a los riesgos de la vida-   ha logrado, sin embargo, “éxito” como especie. Este éxito paradojal, ya que encierra el riesgo de la desaparición por los cambios que produce en su derredor y la imposibilidad de controlarlos, optimizarlos y prever sus consecuencias, es producto de la capacidad conectiva que le ha permitido desplegar recursos frente a situaciones que se encontraron por fuera de su dotación natural, de responder a las inconsistencias, a lo heterogéneo, a lo que no figura en el genoma (lo instintivo que en otros animales señala qué hacer en cada situación, pero no les permite crear y transmitir estrategias frente a lo novedoso). Fue la posibilidad de incorporar como patrimonio de la especie esos cambios, esa plasticidad frente a lo inédito lo que ha hecho la diferencia. Lo que marca lo humano de lo humano. Y en el despliegue de lo edípico como lugar destinado a cada miembro que adviene, con reglas que lo anteceden y se transmiten transgeneracional e intergeneracionalmente, lo humano encuentra su especificidad, su autocreación siempre recreada y regenerada por cada nuevo único, pero con algo que repite, de sus miembros. “Porque, tal como dijera S. Freud el sujeto es el eslabón, el servidor, el beneficiario, y también el heredero de la cadena intersubjetiva de la que procede.
 
Bibliografía

Castoriadis, Cornelius y Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretación. del pictograma al enunciado. Argentina : Amorrortu editores, 1988
Freud, Sigmund. Obras completas. Argentina : Amorrortu editores, 2006
Moreno, Julio. “Edipo y la cuestión del padre” (algunas reflexiones sobre la cuestión del padre) (ficha)
Moreno, Julio. “El discurso infantil” (presentación en el departamento de niñez y adolescencia de ApdeBA el 4 de junio de 2002).
Moreno, Julio. Ser humano. La inconsistencia, los vínculos, la crianza. Argentina : Libros del Zorzal, 2002.
Moreno, Julio. “El gap generacional” (ficha).
Moreno, Julio. “La encrucijada del vínculo paterno filial” (ficha).
Rodari, Gianni. La gramática de la fantasía (Introducción al arte de contar historias). Argentina : Colihue, 2005.
Winnicott, Donald. Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Barcelona : Laia, 1979.


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