Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales  | 
    
 Volumen 5, nº 1 (2007)  | 
    
| Los discursos políticos y la crisis institucional en Argentina: el cierre de campaña, el ballottage y la renuncia de Menem en 2003 | 
| por Gabriela Juliana Loustaunau | 
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| Volver a la parte: Las marcas de la crisis | 
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CONSIDERACIONES FINALES  | 
    
Una problemática ligada al campo de la política representa un desafío  de investigar desde la comunicación, en tanto el objeto político-social posee  particularidades que, necesariamente, demandan una mirada integral.  En este sentido, la investigación no es una  tarea sencilla y requiere una operación de lectura mediante la cual se pone en  foco “lo comunicacional”, pero sin dejar de tener en cuenta que subyacen otras  posibles miradas.  Durante la  primera campaña electoral para la  Presidencia de la Nación Argentina, en los albores del  nuevo siglo, la pregunta inicial que nos  hacemos se ubica en la articulación de  las estrategias discursivas de  dos enunciadores (políticos clave del Partido Justicialista) con la crisis  institucional vivida durante el  proceso de transición gubernamental. Mediante el abordaje realizado desde el  Análisis Crítico del Discurso hemos pretendido dejar en claro que, en cierta  medida, el punto final del estudio está dado por las decisiones sobre el corpus discursivo tomadas por el investigador. Es  así como se llega a ciertas categorías que a primera vista no son consideradas,  para lo cual el ACD nos suministra los lineamientos básicos de interpretación.  ¿Qué marcas de la crisis institucional aparecen en los discursos de los  candidatos? Advertimos que  tanto Néstor Kirchner como Carlos Menem elaboran durante la campaña ciertas estrategias  discursivas que les permiten  posicionarse “discursivamente” en el campo político. Al profundizar en el  análisis encontramos que estas estrategias discursivas se dimensionan en estrategias  retórico-argumentativas que cada  enunciador político pone en juego de acuerdo a su contexto de enunciación y a  su propia historia política y, en consecuencia, es posible establecer semejanzas  y diferencias entre los sujetos enunciadores. Mientras algunas estrategias los  acercan, otras los distancian; a pesar de que originariamente ambos candidatos  “representan” al mismo partido político. Además, como condición ineludible, sus  discursos se sujetan a la crisis de representación que atraviesa la existencia  de las instituciones políticas.  En cuanto a la caracterización de las estrategias discursivas nos  concentramos en distintas dimensiones que se ligan al modo de construcción del  adversario y del auditorio, al discurso sobre el partido político, al  electorado, al ballottage, al estilo y la  composición discursiva y, por último, a la crisis institucional. En primer  lugar, la construcción del adversario difiere en ambos candidatos, ya que Kirchner  apela a lo que llamamos un discurso de confrontación en tanto apunta a un  adversario definido (Menem) y el ex -presidente encarna un discurso que  pretende ser la única verdad, exaltándose a sí mismo como figura política  viable; por lo tanto, todos los candidatos son para él potenciales adversarios  en la contienda electoral. Asimismo, es posible observar el modo en que  entablan una relación con el auditorio: mientras Kirchner intenta convencer (demostratio), Menem apunta a persuadir (elocutio).  En segundo lugar, tenemos dos discursos del Partido Justicialista  que se enfrentan, lo que no resulta casual en un escenario electoral  subordinado a la Ley de lemas. Este hecho (encarnado en una clara decisión  política del oficialismo) produce un clivaje en el seno del partido mismo. Como  correlato, desde cada Lema[54] (Frente para la Victoria y Frente por la  Lealtad) emerge una construcción discursiva diferente del Partido  Justicialista: para el candidato santacruceño es un potencial espacio de  integración y de apuesta al futuro, mientras que para el candidato riojano es  invocación al pasado y a las figuras míticas del peronismo. Vale aclarar que  este es un punto sobresaliente de la estrategia menemista, ya que sin el apoyo  del electorado tradicional del PJ su candidatura no hubiese tenido razón de  ser. Por eso, en tercer lugar, otra dimensión del análisis es la elaboración de  estrategias para con el electorado. Una vez transcurrido el 27 de abril -que  deja como saldo ganador, por un escaso margen de votos, a Menem sobre Kirchner,  a quien le corresponde el segundo puesto- la campaña para la segunda vuelta  avanza hacia el 18 de mayo sin muchas otras opciones más que competir por el  voto del electorado independiente. En este sentido, los candidatos coinciden en  realizar una convocatoria abierta a toda la ciudadanía, gestada desde el cierre  de campaña de la primera vuelta, pero ahora, camino al ballottage, se  ajusta:  Kirchner pone su empeño en  llegar a un electorado independiente anti-menemista, mientras que el ex -presidente  sabe que ése es un eslabón dislocado en sus discursos, por lo que se aferra a  sus votantes tradicionales.  En cuarto lugar, la estrategia para el  ballottage nos muestra al candidato Kirchner con una propuesta solvente en el  plano económico, propiciada por la continuidad institucional del Ministro de  Economía, Roberto Lavagna -no es casual entonces que Kirchner opte por el bajo  perfil durante esta segunda etapa de campaña, más aún cuando cuenta con el  respaldo político del peronismo bonaerense-. En cambio, el candidato Menem se  muestra azorado y en la búsqueda de alianzas a diestra y siniestra con las  fórmulas rezagadas el 27 de abril, justamente con la intención de captar algún  voto proveniente de otro sector político. En esta fase, Menem mantiene, con  algunas flaquezas, su discurso triunfalista. No obstante, se permite desmentir  (y con ello instalar en la opinión pública) el rumor de su renuncia a la  candidatura.  En quinto lugar, nos hemos  ocupado del estilo de los candidatos definido por el uso de las figuras  retóricas. A partir de ahí, también es posible reconstruir la composición de  los discursos de campaña. Es preciso aclarar que por más que ambos candidatos  pertenecen al mismo Partido, cada uno de ellos presenta un estilo diferenciado.  Por ejemplo, Kirchner suele abusar de repeticiones y de un discurso coloquial,  mientras que Menem se destaca por recurrir a metáforas, citas de autoridad que  enaltecen sus palabras, voces populares que lo asemejan a sus seguidores y,  siempre, alguna apelación a la realidad para destacar el peso de su pasado  político. Todo esto es posible dado que el estilo se construye en el tiempo,  mediante el recurso a determinadas formas retóricas y argumentativas y dando  lugar, incluso, a que el enunciador defina intencionalmente a la hora de  comunicar una estrategia o “plan de prácticas” (Wodak: 2003). Este uso de  estrategias (podríamos decir, estilísticas) nos remite inmediatamente a las  categorías aristotélicas que habíamos mencionados antes: en Kirchner el  discurso se centra en convencer (demostratio)  mediante argumentos fuertes con respecto al porvenir del país, mientras que en  Menem la elocutio es  preponderante, ya que sus dichos, por lo general, calan en los sentimientos del  público y enfatizan en que “todo tiempo pasado fue mejor”.  De esta manera, los candidatos van construyendo  paulatinamente una estrategia  electoral que lleva implícita una estrategia comunicacional tanto para enfrentarse a un adversario, para  re-significar al partido desde la Ley de lemas, para posicionarse frente al  electorado independiente, para dar batalla en la segunda vuelta, como para  definir un estilo y una forma de composición del discurso.  Ahora bien, todas estas estrategias retórico-argumentativas dejan entrever desde el inicio una posición  de los enunciadores frente a la crisis institucional. No sólo los candidatos nos hablan de la  crisis reinante en Argentina desde 2001, mediante recursos como la apelación a  la realidad, alusiones, comparaciones, metáforas, preguntas retóricas -por sólo  mencionar algunos- sino que la crisis  misma subyace en lo que dicen los enunciadores políticos y en cómo lo dicen.  En este punto, insistimos en que siempre el contexto de enunciación es clave  para el Análisis Crítico del Discurso.  Cada vez que  definimos los atributos de una estrategia discursiva  emerge un modo de relación con  la crisis institucional y, a través de su análisis hemos podido establecer  algunas marcas que dan cuenta de esa situación. En la exploración de dichas  marcas nos encontramos con diversas referencias a la crisis tanto en el cierre  de campaña como en los discursos hacia el ballottage que nos permiten dilucidar la noción de crisis sostenida por los  políticos en cuestión. A este  respecto, Kirchner considera la  crisis institucional como el desapego de los gobernantes a las instituciones  políticas fraguado desde la instalación del menemismo, mientras que Menem la  ubica en un plano más amplio: crisis de legitimidad política, crisis de  seguridad, crisis económica y financiera, etc. propias del caos desatado en los  gobiernos pos-menemistas. De esta manera,   a través de estos discursos concretos se percibe el modo en que la  crisis  institucional se manifiesta  tanto como conflicto y desorden social como trasgresión  de la   norma.   Las marcas de la  crisis también se manifiestan en los discursos hacia el ballottage, en el intento por afrontar el desafío que  representa para los candidatos encontrar la salida a la crisis. Y cada uno lo  hace propugnando un modelo de país: Kirchner considera que la salida a la  crisis debe  buscase en la “recuperación  de la calidad institucional”, a la par que Menem pretende volver al modelo de  los 90.  Al mismo tiempo,  hay dos discursos que interrumpen la campaña electoral y  que son centrales para comprender la crisis  institucional: el discurso “anticipado” de Kirchner el 14 de mayo y la renuncia  de Menem a través de un spot  televisivo, ese mismo día. Ambos aparecen como construcciones  discursivas que se constituyen en sí mismas en marcas de la crisis, ya que dejan una fuerte impronta en las  instituciones políticas. La maniobra kirchnerista de anticiparse al adversario  representa una estrategia comunicacional que le permite legitimarse como  próximo presidente. Y el spot de  renuncia de Menem es una clara alusión a los quiebres del peronismo, argumento  fundamental que sostiene su capitulación a cuatro días de concretarse el ballottage.  Es decir que estos dos últimos  fragmentos analizados  aparecen como  manifestaciones de la crisis inmersa en las fisuras del sistema democrático  moderno. Por último, nos permitimos realizar algunas reflexiones. Es posible que la  crisis institucional se conecte con la crisis de representación  de la política a la que se refiere Sartori y que conlleve de algún modo la crisis  partidista y de la vertiente política de la representación, la responsabilidad, ya que está en juego la norma  constitucional. El resultado ineludible tras la renuncia de Menem a la  candidatura pone en evidencia elementos como la no elección del pueblo, por lo tanto, “se mueve el tablero” de la  legitimidad institucional. La renuncia de Menem podría pensarse como  ejemplificación del desajuste de la norma en un candidato poco responsable de  sus actos políticos y que jaquea el sistema institucional. Además, el candidato  argumenta y justifica su propia irresponsabilidad política culpando a “los  otros” políticos del desapego a la norma. Así, la institución se transforma en  un vacío de sentido (Castoriadis, Beck) que pone en un riesgo duradero a la  ciudadanía y a todos el sistema democrático.  En este desentramado comunicacional emerge la  figura del otro candidato, Kirchner. Por un lado, construye y sostiene una  estrategia discursiva en la que revaloriza a la instituciones democráticas como  salida de la crisis, pero por otro lado acata la norma parcialmente al enunciar  un discurso “antes de tiempo”, en tanto es previsible que deberá asumir la  presidencia de la Nación el 25 de mayo de 2003 con escasa legitimidad  democrática (la que otorgaría el voto).  En este contexto las instituciones políticas se “desvanecen” y durante la transición gubernamental la crisis invade todos los planos: político, social, económico, etc. Esta situación conduce a pensar en una crisis institucional motivada por decisiones, desajustes e ineptitudes que puede ser definida como una crisis de responsabilidad donde el “hacedor mismo de la norma” decide no acatar los parámetros establecidos, de modo que el gobierno deja de ser responsable y la institución, en su más pleno sentido, recae en la vacuidad. En definitiva, sólo restan algunas preguntas provisorias: ¿Qué lugar ocupa la responsabilidad institucional y la trasgresión de la norma en una sociedad democrática? ¿Es posible que la crisis de la instituciones dé lugar a algún cambio en las formas de representación establecidas? ¿Qué mecanismos y estrategias comunicacionales debieran poner en juego los políticos del nuevo siglo para afrontar los nuevos escenarios electorales? 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