Desde un México que ostenta la “pista de  hielo más grande del mundo” (ostenta otras grandezas, como la de su pobreza,  muchos, demasiados pobres, carentes de todo, aunque quizás ricos en sueños aún  y a pesar de sus propias realidades), los artículos que aquí se presentan  tienen entre sí diálogos directos, diálogos transversales, nexos que conectan y  desconectan, para volver a confluir en la agudeza de las reflexiones que ellos  convocan. 
         
¿Cómo se cuenta la historia? ¿cómo se  cuenta --o se silencia-- la historia de quienes la cuentan a diario? El artículo  de Juan Campos se interroga sobre los orígenes del diario El Popular, fundado  en México, en el ocaso de la década del 30, por una organización obrera.  Se trata de los inicios de su  investigación, precisamente desde el  lugar de las preguntas, desde los interrogantes que son el punto de partida del  conocimiento a develar, razón de peso para compartir y analizar las estrategias  que hacen a las narrativas de los medios y sobre los medios, en nuestras  sociedades de pantallas y cybertelevidentes. Las operaciones del olvido  necesitan quien descorra velos, requieren, solicitan intervenciones de la memoria. 
 
¿Qué le hacen los medios a la  sociedad?,  pero también, ¿qué le hace  la sociedad a los medios? Es el eje que vertebra el artículo de Diana Cardona,  cuyo disparador fue el homicidio de la  directora de un colegio en la ciudad de México y su cobertura mediática. Si, tal como señala Germaine Greer, “los medios no son todo en  la vida… pero casi: en la era de la información, la invisibilidad es sinónimo  de muerte”, reflexionar sobre los significados que nos atraviesan y nos  constituyen en sujetos desde la pantallas o hacia la pantallas, tiene que ver  con preguntas que ya se hacían los pueblos más antiguos en épocas remotas.  Preguntas primitivas, preguntas originarias, aún sin respuestas cerradas:  ¿quiénes somos? Atemorizados o entretenidos, diversos u homogeneizados, héroes  o víctimas, celebridades o anónimos, ¿quiénes somos?... 
 
“Tratados como extranjeros  y como delincuentes, los migrantes que ejercen su derecho a la libre  circulación, son considerados un peligro, son el "otro".  No hay marcha atrás y aunque los regresan a  los lugares de los que han huido, lo vuelven a intentar de inmediato”, señala  no sin dolor, Isabel Vericat Núñez,  cuando investiga el tema de los migrantes centroamericanos. En estas  sociedades mediáticas, de internautas veloces y tránsitos fugaces, donde los  cuerpos pueden viajar sin desplazarse, millones de hombres y mujeres (cada vez  a más tempranas edades), deciden migrar, deciden atravesar la porosidad de las  fronteras (con sus cuerpos e ilusiones   a cuestas), para hacer posible uno de los sueños más preciados, también  más comercializados y publicitados. 
 
Paola Hernández propone restituir matrices de vida íntima, densa y  cotidiana, en un análisis agudo de las problemáticas que suponen las trayectorias  de gente y de historia diarias, trayectorias inscriptas en el cuerpo, en  espacios físicos, en la substancia más concreta de las identidades y relaciones  actuales. Entre ires y venires, una mirada profunda a microprocesos,  constituyentes básicos de realidades macrosociales.  
        Finalmente, entre los  cruces de migrantes y permanentes, entre las historias calladas de periódicos  enmudecidos por quienes construyen el pasado  y las que pronuncian y formatean nuestros días desde las pantallas,  Rodolfo Osorio enfoca su visión en La naranja mecánica y en los extraños, esos  que desde los pliegues y repliegues del   poder y de los poderosos, son los que atentan contra ciertos órdenes(aún  siendo sus hijos mismos: bastardos de esos órdenes), aquellos que no encajan en  los mapas de nuestras sociedades globales, quienes sin irse, son expulsados en  una especie de exilio interno: son casi un artificio necesario,  entre mediático y político, tan real y  simbólico como los artificios que pueblan los medios, las calles, las cárceles…  y son quienes materializan las estrategias  de entrada y salida, extrañeza y pertenencia, diversidad y reconocimiento. El  autor de este artículo, señala que el personaje de Alex Delargue, invención de  Burgess,  de Kubrick o de todos  nosotros, “bien puede encontrarse en  urbes como la Ciudad de México, El Cairo, Estambul, Nairobi o Buenos Aires” y  prosigue: “los jóvenes aún están en busca de su identidad, buscan, quizá, una  especie de refugio”. 
      Con gratitud a quienes  hacen posible esta publicación, ponemos a disposición estas reflexiones, sus  convergencias y divergencias, con la intención de sacudir la apatía del  pensamiento y de la acción automática, porque   compartimos aquello que con tanta sabiduría pronuncia Tom DeLuca: “la  apatía es un estado que provoca sufrimiento”.   Una forma de escaparle es la que  propone que nos pensemos como sociedad, desde la vida cotidiana misma, desde  los medios, como navegantes virtuales o migrantes, viajeros silencios o  vociferantes, extraños o semejantes. |