Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales |
Volumen 7, nº 2 (2009) |
Hacia una ruptura epistemológica en Latinoamérica |
por María Cristina Campagna |
Profesora de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). |
Contacto: cristina@campagna.com |
No disociar el pensamiento científico del político... Ir armando así una política científica fiel al nuevo sistema, donde la ideología aparezca como guía explícita y no de contrabando, como ahora Oscar Varsavsky |
Texto |
Introducción En estos tiempos de derrumbe financiero mundial, se presenta en Latinoamérica una oportunidad histórica para poner en marcha respuestas que integren el aspecto económico en lo social. Esto implica una salida diferente a lo planteado hasta el momento por grandes centros de poder económico. Las Universidades latinoamericanas no deben quedar fuera, pues tienen un papel fundamental como uno de los actores para el cambio social y económico. Las universidades latinoamericanas son comunidades que facilitan, en la mayoría de los casos, espacios para docentes y alumnos. Por contrapartida, tienen serias falencias en el colectivo administrativo.
Las universidades latinoamericanas son inclusivas en la promoción de la comunidad en general, especialmente con los más necesitados. En la consumación de tales objetivos aún es esporádica y/o espasmódica, es decir, escasean las políticas concretas y estables. Aunque tienen dificultades en la implementación de metodologías participativas, y, en algunos casos, en la actualización de la currícula. Además, se perciben obstáculos en la transversalidad de los contenidos. Con respecto a la protección del medio ambiente, en las universidades latinoamericanas está en discusión el rol y la mayor responsabilidad de todos sus cuadros (docentes, alumnos, administrativos). Frente a valores de transparencia y calidad institucional, no hay consenso en cuanto al cumplimiento efectivo. Estos inconvenientes pueden ser salvados con más acciones en el orden de lo ético. En realidad, las universidades son un reflejo de la sociedad, donde los dichos y aspiraciones no se corresponden con los hechos. El otro de los propósitos de la universidad es la investigación. La construcción de nuevos conocimientos debe encauzarse hacia la producción del conocimiento con la agenda del desarrollo local y regional. Deben producir líneas de investigación conjuntamente con actores no académicos, y difundir sus resultados para posibilitar el arbitraje de la ciudadanía. Se perciben conflictos con la calidad ética de la formación recibida para la responsabilidad social y el desarrollo humano sostenible. No hay acuerdos ni elevada concienciación acerca del rol de ciudadanos que cumplen los universitarios, tanto docentes como alumnos y administrativos. Un tema que se soslaya es el financiamiento externo de las Universidades, a través de empresas privadas locales o internacionales. Es un asunto que en la actualidad es cuestionado por docentes y estudiantes, ya que no es una herramienta de cooperación sino de imposición de proyectos de investigación. En la mayoría de los casos, estos proyectos responden a intereses alejados del modelo de distribución y promoción social. Las cuestiones enunciadas, inconmensurables aunque complementarias, implican una nueva organización tecnocientífica que articule la actividad científica especializada con la sociedad civil, para lograr un verdadero control social de la ciencia. Se plantea en la presente comunicación si la universidad se mantiene dentro de sus propios límites o se abre a nuevos desafíos frente a los tiempos presentes, y si esta nueva organización tecnocientífica supone una ruptura epistemológica. Los nuevos desafíos Las universidades latinoamericanas necesitan romper fronteras, como sostiene Cristovan Buarque (ex Ministro de Educación del Brasil). Las enunciadas a continuación surgen de una relectura de su propuesta:
En los claustros latinoamericanos se repiten los mecanismos de exclusión que produjo la modernidad y sus distintos modelos de separación.
Las Universidades no deben ser una ONG o suplir las responsabilidades que corresponden al Estado. Tampoco impulsar cursos de extensión universitaria que en ocasiones sirven de cosmética cultural, y están alejados de las verdaderas necesidades de los más pobres. En todos los países de la Región, las Universidades deben orientar sus investigaciones hacia la promoción de las poblaciones más necesitadas. Deben preparar profesionales aptos para acompañar los cambios que se están produciendo, en especial en las áreas de la intervención social, supeditando sus intereses particulares a la lucha contra la pobreza y a la promoción del capital social. Los países del MERCOSUR han tomado una decisión contundente al formar una comisión de políticas científicas para decidir qué temas son prioritarios para investigar conjuntamente, potenciando y en algunos casos reflotando institutos de investigación estatales. Otra proyecto a considerar es el Programa Sur-Sur del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) que es una institución internacional no-gubernamental, creada en 1967, y que mantiene relaciones formales de consulta con la UNESCO. El Programa Sur-Sur está destinado a brindar un entorno académico interregional para discutir problemáticas sociales contemporáneas de interés común en África, América Latina y Asia. Su objetivo es fomentar la producción de un pensamiento crítico con una visión desde el Sur, a partir del conocimiento de las realidades regionales.
La creciente complejidad del mundo actual exige cimentar una nueva visión de la educación superior que sea crítica de sus instituciones, de la producción y difusión de sus conocimientos.
Hoy el saber no puede permanecer encerrado en las disciplinas tradicionales: los nuevos campos de conocimiento hacen que éstas se vuelvan decadentes. Es necesario crear nuevos espacios de práctica multidisciplinaria, de nuevos paradigmas para enfrentar las problemáticas locales, regionales y globales. Las nuevas concepciones que han abierto diferentes formas de concebir la acción de los gobiernos latinoamericanos, permiten considerar la participación de nuevos actores sociales. Requieren nuevas formas de abordar las políticas, alejadas de las percepciones clásicas. Por tanto, los campos disciplinarios son desbordados y no pueden examinar integralmente problemas como el hambre, la diversidad cultural, o la comprensión de los complejos problemas de la salud y la educación.
La Universidad debe romper la orientación positivista de verdad, racionalidad, y utilidad, la enseñanza que fragmenta y separa saberes al delimitar los ámbitos de cada especialidad. Sostener la neutralidad, la universalidad y la objetividad científica, es un paradigma agotado.
Desde esta concepción de enseñanza y aprendizaje, la universidad necesita romper con el sistema tradicional de trasmitir respuestas a preguntas ya existentes, siempre propiedad de los que saben (los profesores). La universidad también debe ser una fuente de nuevas preguntas, necesita comprender el valor de las preguntas. “Cuando un discípulo hace una buena pregunta, él es el verdadero maestro…” (Cfr. Buarque, 2005). Esta ruptura supone ir eliminando actitudes como el elitismo científico, la expertocracia, promoviendo la democratización de la ciencia que va a influir sobre la definición y selección de los problemas de la agenda científica Esta propuesta implica pensar de manera diferente la actividad pedagógica, y abre a la formación de nuevos espacios y actores fuera de las aulas y del campus, que desplaza el rol docente de maestro a facilitador. Caminos hacia una ruptura epistemológica El marco de la discusión de las cuestiones epistemológicas debe tener como guía la gestión de políticas científicas. El modelo actual defiende un modelo consumista de desarrollo que tiene que mutar hacia un modelo de desarrollo sustentable. Esto es lo que la Región Sur-Sur reclama. Como dice Buarque, la universidad “nació metafísica y ha cambiado por el cientificismo”. Cientificista, como afirma Varsavsky, “es el investigador que se ha adaptado al mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad desvinculándose de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su ´carrera`, aceptando para ella las normas y valores de los grandes centros internacionales, concretados en un escalafón” (Varsavsky, 1975: 47) El dogmatismo metafísico fue reemplazado por otro: la racionalidad moderna. Esto ha ido devaluando y circunscribiendo la ética y la estética. Las cuestiones éticas no son un problema externo a la actividad científica, sino que es determinante para generar hipótesis y definir los objetivos a los que se quiere llegar. En este momento histórico se hace necesario transformar el pensamiento más allá de la lógica científica, no sólo abriendo la racionalidad a la ética y la estética, sino también ampliándola con el aporte de cultural de los pueblos originarios. Los cambios que se están produciendo en América Latina son de tal magnitud que están adquiriendo status constitucional, como surge de la nueva Constitución boliviana (8 de febrero de 2009), que declara en su artículo 103:
El espíritu de este artículo constitucional expresa una ruptura con el concepto tradicional de comunidad científica, que hasta ahora mantiene la exclusividad para diseñar, desarrollar y coordinar los proyectos de investigación y la innovación. La nueva categoría de integración que plantea la promulgación constitucional, concretará un interesante cambio de ejes cuando se reglamenten tales actividades y acciones integradoras.
Otro tema que merece destacarse es el fin que establece para la investigación el desarrollo integral de la sociedad. De ahí se desprende la necesidad de equiparación entre las ciencias sociales y las llamadas ciencias duras, incorporando en igualdad de condiciones a sectores como las Universidades y las naciones y pueblos originarios campesinos. La ampliación de los propietarios del saber para beneficio de todos, como ruptura de los viejos conceptos de ilustración, resulta un escándalo para muchos. El modelo hegemónico de validación de las teorías científicas, de objetividad y universalidad, carece de sustento. El nuevo modelo debe ser la utilidad al servicio del desarrollo integral de nuestros pueblos, marcando el camino hacia la autonomía científica, señalizado hace más de 40 años por Varsavsky.
Por ello, los conceptos de observación, hechos, objetividad y modelo teórico, que la epistemología tradicional nos han legado e instituido como únicos, necesitan ser discutidos a la luz del paradigma del desarrollo integral de la Región. ConclusionesUna ruptura epistemológica, metodológica y cognitiva no se limita a la capacitación, sino que se amplía a la formación de comunidades de aprendizaje mutuo que beneficiará a todos los participantes: docentes, alumnos, administrativos, y los actores externos. En los proyectos de investigación participativos (actores externos -no académicos- y académicos) aprenden juntos en el intercambio. Estas comunidades descentralizan y deslocalizan el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues abre nuevos espacios. Es pensar otro modo, donde el docente es un facilitador. Implica un proceso de convicción en que tanto los actores y/o las situaciones no-académicas puedan concretar una enseñanza para todos. Serán el espacio para poner en marcha el Aprendizaje basado en Proyectos sociales y darán lugar a conocimientos científicos responsables. Los departamentos de investigación tendrán que abrir su agenda a las demandas sociales, ambientales y económicas, y desde allí establecer investigaciones aplicadas que se correspondan a tales reclamos. Es imperativo fomentar la interdisciplinariedad y la gestión del conocimiento para asegurar la utilidad social del conocimiento producido y fiscalizar los impactos sociales de las investigaciones. El camino es la formación de profesionales e investigadores sensibles a la complejidad creciente de los cambios sociales y culturales. Las universidades latinoamericanas han de asumir que la enseñanza de la ética debe ser transversal, pues en todas las áreas del conocimiento se pueden presentar dilemas o conflictos éticos, y estos deben ser reflexionados, discutidos. Se necesita, entonces, que se considere un ecodesarrollo, porque el avance ser humano no depende solamente de lo que hace y tiene, sino de cómo está el hogar natural-sociocultural que habita, su ambiente y los ecosistemas que lo sostienen (Cfr. Grana, 2004). Los derechos de la naturaleza ya conculcados en dos constituciones latinoamericanas, nos marcan el rumbo hacia una visión integral de la persona, la sociedad y la Naturaleza. La universidad latinoamérica debe ser elástica, permeable, ética, intercultural. Acompañará los cambios sociales o quedará fuera de la contienda que los pueblos están protagonizando.BibliografíaBolivia, Congreso Constituyente, Constitución de la República de Bolivia, 8 de enero, 2009 |
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